Si un juez considera que llamar ´zorra´ a una mujer no es un insulto, calificar de ´gorila´ a algún portero de discoteca puede considerarse incluso un epíteto cariñoso. Demasiado suave me parece la palabra para definir a tanto matón contratado por las discotecas se supone que para mantener el (des)orden. Algunos de estos gentiles empleados de locales nocturnos han saltado a las portadas de los periódicos no por el minúsculo tamaño de sus cerebros o por sus descomunales músculos, conseguidos a base de gimnasio y, supongo, de litros y litros de sustancias anabolizantes. Nada de eso. Son protagonistas de las páginas de sucesos a diario por sus continuas y salvajes agresiones a clientes de esas salas que tan alegremente les emplean. Después del triste episodio del Usuhaïa, en el que un mafioso con contrato acabó con la vida de un joven camarero, pensábamos que el sentido común volvería a los responsables de los locales nocturnos. En lugar de eso, el fugado Baptista ha creado escuela y no hay día en que alguno de sus congéneres no intente emular a tamaña bestia parda.

El último en agredir a un cliente ha sido el rumano A. G., portero del Ushuaïa hasta agosto, un tipo que, tras entregarse a la Guardia Civil, ha gruñido, o lo que sea que hagan los gorilas, que el puñetazo que le propinó a un joven en las proximidades del local fue solo «un toque de atención». El golpe de este energúmeno dejó a su víctima inconsciente y sangrando por la boca. En la misma discoteca, digo hotel, fue atendido por expertos que consideraron que sus lesiones no eran graves. Poco después, en el hospital de Can Misses, auténticos médicos le operaron de urgencia porque el toquecito de A. G. le había fracturado el paladar, la mandíbula y la nariz. No sé nada de medicina pero yo juraría que si te parten la cara, aunque sea un poquito, te tiene que doler.

En la cantera de la que se nutren de gorilas las salas de fiesta de Eivissa hay también joyas como la que el pasado 30 de septiembre, en una discoteca de Sant Antoni cuyo nombre no se ha dado conocer, otro especimen, el español F. M.G., agredió a un cliente causándole un traumatismo cráneoencefálico. Es lo que tiene tomar tanta hormona y tanto anabolizante, que les fríe el cerebro y les convierte en bestias. Hablando de toques de atención, los echo de menos en los ayuntamientos, que tan magnánimos son con los locales de ocio y sus irregularidades. Además de Paquita Ribas (concejala de Gobernación de Sant Josep) con tortícolis crónica de tanto mirar para otro lado, tenemos en Sant Antoni a la alcaldesa Gutiérrez, permitiendo a Amnesia que su fiesta de cierre se prolongue hasta las 12 del mediodía (!) y más allá, o a Sánchez-Jáuregui, cerrando calles del puerto de Vila para que Supermartxé celebre su closing sin trabas, no sea que pase alguna familia de feos que desentone entre tanta gente guapa y moleste con su sola presencia a los fiesteros a los que tanto debemos. «Las manos hacia arriba, las manos hacia abajo, uh, uh, uh... como los gorilas todos caminamos».