Chistes aparte, el episodio de las máquinas quitanieves para la autovía del aeropuerto, que se compraron y nunca aparecieron, constituye por ahora el colofón a la más vergonzosa obra pública realizada jamás en Ibiza. Y, sin embargo, el problema no reside en que hoy se descubra una irregularidad, mañana otra anomalía y pasado mañana un nuevo caso. Esto no es una sucesión de problemas aislados ni de poca monta. La magnitud y cantidad de las irregularidades que ya se conocen es de tal calibre que, sumadas, sobrepasan la categoría de la chapuza para adentrarse en el terreno de un posible caso de corrupción política.

Unos cuantos y elocuentes ejemplos: mientras que en Mallorca se produjeron detenciones porque un alto cargo de Carreteras aprovechó 60 camiones de tierra de la autovía que allí se construía para hacer un campo de futbito en su propiedad, en Ibiza hay una sentencia que confirma que se vertieron 30.000 camiones de tierra para hacer un campo de golf en terrenos vinculados a la entonces consellera insular de Carreteras. Dinero público para negocios privados. Y, sin embargo, aquí no pasa nada.

Por otra parte, el proyecto de la autovía del aeropuerto empezaba el trazado de esta nueva carretera aproximadamente un kilómetro antes de la rotonda de Can Sifre, cogiendo parte del segundo cinturón de ronda. No habría nada que objetar si no fuera porque el proyecto de ampliación del segundo cinturón de ronda también incluía, a su vez, ese mismo kilómetro. Es decir, un tramo de las nuevas carreteras se proyecto y se pagó dos veces, un dineral que nadie sabe a dónde ha ido. Y, una vez más, aquí no pasa nada.

Además, nadie sabe exactamente para qué sirven las trincheras excavadas en la autovía del aeropuerto. ¿Qué función tienen? ¿Qué mejora suponen en relación con el trazado en superficie? Lo que sí sabemos es que, gracias a estas trincheras, el proyecto encareció notablemente, obligó a prever unos drenajes igualmente caros y que, encima, no se hicieron.

La última sorpresa es lo de las máquinas quitanieves, circunstancia que si se hubiera producido en Mallorca ya habría generado a buen seguro la intervención de la Fiscalía Anticorrupción de ´Balears´. Y es que, ¿qué más hace falta para que este órgano judicial investigue lo que sucedió en Ibiza? Dinero de todos los contribuyentes se esfumó en unas máquinas inútiles e inexistentes. Pero, una vez más, aquí no pasa nada.

La Fiscalía Anticorrupción de ´Balears´ es inexistente en Ibiza y únicamente actúa en Mallorca, donde, es justo reconocerlo, despliega una actividad encomiable gracias a la cual una ingente cantidad de casos de corrupción salen a la luz y acaban en los tribunales. Ahora bien, si casos infinitamente menos sospechosos han generado imputados, detenidos, procesados y registros, ¿cómo se entiende que ante los abultados indicios de las autovías ibicencas no se actúe? Puede alegarse que la Fiscalía de Medio Ambiente ha abierto diligencias sobre cuestiones muy concretas relacionadas con las autovías, pero la dimensión del escándalo sobrepasa el plano medioambiental o fragmentario de hechos aislados.

Sin embargo, aún más inexplicable es la inactividad del Govern balear actual. ¿Cómo se explica que los políticos actuales, que tienen en los cajones de sus despachos todos los informes, facturas y papeles sobre las autovías, y conocen, por tanto, la magnitud del escándalo, no presenten la correspondiente denuncia ante la Fiscalía, con pelos y señales? Así lo ha hecho el Govern en otros casos, sin necesidad, además de auditoría alguna. ¿Qué mantiene maniatado al Govern progresista actual? El solo hecho de las máquinas quitanieves ¿no es suficiente para acudir a la Justicia?

No se trata de acusar anticipadamente a nadie, aunque tampoco se pueden pasar por alto las apariencias de fraude que recaen sobre esta obra pública. Hay una diferencia entre Mallorca e Ibiza. Allí las sospechas y los indicios de corrupción se investigan. Aquí se pasan por alto. Allí se sabe cómo sucedieron las cosas. Aquí, en cambio, nunca sabremos qué sucedió con las autovías. O desidia o complicidad.