El Consell de Formentera ha cometido esta semana un error político y estratégico de bulto. Aprovechando la repercusión mediática de la visita de los expertos del Comité del Patrimonio Mundial para evaluar si la ampliación del puerto de Ibiza tiene algún impacto sobre los bienes Patrimonio de la Humanidad, los responsables de la institución formenterense se apresuraron a expresar públicamente su «preocupación» por las condiciones del vertido de fangos del dragado del puerto, exigiendo «garantías» a la Autoridad Portuaria de que cumplirá todos los requisitos establecidos para efectuar esos vertidos, y a la vez airearon a bombo y platillo su pretensión de ampliar con el nombre de Formentera la denominación de los bienes inscritos por la Unesco (´Ibiza, biodiversidad y cultura´), reivindicación que además plantearon en el encuentro que tuvieron con los inspectores, donde no venía a cuento. Esta actuación unilateral no ha podido ser más extemporánea, desleal e incoherente. Hasta los grupos detractores del proyecto del puerto que denunciaron la obra ante la Unesco han actuado con mayor discreción y respeto por el trabajo de los inspectores.

Los responsables del Consell de Formentera han estado muy mal asesorados acerca del alcance de la declaración de Patrimonio de la Humanidad, de los bienes que abarca y de sus límites. Un ex alto cargo notablemente desinformado les hizo creer que el Parque Natural de ses Salines estaba incluido en la declaración y que en consecuencia también lo estaba una parte de la isla; su confusión adquirió tal magnitud que la propia consellera insular de Medio Ambiente, Silvia Tur, llegó a proclamar solemnemente una falsa realidad: que la Unesco «reconoce tanto la posidonia como los sistemas dunares, las salinas, sus estanques y todo el patrimonio salinero, así como s´Espalmador, s´Espardell, Castaví y los demás islotes, como Patrimonio de la Humanidad». Ni con la más distorsionada interpretación de los documentos oficiales podría llegarse a semejante conclusión. Por eso han fracasado todos sus intentos de lograr que la Unesco o cualquier otro organismo sitúe a Formentera en el ámbito de la declaración.

Formentera pretende asociar su nombre al de Ibiza, en plano de igualdad, como cotitular y «cogestor» de los bienes protegidos por la Unesco, pero sus argumentos no tienen ningún rigor, pues ni la jurisdicción municipal del Consell llega hasta los fondos marinos ni la posidonia forma parte del patrimonio histórico-artístico de su competencia. Sin embargo, la institución suple la falta de razones con un desmedido afán de protagonismo y grandes dosis de arrogancia. Desde luego alguien no mide bien las consecuencias de sus actos.

No es una pretensión descabellada que Formentera pueda obtener algún rendimiento de imagen a cuenta del Patrimonio de la Humanidad, pero nunca lo logrará si actúa en solitario y puenteando a los protagonistas de la declaración. Su única posibilidad pasa por lograr el consenso de las instituciones involucradas, pero de momento todas ellas han acogido como un desaire injustificado las declaraciones hostiles e insolidarias que efectuaron el pasado jueves los dirigentes formenterenses. Si el Consell de Formentera pretende obtener algún provecho del Patrimonio de la Humanidad, sin actuar por las bravas como hasta ahora, no tiene más remedio que reconducir este desencuentro y propiciar un clima de diálogo y entendimiento con quienes promovieron y gestionan la declaración. De lo contrario tal vez sea preferible que Formentera busque el reconocimiento mundial de su singularidad por una vía propia más adaptada a sus características y a su potencial, por ejemplo optando a la declaración de Reserva de la Biosfera, que también otorga la Unesco. Sus ecosistemas y la rica biodiversidad de la isla merecerían esta distinción.