Si hace unos días planteé el problema del muro que rodeará al futuro colegio de Sa Bodega hoy hablaremos de la vergüenza, asignatura, por cierto, no programada en los centros de educación y quizás por ello tan poco utilizada en general por muchos y en particular por algunos políticos.

La eliminación del aparcamiento en el solar donde se va a ubicar el nuevo colegio de Sa Bodega está provocando unos daños tan cuantiosos a todos los comercios alrededor de esa zona que ya están cerrando o van a cerrar muchos de ellos.

Era una cuestión de buen hacer del Ayuntamiento activar el proyecto de zona azul de esta parte de la ciudad con carácter de urgencia antes de iniciar las obras, para paliar lo que por lógica estaba cantado y que por responsabilidad estaba obligado a conocer y preveer.

Con todo, aceptaríamos que incluso el Ayuntamiento se pudo equivocar inicialmente en las valoraciones y repercusiones de una obra que afecta a una parte de la comunidad que paga sus impuestos para estar bien atendida por él. Pero la evidencia de todo lo que ha ocurrido y está ocurriendo, la falta de respuesta del Ayuntamiento de Eivissa con una actuación urgente y su falta de interés en todo este asunto han provocado que las cosas hayan llegado a un punto que nos obliga a reflexionar y, dando título a este escrito, caer en la cuenta de que ya no es una cuestión de la construcción de un colegio o de hallazgos arqueológicos, simplemente es una cuestión de vergüenza que la obra, la zona azul y los escombros estén tal y como están.

En cualquier país de Europa, esta paralización de las obras durante varios meses (cuando ya se han encontrado unas soluciones técnicas para respetar los restos arqueológicos y poder construir el colegio sin modificar apenas el proyecto inicial) sería impensable. En cualquier ciudad de Europa viendo los graves perjuicios ocasionados por dicha obra a los comercios y ciudadanos, en pocos días se hubieran pintado las calles e instalado los relojes necesarios para activar la zona azul y evitar males mayores. En cualquier ciudad de Europa, el Ayuntamiento no permitiría a ninguna constructora que dentro de la ciudad dejara tanto tiempo esta montaña de escombros que perjudica innecesariamente, porque sí, a todos los vecinos, tanto por por el polvo y suciedad que se desprenden de ella como por la imagen de país tercermundista que ofrece .

Pero nosotros no somos Europa. ¿Y saben por qué? Porque no tenemos vergüenza.

No tenemos vergüenza por permitir a nuestros ayuntamientos que actúen así. Ni la tienen los políticos por no cumplir con sus obligaciones, por lo menos algunos de ellos. Eso es lo que nos hace diferentes a Europa.

Si ellos tuvieran vergüenza, antes de las elecciones habrían solucionado este problema.

Si otro partido que ha ganado las elecciones la tuviera, de lo primero que tendría que haberse ocupado es de lo referente a este asunto.

No es necesario que nos diga nadie del Ayuntamiento de Eivissa que existen otros muchos asuntos en una ciudad de los que se tiene que ocupar un ayuntamiento y que todos los ciudadanos se creen que su caso es más importante que el de los demás. Y digo que no es necesario porque simplemente no es una cuestón de prioridad o de la subjetividad en la valoración de un problema, es tan solo y simplemente una cuestión de vergüenza.