El ´West End´ de Sant Antoni, ese patético anacronismo turístico que avergüenza a toda la isla, constituye, ciertamente, una excepción en las Pitiüses y, por fortuna, representa un reducto geográfico de pequeña superficie, confinado y limitado a unas cuantas calles. El único problema es que gracias a ese pequeño reducto se ve ultrajada año tras año la imagen de toda la isla de Eivissa, incluyendo aquellas zonas que se han esmerado en cultivar un turismo de calidad. A modo de ejemplo, el videoclip de la ya célebre canción ´Pizza in Ibiza´, rodado íntegramente en Sant Antoni, no habla de Sant Antoni, como sería lo lógico, sino de Ibiza en general. ¿Qué culpa tienen los habitantes y empresarios de Portinatx, Santa Eulària o Cala Vedella de que Sant Antoni lleve tolerando desde hace casi treinta años una situación que nunca debería haber durado más de dos temporadas? Por culpa de esas cuatro calles se destruye la imagen de una isla entera. Obviamente, otros enclaves que no son de Sant Antoni, como el final de Platja d´en Bossa, ayudan también a tan penoso fin, pero el ´West´ ha sido siempre y sigue siendo el líder indiscutible en la materia.

De acuerdo, pero ¿qué hacer con el ´West End´? Un turista británico afirmaba recientemente en este periódico que «habría que tirar una bomba» sobre ese barrio para destruirlo. Se trata de una propuesta desmesurada. Lo que sí está claro es que el ´West´ debe desaparecer tal y como hoy lo conocemos y sustituirse por un enclave que sencillamente sea como cualquier otra zona turística de la isla. Ni más, ni menos.

No es tan difícil. Ahora que están tan de moda los Planes de Reconversión (como el de la bahía de Palma o los que incluso se anunciaron para Platja d´en Bossa o la bahía de Portmany), esa es exactamente la herramienta adecuada para acometer la total transformación del ´West´. Resulta sorprendente que los políticos ibicencos hayan visto la necesidad de modernizar turísticamente Platja d´en Bossa y la ´bahía´ (en general) de Portmany y ni siquiera se les haya ocurrido jamás aplicar un Plan de Reconversión para el lugar donde germina y se desarrolla el pseudoturismo que nos abochorna desde hace lustros.

Dado que hablamos de un barrio de pequeñas dimensiones, la aplicación de ese Plan de Reconversión resulta más barata, rápida y factible que los grandes y ambiciosos programas de actuación que el Consell anterior quería desarrollar en esas otras zonas turísticas y que, posiblemente, solo fueran maniobras publicitarias de autobombo sin una voluntad real de desarrollarse.

Es evidente que no será fácil. Ese plan requerirá valentía y también inversiones económicas. El dinero no abunda, pero será más difícil aún encontrar el coraje necesario entre unos políticos cuya postura al respecto ha oscilado siempre entre una total ceguera y una candidez irresponsable, que son la mejor garantía de que el caos de Sant Antoni tenga una larga vida por delante. Sin embargo, ellos son los llamados a emprender una tarea que a buen seguro no se resolverá en dos ni tres años, ni será un camino fácil, pero cuyo resultado enorgullecerá a todos y cada uno de los ibicencos, vivan donde vivan.

No es imposible. Ibiza ya ha dado pasos positivos en los últimos años. El establecimiento de un horario común y unificado de cierre de bares y discotecas ha ahuyentado a lo que, más que turistas, eran sencilla y llanamente chusma. El número de hoteles que aumenta de categoría y, por tanto, aloja a clientes de mayor calidad, va creciendo progresivamente. Son signos para la esperanza. Pero requieren un paso más: el de coger el toro del ´West´ por los cuernos. Las dificultades aquí serán enormes, pues habrá que meter en vereda a una serie de empresarios que son los culpables de gran parte de la situación que se vive en Sant Antoni y cuyos tentáculos siempre han estrangulado al equipo de gobierno del Ayuntamiento. Será también preciso conseguir que los hoteleros apuesten por una clientela más variada, no solo por jóvenes ingleses borrachos y que, además, el propio Ayuntamiento deje de mirar con indulgencia el tráfico de drogas en la calle (´menudeo´, según el eufemismo habitual del PP) y el incumplimientos sistemático de las ordenanzas. Mientras quede una sola persona vendiendo drogas en el centro de Sant Antoni sus gobernantes no serán dignos de considerarse como tales. Todo esto deberá ir acompañado por inversiones, ya sea en forma de obras físicas (derribos, rehabilitaciones, reformas) como de incentivos y bonificaciones empresariales (subvenciones, descuentos o estímulos fiscales). Qué duda cabe. El esfuerzo ha de ser común.

La obsesión de las patronales ibicencas y de los políticos del PP deben dejar de ser ya para siempre los campos de golf y otras zarandajas que, en tiempos de crisis, solo servirán para atraer a Eivissa redes mafiosas interesadas en blanquear dinero con negocios absurdos. Antes que amontonar más inventos raros sobre la isla lo que hay que hacer es retirar aquellas cosas que están podridas.

Otros lugares de España y de Balears han logrado cambiar de arriba abajo ciudades enteras y grandes barriadas. Lugares que antes eran un muestrario de marginalidad social y degradación arquitectónica se han convertido, casi de repente, en envidiables áreas residenciales que son la envidia general. ¿Tan incapaces serán los políticos ibicencos de no saber transformar un pequeño barrio de la isla?