Resulta difícil hablar de equilibrio económico y social en una isla como Formentera, en la que se visualiza de forma palmaria el contraste entre el verano y el invierno, entre el todo y la nada.

Sólo unos pocos visitantes se atreven a descubrir en estas fechas el lado más auténtico de Formentera: la tranquilidad absoluta, la ausencia de bullicio y de actividad comercial, las calles desiertas y las carreteras con cuatro coches.

También son escasos los establecimientos que permanecen con sus puertas abiertas en invierno. Un ejemplo es el Hostal Rosales, en es Pujols, que tras cinco temporadas de invierno sin funcionar, apuesta ahora por mantener abierto. Es cierto que en esta decisión influye que alojen a los equipos de fútbol y medios de comunicación que se desplazan cada vez que hay un encuentro ahora que la SD Formentera disputa la Copa del Rey y la Liga de Segunda División B.

En este hostal, una clienta, natural de Bilbao, que estaba recogiendo ayer una toalla en recepción, comentaba que había pasado tres días en Ibiza y cuatro en Formentera porque aquí tenía «el descanso asegurado». La jefa de recepción de este establecimiento, Rosario Escandell, reconocía que el invierno «no tiene nada que ver ni en clientes ni en trabajo» con la temporada. El perfil de los que se alojan en el establecimiento en invierno responde a personas de mediana edad que suelen pasar los fines de semana, cuando hay buen tiempo y que buscan «tranquilidad».

En la localidad de Sant Ferran el hostal Illes Pitiüses también permanece abierto. Su clientela, de fin de semana fundamentalmente, está compuesta de visitantes de las islas, turismo nacional y algún italiano, explicó su recepcionista.

«Por dar un servicio»

En la Savina existen otros dos establecimientos, «de toda la vida», porque desde que abrió sus puertas, salvo por alguna reforma, el Hostal Bellavista se mantiene abierto todo el año. La propietaria, Emilia Serra, confirma que en invierno «hay poca cosa, puede pasar algún español, una noche o dos noches y algún trabajador que vienen a alguna obra». Explica que siguen funcionando fuera de temporada porque lo han hecho «toda la vida y no es por lo que ganas sino que es para dar un servicio», cuenta. Ella misma lanza una pregunta: «¿ Si viene aquí una persona en un día de mal tiempo y no puede salir, a dónde va, dónde pasa la noche?». Señala que el bajón de la actividad va entre los meses de diciembre y febrero y si ese mes hace buen tiempo empiezan a llegar los primeros comerciales o empresarios que trabajan en verano para preparar el papeleo.

En el caso de este establecimiento, en el servicio de cafetería trabajan siete personas. Emilia Serra añade que «está muy bien que abran otros, porque a mí me sabe mal que venga gente y me diga 'qué bien que estéis abiertos porque está todo cerrado', eso me da coraje». Apunta que los ibicencos son asiduos en invierno pero admite que en esta época del año «el hotel no tiene vida».

Al lado está el Hostal Bahía. Su propietaria, Maribel Calafat, señala que el local está «medio abierto y medio cerrado», es decir, que solo atienden reservas. Recientemente han alojado a los guardias civiles desplazados para cubrir la seguridad de los partidos de la Copa del Rey. Apunta que, debido al actual sistema de calefacción, que se plantean modificar, mantener calientes las habitaciones ocupadas implica calentar también las vacías «y la factura del butano se dispara».

En Sant Francesc también hay una casa de huéspedes, con siete habitaciones, el Bar del Centro, que aloja a inquilinos singulares y trabajadores de paso. Este establecimiento abre todo el año y en invierno es el centro neurálgico de esta localidad. En cambio el vecino hotel de cuatro estrellas, Es Marès, que mantiene abierta su cafetería, cerró el hotel a mediados de diciembre y lo reabrirá en febrero. Durante estos meses aprovecha para hacer el mantenimiento anual.

El resultado es que en enero la población de Formentera queda reducida a la mínima expresión y los visitantes disfrutan de la más absoluta tranquilidad.