Fue para echarse a temblar cuando el Ayuntamiento de Ibiza creó una concejalía de apellido ´sostenible´. El nombre no lo recuerdo, en la confusión creada con tanta cosa sostenible, pero desde aquel instante una fiebre constructora, ésta sí sostenida, no dejó un metro libre de cemento. Es la misma contradicción de los que predican lo sostenible como esencia de la moderación y la ecología, pero se alarman más que nadie cuando no se venden coches y luchan a brazo partido para que suban de nuevo las ventas de uno de los inventos más contaminantes conocidos.

Ahora CCOO exige –este sindicato siempre exige– «la puesta en marcha en las Pitiusas del pacto por una movilidad sostenible como instrumento para alargar la temporada turística». Para quien no lo entienda, aclara el sindicato que ello «nos permitirá caminar hacia un nuevo modelo de crecimiento ambiental y socialmente sostenible». Y así esperan «lograr empleos lo más sostenibles posible». No ven algunos la contradicción de querer más turismo con menos contaminación, cemento, ruidos, carreteras, basuras y excrementos. A más turismo habrá más de todo eso. Los progresistas que ganan elecciones en base a renegar del cemento no quieren renunciar a la causa última del cemento que es el turismo y, cuando éste baja, en lugar de estar contentos quieren enmendarlo como sea. Viven la contradicción de querer a la vez una cosa y su contraria. Pero no están solos. El progresismo va delante en esa idea del avance indefinido sin contraprestaciones y la derecha de encefalograma plano le sigue acomplejada porque da votos el prometer la luna sin trabajos ni penas, sin renuncias a nada. Se parecen ambos en el vacío de ideas y la inconsistencia entre declaraciones y hechos. Cuando la realidad destapa sus contradicciones no parecen replanteárselo y pensar que algo no cuadra: todos quieren que vuelva a subir el consumo. Nos tienen aterrorizados con el fin del mundo esos que hacen protocolos de Kioto para no cumplirlos, pero cuando por la única via posible, quemar menos carbón y petróleo por la crisis, les llega el bajón de las emisiones de CO2 que decían perseguir, todos quieren salir de esto aumentando el consumo, lo que irremisiblemente llevará a volver a quemar a tope y aumentar las denostadas emisiones.

Los de aquí buscan un turismo hipotético: rico y manirroto, abundante, desestacionalizado (ese horrible vocablo), educado, silencioso, admirador de nuestras esencias culturales, respetuoso con el medio ambiente y cumplidor de las normativas. Y traen un turismo masivo, bullicioso, más bien pobretón, discotequero y drogota, poco alfabetizado, incumplidor de leyes o normativas y estacionalizado en dos meses de verano. Es la contradiccion inherente a las imprescindibles agencias de viaje que organizan el turismo: anuncian y venden los paraísos de paz que la gente busca, y destruyen la paz en cualquier lugar donde la haya cuando llevan allí a los turistas. En una situación prolongada de crisis del turismo, en Ibiza habría que plantearse otra vez lo de irse a Argentina. Carreteras, cemento, hoteles, depuradoras, todo eso sobraría y los ecologistas ni tendrían trabajo ni de qué quejarse. Es previsible que como único crecimiento sostenible entonces quedara el del Consell y los entes políticos y sindicales que justifican su gravosa voracidad en la supuesta necesidad de pensar cómo sacarnos de la crisis del turismo.

Sostengo que lo que no se sostiene es la lógica de cuantos usan el término sostenible.