Vino de Chauen a Ibiza Alí Raisuni a exponernos sus ideas sobre la Alianza de las Civilizaciones. Raisuni es hombre con tan alto concepto del diálogo que lo propuso con los terroristas de la masacre de Atocha. Su moderación le hace pedir, por ahora, solo dos ciudades españolas, Ceuta y Melilla, y no toda Al-Ándalus, Yebisah incluida, como piden otros de su línea. Su idea sobre terrorismo islámico es que prácticamente no existe, a excepción de Al Qaida, porque lo de Hamas «es en defensa. No ataca a los civiles». Prueba nuestra tolerancia que Raisuni diga estas cosas en Ibiza acogido a la libertad de expresión de una sociedad democrática. Prueba el vacío mental de algunos dirigentes el que las diga en un recinto oficial, con las bendiciones del presidente del Consell y subvencionado con nuestros impuestos.

Los líderes del grupo al que pertenecemos, la UE, están de vuelta de la multicultura. Merkel antes, Cameron ahora, dicen las verdades del barquero: «El extremismo islamista autóctono ha sido promovido en efecto por gobiernos que no se enfrentan a una ideología que se opone a sus propios valores democráticos». El gobierno de Ibiza, el de Xico Tarrés, no se entera. Puede que la sordera le venga de la búsqueda del voto de una comunidad musulmana cada día más asentada y numerosa, en Ibiza el 15%, que por primera vez podrá votar este año en las municipales. Ferraz invirtió 150.000 euros en una campaña para que se inscriba en el censo electoral la comunidad extranjera que vive en nuestro país y, según fuentes del comité electoral socialista, esperaban lograr la adhesión de los inmigrantes en los «territorios en los que esta población es importante y puede ser determinante».

Quiere confundir Raisuni con eso de que el terrorismo lo causa la pobreza, cuando sabemos que los terroristas, su nivel de educación y su poder adquisitivo, contradicen esa teoría que tiene segundas intenciones: achacar a Occidente la pobreza de los musulmanes para así concluir que generamos el terrorismo. Presume Raisuni de lo que carece cuando elogia la libertad religiosa de Marruecos, olvidando que han fallado espectacularmente en practicarla: sus leyes persiguen el cambio de religión según la propia conciencia, consideran delito el proselitismo, los cristianos que lo hacen son perseguidos y expulsados y toleran la presencia de creencias no musulmanas mientras se limiten a tratar con extranjeros. La diócesis de Rabat se ve precisada a especificar en su web que se dirige solo a «cristianos extranjeros para vivir la amistad, solidaridad y la oración», porque el mandato evangélico básico para el cristianismo de ´id y predicad´ es delito en Marruecos. Demasiados Estados musulmanes tienen leyes violentas, como las leyes de blasfemia que se usan hoy para condenar a muerte a Asia Bibi.

Las bombas y metralletas que usan musulmanes para asesinar a sus compatriotas cristianos mientras rezan en Argelia, Egipto, Irak, Indonesia o Pakistán, no las carga una pobreza de dinero sino de tolerancia, la asignatura pendiente de una mentalidad que se consolida con lo multiculti. «El multiculturalismo ha conseguido que las culturas diferentes hagan vidas separadas y que la gente tema enfrentarse a actitudes que ven censurables», dice Cameron sobre las consecuencias de que se tolere la intolerancia de inmigrantes que buscan seguir en su gueto. Solo sus propios intereses personales o políticos justifican el papanatismo con que dirigentes de aquí y de allá quieren que aceptemos las restricciones y atentados contra la libertad del individuo.