Unas 200 personas se concentraron ayer en la plaza de Sant Francesc Xavier y se manifestaron por las calles peatonales de esta localidad, desplegando pancartas y haciendo sonar bocinas, cacerolas y silbatos durante más de una hora. Esa fue la forma en la que padres, madres, profesores, alumnos y vecinos decidieron mostrar su rechazo a los recortes en materia de Educación que el Govern balear aplicará el próximo curso escolar.

La cacerolada transcurrió con normalidad, vigilada de lejos por dos guardias civiles, uno de los cuales tomó fotografías de los manifestantes y de sus pancartas. Los participantes en la protesta esperaron respetuosamente a que finalizara una misa de funeral que terminaba a la misma hora en la que se convocó la concentración, a las 19 horas. Tras unos diez minutos de espera empezaron a desplegar las pancartas y hacer ruido con todo tipo de enseres de cocina, silbatos y bocinas. Los manifestantes mantuvieron esa actitud durante una media hora, momento en el que decidieron dar una vuelta a la plaza pasando por la avenida Porto-Salè y después enfilar por el calle Jaume I, ambas peatonales, para luego volver sobre sus pasos y regresar a la plaza, donde pasados unos minutos, dieron por terminar la cacerolada. Mientras, en la plaza se montó una mesa para seguir recogiendo firmas en contra de los recortes.

La presidenta de la Federación de Asociaciones de Madres y Padres (Fampa), Matilde Cabrera, lamentó que no se hubieran concentrado más personas: «Hay gente pero tendría que haber mucha, mucha más; se ve que están en casa en vez de estar aquí para defender el futuro de sus hijos, es una pena que no sean conscientes de lo que se nos viene encima, luego vendrán las madres en septiembre a protestar porque hay demasiados alumnos por clase en vez de estar aquí».

Otra representante de la Fampa, Christiane Daniel, recordó: «Es importante también que la gente sepa que, cada sábado a las doce en la plaza, nos unimos a las protestas contra los recortes, parece que muchos padres todavía no son conscientes del futuro que espera a sus hijos, que significa, con datos, que como mínimo habrá 30 alumnos por aula donde casi no van a caber; en esas condiciones es imposible impartir una enseñanza de calidad».