A finales del siglo XIX al síndrome de Down se le llamó Idiocia mongoloide y los que lo padecen quedaron etiquetados. Luego los nazis los declararon ´vidas inútiles´ y asesinaron a miles de ellos. El concepto de vida inútil ha tenido éxito y ahora no esperamos a que nazcan: del 85 al 90% de diagnósticos prenatales de síndrome de Down se acaban con un aborto. Prueba de la esquizofrenia de la época, el mismo presidente Zapatero que promueve la ampliación del aborto tuvo reflejos para hacerse la foto con Izaskun Buelta, esa chica Down que le hizo una de las 100 preguntas en la tele y se hizo famosa con el «luego le doy mi curriculum».

Pablo Pineda, un chico con síndrome de Down, ha protagonizado una película sobre su vida tras conseguir un título universitario y viene Die Welt a entrevistarlo a Córdoba: «Estoy en contra del aborto. Pero no por razones morales, sino en razón de la experiencia. Son experiencias duras, pero en extremo enriquecedoras, las que una persona no vivirá nunca si aborta a un niño minusválido. Los padres de niños diferentes se mejoran a sí mismos como padres. Se hacen más tolerantes y más solidarios. Es una oportunidad que se tiene que aprovechar. La elección del ´niño a la carta´ no es buena. De ese modo acabaremos eligiendo al perfecto. Y cuando todos seamos iguales, seremos también mucho más pobres. También las flores son diversas y todas son hermosas. La presión hacia la homogeneización social es un mal para la sociedad. Si todos piensan igual, tienen la misma apariencia, son uniformes, eso es el fascismo». Caramba con la idiocia, el diagnóstico que hace el señor Pineda es elocuente, vamos al fascismo a través de la eugenesia.

No sólo Pablo llama a las cosas por su nombre. Ana Peláez, cargo de la ONCE y del Cermi, llama ´aborto eugenésico´ al autorizado si el feto presenta malformaciones, práctica que denuncia como «discriminatoria por conceder menor valía a la vida de una persona que probablemente llegue a tener una discapacidad», lo que no ve admisible en nuestra sociedad. Y advierte de que «si vamos a una ley de plazos, hay que meter en esos plazos a todo el mundo», que la discapacidad no puede ser un argumento para permitir el aborto «en cualquier momento, por la puerta rápida». Hay quienes intentan suavizarlo, andarse por las ramas para no verlo y hablan de la tragedia del aborto, con una compasión que es cosmética, o insultan a la lógica y clasifican al feto como ser vivo no humano. Quien sí lleva su argumento hasta el final es Peter Singer, un filósofo australiano que admite por supuesto que el feto es un ser humano vivo: «¿Qué otra cosa podría ser si no humano?» y ve absurdo intentar establecer cuándo comienza la vida en lo que es un proceso gradual: «Los bebés humanos no nacen con conciencia de sí mismos, ni son capaces de comprender que existen en el tiempo. No son personas. De ahí que no parezca que sus vidas merecen más protección que la vida de un feto». Por eso propone «conceder un periodo de 28 días después del nacimiento antes de aceptar que el recién nacido tiene el mismo derecho a la vida que los demás». En los campos de concentración también los dejaban nacer y entonces los tiraban. Según la Fundación Gadeso, solo el 4% de los jóvenes de Baleares justifican romper mobiliario urbano pero, en la misma encuesta, justifican aborto y eutanasia el 67%. No son corrientes nuevas: en 1930, 24 estados de los EEUU tenían leyes eugenésicas sobre esterilización de ´débiles mentales´. Lo nazi no pasa de moda.