Los niños baleares pasan 133 minutos diarios ante la TV según datos del Defensor del Pueblo 2010 facilitados por el Instituto de Política Familiar de Baleares (IPBF). Quien sabe de esto es Frank Hu, profesor de Nutrición y Epidemiología en la escuela de salud pública de Harvard. Publicó este año los resultados de estudios que estiman que dos horas diarias de TV suben el riesgo de padecer diabetes un 20% y el de enfermar del corazón un 15%. Traducido para Ibiza: una población de 100.000 habitantes sufre cada año 176 nuevos casos de diabetes, 38 muertes adicionales por cardiopatía y 104 muertes adicionales por cualquier otra causa, como consecuencia de dos horas de TV. Los niños baleares superan esas dos horas, así que podemos imaginar el efecto de la caja tonta sobre la salud de la población ibicenca, que superó hace tiempo los 100.000 habitantes.

Es contradictorio que los poderes del Estado que tanto han luchado contra el tabaco por su efecto sobre la salud no se preocupen por la TV, la actividad diaria más común de la gente tras el trabajo y el sueño, cuando su efecto es similar o superior al colesterol elevado y al tabaco. Y no solo no parecen preocuparse, sino que fomentan una multitud de televisiones públicas deficitarias que además de arruinar el erario destruyen nuestra salud y la de nuestros hijos.

El IPBF se acerca al motivo de tal actitud cuando denuncia que muchos niños baleares ven en la TV programas inapropiados a su edad, a horas inadecuadas y sin control de los adultos. Que la TV es el medio más atrayente y poderoso de influir sobre la población lo saben los anunciantes de bebidas y snacks, que logran que los televidentes los consuman mientras ven la tele desde el sofá (couch-potatos les llama el Dr. Hu) y acumulan las calorías y horas de sedentarismo que los convertirán en diabéticos y cardiópatas. Y lo saben todos los partidos políticos, que se pelean por minutos de publicidad en las campañas electorales para copar en cuanto las ganan la gerencia de la TV pública que usarán para que veamos las cosas a su conveniencia.

Ahora que el Govern ahorra tanto, y con muy buen criterio, en despilfarros como el de los liberados sindicales, es una incoherencia que mantenga la IB3, que está en el origen de tanta víctima de enfermedades agresivas y onerosas como la diabetes, a base de inversiones escandalosamente deficitarias y un agujero seguro y permanente en el presupuesto. Al ahorro que supondría en presupuesto y asistencia sanitaria cerrar IB3, se sumaría la salud mental de una sociedad menos imbuida del adoctrinamiento político del mandón de turno. El Govern puede sentar un nuevo precedente para todo el país, como ha hecho en el tema del pasotismo sindical, procediendo al cierre de la ruina insalubre que es IB3. Eso sí podría llamarse política de salud pública.