Nunca me canso de recorrer la calle de Santa María para entrar por sa Portella. Parece que en ese punto se puede abandonar el siglo XXI y cruzar a un espacio sin tiempo definido donde todo es o ha sido posible. Uno de los misterios que se repite a lo largo de la historia como testimonio de realidad, por mucho que choque con nuestra racionalidad cartesiana, es la existencia del alquímico homúnculo, derivado del diminutivo plural de homo. Emparentado con el Golem cabalístico, es literalmente un hombre pequeño, nacido en el laboratorio del alquimista, entre retortas y alambiques, que no sobrepasaba los treinta centímetros. Las primeras noticias escritas que se tienen de estos seres es entre gnósticos hacia el siglo III. Después, en el Medioevo, el famosísimo médico y alquimista valenciano Arnau de Vilanova da instrucciones de cómo conseguirlo a partir de orina o de semen masculino. Dicen que el amigo de Ramón Llull, el que había sido reconocido profesor de medicina en París, Florencia o Bolonia, dio con las condiciones adecuadas para que apareciera un hombrecito. Posteriormente, testimonios como el de Agripa que aseguraba que se podía conseguir a partir de un huevo, siguen manteniendo vivo el increíble asunto.

Pero el que realmente ha pasado a la historia relacionado con el homúnculo es el también médico y alquimista suizo del siglo XVI, Paracelso, que nos da la receta, no sin antes reconocer que se trata de una materia muy oculta y muy secreta: «…encerrad durante cuarenta días en un alambique el licor espermático de un hombre, dejadle que se pudra en un recipiente guardado…, hasta que comience a vivir y a moverse, lo que resulta fácil de reconocer. Tras ese tiempo aparecerá una forma parecida a la de un hombre, pero transparente y casi sin sustancia. Si cuando esto sucede se alimenta diariamente este producto con prudencia y cuidado por medio de sangre humana, y si se conserva durante cuarenta semanas con un calor constante, como el del vientre de un caballo, esta materia se convierte en un niño verdadero y vivo, con todos sus miembros, como el que ha nacido de mujer, sólo que más pequeño». Ya en el siglo XVIII, con la casi siempre constante de ser médico y alquimista, el inglés Robert Fludd no dudaba de que utilizando la destilación de la sangre se obtenían homúnculos... ¿Alguien ha visto correr por Dalt Vila a un hombrecito?