El faro de la Mola se levanta majestuoso en el borde de un acantilado a 142 metros sobre el nivel del mar. Su silueta es un símbolo y su historia forma parte de la memoria colectiva de los formenterenses. La atracción que ejerce sobre los visitantes es más que evidente y proporcional al efecto hipnótico de sus 12 haces de luz que penetran en la noche para señalar a los navegantes la presencia del extremo este de Formentera.

Fue inaugurado el 30 de noviembre de 1861, con un proyecto redactado por Emili Pou. Una de su características, que le hace único, es que «su linterna poligonal de doce lados, es la única de este tipo que permanece hoy en día operativa en el archipiélago, ya que en el resto de faros se fueron instalando linternas cilíndricas, de cristales curvos y montantes inclinados», señala la Autoridad Portuaria de Balears (APB), de de la que depende la gestión de todas las señales luminosas.

La historia del faro y de sus fareros; el funcionamiento de los distintos tipos de fuente de luz por los que ha pasado y numerosas anécdotas están profusamente recogidos en un libro de Javier Pérez de Arévalo (el último farero de la Mola) y Kole Seoane titulado ´El far de Formentera (la Mola)´.

El futuro del faro

A raíz de que la APB decidiera sondear, hace un año, a empresas del sector turístico con la idea de reconvertir los faros en negocios de restauración o alojamientos, varias empresas privadas se han interesado en esta posibilidad y han presentado propuestas para el faro de la Mola. El presidente de la APB, Alberto Pons, ya avanzaba entonces la nueva política en esta materia que ya había impulsado el Ministerio de Fomento un año antes. Pero Pons fue más allá al conocer que el Consell manejaba un proyecto para el uso público del edificio y lo calificó de «fenomenal». Se trataba en definitiva de firmar un convenio, entre administraciones, para la cesión de uso del faro de la Mola y su reconversión en un centro cultural con un museo dedicado al mar.

La consellera de Cultura y Patrimonio del Consell, Sonia Cardona, no tardó en definir la propuesta ante la APB, en el mes de enero de este año. Ahora el expediente depende del visto bueno del Ministerio de Fomento, del que finalmente depende la APB.

La iniciativa que ha puesto el Consell de Formentera sobre la mesa abarca varios aspectos. Por una parte defiende la integridad del edificio del faro por estar catalogado con la máxima protección que impide cualquier variación de su actual estructura. También incide en el valor que representa que no haya sido alterada desde su construcción, por lo que mantiene todos los elementos arquitectónicos originales.

Otra consideración que incluye la propuesta es que el faro de la Mola es un elemento «icónico» y socialmente «tiene fuerza e impacto muy poderoso» para los formenterenses y los visitantes, destaca Cardona. A estas circunstancias se une que hace años un colectivo ciudadano solicitó el uso cultural del faro.

«Cuando el Consell tiene conocimiento de la intención de la APB de abrir a otros usos los faros, plantea, como prioridad, conseguir un uso cultural y público del faro de la Mola», explica la consellera. A partir de ese momento, el presidente del Consell de Formentera, Jaume Ferrer, y ella misma transmiten la intención de llevar adelante el proyecto.

Un centro de interpretación

El objetivo del proyecto es concentrar en el interior del faro de la Mola un centro de interpretación del propio faro y por extensión del resto de señales luminosas. En otra sala se incluiría una exposición permanente que tendría como temática principal el mar recogiendo las distintas formas con las que los formenterenses se han relacionado con este medio a lo largo de la historia, desde la pesca y los elementos relacionados con la navegación, a la propia historia de la inmigración, tan vinculada al mar. También se contempla un espacio polivalente que pueda acoger distintas manifestaciones culturales, con una sala de audiovisuales y todos los servicios asociados; recepción y un punto de información del centro y turística. Los espacios polivalentes podrán ser utilizados como aulas, salas de conferencias, de exposiciones temporales y espectáculos. Además, se reserva la zona restringida al personal y el necesario mantenimiento de la maquinaria del faro.

En el exterior y dentro del recinto de la APB se sitúa otro edificio que podría ser utilizado como cafetería y gestionado, en este caso, por una empresa privada mediante concurso, lo que permitiría compatibilizar el uso público con el privado.

Sonia Cardona insiste en que la propuesta no está cerrada y que están dispuestos a negociar con la APB, con el objetivo de poder gestionar el edificio y transformarlo en centro cultural público.