Dejar de fumar es fácil. Dice en Diario de Ibiza el presidente de los Farmacéuticos de Balears, Antoni Real, que los cigarrillos electrónicos y chicles de nicotina que vende tienen un porcentaje de éxito cercano al 50%. Justo es añadir que, tras incentivar las ventas con tan interesada estadística, Real acepta que lo importante es la voluntad de dejar el vicio. La ley saca a los fumadores de los bares en Ibiza pero un dueño de bar en Alemania consigue que no salgan del local: tres agujeros en una ventana por los que el fumador saca cabeza y manos a la calle y fuma sin salir del bar.

El fundamentalismo antitabaco que hace el fumar enfermedad y al fumador paciente a la fuerza, frustra intentos de eludir la ley con más leyes, como la que acaba de sustituir a la del 2005 que burlaba alguno: Zapatero fuma en el avión oficial y los acompañantes en el avión de Rubalcaba no paran de echar humo. No cabe duda del efecto perjudicial del tabaco, pero el prohibicionismo gubernamental tiende a crear monstruos como Al Capone o el efecto contrario, como cuando Gorbachov prohibió el vodka y la Unión Soviética se llenó de alambiques donde los rusos destilaron lo inimaginable: imponer la virtud por decreto fue la gota que colmó el vaso de la caída del régimen. Tampoco cabe duda que el Estado y sus expertos, que tanto nos prohíben fumar como comer carne o nos vacunan de la gripe A, se inmiscuyen en la vida social con medidas cada vez más exhaustivas y minuciosas. El efecto puede no ser el esperado: encuestas hay que sitúan los fumadores en España en más del 30% de la población y subiendo. La insistencia del Estado en que estemos sanos según su cánon, de definir con la salud pública como excusa quién se debe considerar enfermo, se suma a interferencias en los gustos y la vida social del individuo como prohibir los toros y el burka o lo que la ley Pajín de igualdad por decreto nos traerá si Dios no lo remedia.

Se avecina una cruzada global de notas casi religiosas contra los fumadores. El señor Real no parece al tanto de la Convention on Tobacco Control de la OMS en Noviembre. Van a regularlo todo, aunque no eche humo ni sea cancerígeno, como sus cigarros electrónicos; con lenguaje correcto no prohíben, «regulan»; y declaran con todas las letras su intención de «promover un cambio social». ¿Para que la sociedad vea como apestados al 30% de la población quizás? Aceptado lo del humo de segunda mano, el fumador pasivo, se investiga ahora al fumador de tercera mano, supuesta víctima de restos de humo y nicotina en paredes y muebles donde alguien fumó. Celosos misioneros antitabaco, investigaciones más y menos fiables y gobernantes prohibicionistas sin principio limitador se ciernen sobre los fumadores, pero también sobre la libertad de decidir del individuo.