David Murray saca con mimo su saxo para las fotos. Un instrumento viejo, mate por el uso y en el que, incluso, cuesta leer la marca. «Lo compré en Japón», comenta el músico, que asegura que tiene otros saxos más nuevos pero que sigue prefiriendo este, al que desvía la mirada cada vez que habla sobre sobre él. «Me he dejado la cuerda», comenta antes de posar para las fotos en la terraza del hotel, donde no puede evitar tocar al sentir el instrumento en sus manos.

—¿Por qué Nat King Cole?

—Pues porque Nat King Cole es una gran figura, una estrella muy brillante para la comunidad afroamericana. Fue el primero que tuvo su propio espacio en televisión y en los primeros 60 con su trío hizo anuncios, era un hombre muy negro y muy guapo y a todo el mundo le gustaba. Fue el primer afroamericano en tener éxito. Estaba en el estudio Gramma, en Cuba, con mi mujer, que es también productora y la madre de mis hijos y, en una pared, vimos una foto de él. Era de 1958 cuando sacó su primer álbum en español. Cantaba fonéticamente, seguramente no sabía español, pero a la gente le gustaba, lo valoraron a pesar de que algunos se reían por el español que cantaba. Sonaba un español muy americano.

—¿Cómo traslada esas canciones de Nat King Cole a su saxo?

—Él era un músico de jazz, tocaba el piano y ahí yo tenía una conexión con él. Cuando tuvimos esta idea, como mujer tiene raíces cubanas, su abuelo era cubano, era obvio que teníamos que contar con músico de ese país. Ese fue el inicio del proyecto. El segundo álbum que hizo, en 1961 era más mexicano. Pero, otra vez, Nat era una persona como Duke Ellington, como esa gente que se convierte en el que una comunidad se mira. Te gustaría vestir como ellos, ser como ellos, salir en la televisión, tener tu propio sprograma… En América, si no sales en televisión no eres nadie.

—Cuando se habla de Nat King Cole, la gente piensa en canciones de amor. ¿Qué sería de la música sin amor?

—Bien poco. Yo toco una balada ´No me platiques´, que viene a ser no discutas´. Un hombre y una mujer a veces tienen que discutir aunque no quieran porque hay un sentimiendo muy profundo. La relación más profunda entre dos personas es el matrimonio. Es un sentimiento muy intenso y expresar eso en una canción y que los dos sexos puedan entenderla al mismo tiempo no es fácil. El amor es algo que nadie puede discutir.

—Grabó este disco en Buenos Aires y la gira es con músicos cubanos. ¿Los latinos tienen su propia manera de entender la música?

—Creo que sí. Afroamericanos y blancos americanos la entienden parecida, pero estoy intentado que la gente hispano hablante de América par escuchar esto. Ese sería un éxito para mí, conseguir que la comunidad hispana de América escuche esto. Me he dado cuenta de que la gente española la escucha, pero no estoy llegando a los mexicanos. Vamos a empezar pronto una gira que partirá de Nueva York y llegará hasta California y espero ganar algunos oyentes españoles.

—¿Recuerda la primera vez que tocó el saxo?

—Sí, creo que tenía como nueve años y cuando llegas a esa edad en América te dan un instrumento para tocar. La primera vez que toqué el saxo fue en la escuela y me lo llevé a casa. Sabía que lo iba a tocar porque estaba esperando que llegara ese día. Lo toqué en la iglesia esa noche. Seguramente sonó horrible, pero seguí tocando. Ahora creo que suena mejor [Ríe] Mi madre tocaba el piano, mi padre la guitarra y m hermano y mis primos también. Éramos una familia -banda.

—¿Cuál es su mejor recuerdo sobre un escenario?

—¿En un escenario? ¿Escoger uno? ¡Guau! [Se reclina en la silla y piensa] Es muy difícil. Cada noche en el escenario es diferente porque la gente es diferente, pero puedo recordar algunos conciertos muy emocionantes. Cuando subo a un escenario me dejo llevar por el entusiasmo. En realidad el entusiasmo me lleva. Soy muy feliz en el escenario, es algo muy natural para mí. Nunca me da miedo subir. Es lo que debe pasar al acabar el día. Trabajas mucho y muy duro para estar ahí, así que cuando llegas estás feliz. Muchas veces tengo que contener mi entusiasmo.

—¿Y recuerda la noche del concierto en Ibiza con Dee Dee Bridgewater?

—Sí… Fue una buena noche para mí. Excelente, diría. Disfruté mucho tocando con mi big band. Interpretamos muchos temas que había compuesto. Creo que fue un concierto memorable. Además, al acabar me fui a Cancún y ya no recuerdo mucho más. Fue una buena noche. Es muy difícil escoger una sola porque cada noche es la mejor. La de esta noche [por ayer] será especial porque es la última noche de la gira de verano.

