Un ejército silencioso de camareras de piso mantiene abiertos los hoteles de Ibiza mientras se habla de índices de ocupación. Ellas conocen el índice en cada momento por la intensidad del dolor de sus pies y espalda, que traducen con exactitud el número de camas supletorias de las 21 habitaciones que tienen en perspectiva cada mañana. O por sus manos heridas por líquidos de limpieza usados contrarreloj. 21 habitaciones si no aumentan por la baja de una compañera, que las sustituciones por enfermedad son raras en este oficio; y aún quedan terrazas, piscinas, bares y la secuencia de pasillos y salones que el turista encuentra limpios los siete días de la semana.

Los dirigentes políticos mandaron poner monumentos en las glorietas de la isla para conmemorar a diversos personajes, y hasta el huevo de Colón y el podenco ibicenco tienen el suyo, pero han olvidado el homenaje a las mujeres que son la base del funcionamiento de la industria turística de la isla con su trabajo agotador. Pertenece la camarera de piso a una raza de dureza probada, en un trabajo que soporta calor, buenos y malos modos de gobernantas, enfermedades, exigencias más o menos justificadas y hasta humillaciones de turistas desaprensivos. De medir la productividad, la de las camareras de piso deja en evidencia a muchos trabajos vistosos.

Son mujeres el 94,86% de las camareras de piso, según el estudio de Ramos para la Universidad Autónoma de Barcelona, que califica de segregación ocupacional esta realidad, por tratarse de un departamento muy feminizado e indicio de la mayor dificultad de la mujer para acceder a escalones superiores de la jerarquía ocupacional. Comprueba Ramos el efecto negativo que ser mujer tiene sobre el salario al analizar las diferencias entre hombres y mujeres en una economía especializada en turismo, y que la diferencia salarial no la explican las cualidades de los trabajadores, sino la evidente discriminación salarial entre hombre y mujer en el mercado laboral turístico balear. Las nuevas tecnologías sustituirán a trabajadores que hacen faenas rutinarias, pero el nivel de ocupaciones elementales al que pertenece la camarera de piso, el 9 y último en la Clasificación Nacional de Ocupaciones, espera un crecimiento millonario: un trabajo humano indispensable e insustituible por máquinas.

Poco considerado socialmente, el oficio de camarera se asocia a una elevada tasa de abandono escolar y es de los peor remunerados en la hostelería: mínima cualificación profesional y condición femenina lo condicionan. En múltiples casos el trabajo de camarera se continúa con el del hogar, o con el hacinamiento en sórdidas habitaciones que denunciaba la prensa al inicio de temporada a raíz del asunto del grupo GPS, pero que ni son exclusivas de los hoteles de GPS ni novedad para cualquiera que haya visitado las zonas de los hoteles que no ven los turistas. Techos de uralita, sótanos sin ventilación, ausencia de intimidad, condiciones insalubres... encuentran muchas de estas mujeres al acabar una jornada extenuante, en un sistema que tiene bastante de embrutecedor para la persona.

Zonas turísticas de varios continentes han visto la expansión de los emporios de turismo salidos del genio de hoteleros capaces y del trabajo oscuro y no demasiado bien pagado de las camareras de piso. Sin ellas no serían posibles esas fortunas procedentes de la explotación de los hoteles. ¿No habrá en Ibiza bastantes hoteleros agradecidos para sufragar el mejor monumento en reconocimiento a sus camareras de piso?