El Ayuntamiento de San Antonio paga un aparato MonitEM que mide en el colegio de San Rafael las ondas de una antena de telefonía móvil. El problema de las ondas electromagnéticas no es que provoquen cáncer sino el miedo a que lo puedan provocar. Ese miedo lo apoya la gente en autoridades y normativas, no en los estudios científicos. Antes hubo miedo a los cables de alta tensión, pero para cuando unos carísimos estudios mostraron que no se asocian a leucemias, ya habían pasado de moda sustituidos por el móvil. ¿Alguien leyó los estudios? Porque los cables siguen ahí pero ya no son noticia. Proclama su miedo a la telefonía incluso gente que usa el teléfono sin descanso y a pesar de que los estudios siguen sin encontrar asociación telefonía-cáncer.

Cualquier interesado sabe que la radiación electromagnética de radios, TV, Wi-Fi, Bluetooth, inalámbricos, móviles, hornos de microondas o controles remotos de todo tipo, no tiene ninguna posibilidad de producir los radicales libres que dañan el DNA y causan cáncer. Pero la OMS promueve y paga con nuestro dinero estudios para conocer sus efectos sobre la salud, para luego no hacerles caso. Conclusiones del tipo «el único efecto del móvil sobre el organismo es un aumento de temperatura tras un prolongado uso, muy inferior al del sol» o «ningún efecto adverso sobre la salud puede asociarse al uso de teléfonos móviles», llevan a la OMS a clasificar los campos electromagnéticos de radiofrecuencias como «posible carcinogénico para el hombre» en el grupo 2B: junto a otros sospechosos como el café y la dentadura postiza. Dice la OMS que al haber «percepción de riesgo» hay que estudiarlo a largo plazo en la gente joven. Dicen los científicos que estos estudios nunca llegan a conclusiones definitivas, pero hay carreras en juego y mucho presupuesto por medio. Interpretando el ´principio de precaución´ como que percibir un riesgo exige actuar como si el riesgo fuera real, la OMS propagó antes el miedo a la gripe A y ahora a las ondas. El miedo se puede explotar, más si afecta a niños o enfermos: ya anuncia el MonitEM que su uso puede beneficiar a escuelas, hospitales y edificios públicos, con lo que si cunde el pánico toda la isla de Ibiza se llenará de esos aparatos en cuanto políticos avispados y sindicatos decidan que su misión es salvarnos del cáncer. Se les puede imaginar negociando aparatos para todos, por supuesto desde un móvil. Lo más extraordinario del MonitEM es que, para controlar ondas electromagnéticas, emite él mismo ondas electromagnéticas mientras funciona, y como consecuencia en el colegio habrá ahora más ondas que antes de controlarlas. ¿Han controlado el efecto cancerígeno de las ondas del controlador?