—¿Tocan vacaciones?

—Estoy de vacaciones casi todo el tiempo. Tocamos algunas semanas en festivales de jazz. La próxima vez que toque con este proyecto será con músicos diferentes. La única persona que será la misma es Roman Filiu, saxo alto.

—Dice que en el escenario debe contener el entusiamo. ¿Qué pasa cuando está solo tocando en casa?

—Cuando estoy ensayando en casa, ahora que soy más viejo, tengo que desarrollar mi entusiasmo. Cuando no tocas con gente tienes que animarte tú mismo. No es lo mismo. En un escenario la gente te está mirando y tocas con otros músicos. Es diferente que estar solo. Me pongo discos, de intérpretes y canciones que me gustan y toco con ellos para que me animen.

—¿Qué hace un músico americano viviendo en Europa?

—Porque tengo un hijo de 14 años y una de nueve años y mi mujer lleva una agencia que hace producciones. Tiene un gran proyecto en París con Mazy Gray y hay mucho trabajo que hacer. Viajamos a América todo el tiempo. No se trata de vivir en América o en París, solo ir a donde tenemos que ir cuando tenemos que hacerlo. Voy y vengo de Nueva York para grabar. Viví allí durante 25 años y es importante para mí seguir manteniendo la relación con la ciudad. No pienso dónde vivo, soy un ciudadano del mundo. Además, el mundo es cada vez más pequeño.

—¿Hay diferencias entre el jazz europeo y americano?

—¿Diferencias? Nunca lo he comparado. Creo que el jazz es un mundo muy grande. Es como una iglesia enorme. Abre las puertas y hay sitio para un montón de gente. Euroepos, japoneses… Da igual de dónde vengan. Todo el mundo puede tocar jazz, solo tienen que querer hacerlo. Creo que el jazz es una especie de negocio muy ecuménico. Entra todo el mundo. Puedes hacer lo que quieras y si quieres llamarlo jazz, está bien. Escucho mucha música que yo nunca diría que es jazz, pero le llaman jazz.

—¿El saxo es un instrumento para sentir o para crear?

—El saxo tenor es más elevado instrumento del sonido en el jazz. Es por eso que el jazz lo escoge como el principal. Es fuerte, es sexual, tiene un sentimiento que otros no tienen y, si lo tocas en el modo correcto, incluso puedes hablar a través de él. Por eso me gusta. No es un instrumento rígido, es muy fluido, muy similar a la voz humana. Mucho mas que un chelo. Yo diría que está por encima del piano, pero no sé si debes escribir eso. [Ríe]

—¿Se hablan el uno al otro?

—¡No! ¡No! No hablo con él, hablo a través de él. Nunca he tenido una charla con mi saxo, eso sería muy solitario. No sería capaz. Debería ir al sanatorio si hablara con él. Pero sí intento constantemente hablar a través de él.

—Cuando lo coge para tocarlo, ¿sabe lo que va a decir?

—Intento interpretar una canción, pero pero a veces te alejas de ellas, encuentras otra canción en la canción. En ocasiones surge algo completamente diferente. Fluyes tú mismo. Es la inspiración. Me gusta cambiar. El cambio es bueno.

—¿Qué retos afronta ahora?

—Pues estoy ensayando y cuando ensayo lo hago para encontrar nuevos sonidos en mi saxo. A veces estás practicando y de repente sale algo muy bonito, figuras o formas, que debes desarrollar. Escribo mucho últimamente. Hasta tengo que decirme a mí mismo que pare de escribir, en el piano o en el escritorio, para tocar el saxo y encontrar sus sonidos porque hay muchas notas bonitas dentro. La música suena diferente cuando la escribes en el escritorio, en el piano o en el saxo. Son tres formas diferentes de componer. El método que aprendí en la scuela era sobre el escritorio. Compones más rápido, pero no suena igual que cuando escribes con el instrumento.

—¿Hay canciones que se han quedado en el cajón?

—Sí, y me han pasado cosas muy curiosas con eso. Una vez tiré una canción a la papelera y luego vino un amigo, la cogió y comenzó a tocarla con su trompeta. Sonaba bien. Se convirtió en uno de mis mejores hits. ¡Y yo la había tirado! Es curioso. Lo hice porque pensaba que nunca llegaría a ningún sitio y cuando la tocó sonaba fantástica. La interpretamos juntos, luego la banda y era maravillosa. Se llamó ´Dewey´s Circle´, uno de mis éxitos.

—Dicen que es una leyenda, ¿cómo le suena eso?

—Esta mañana me llamó mi mujer para decirme que una universidad de California me va a hacer doctor. Eso me hizo sentir especial. Dicen que soy una leyenda, eso está bien porque puedo seguir haciendo cosas.

—Cuál es el secreto para que su saxo suene tan dulce y tan enérgico a la vez.

—La respiración y que mi saxo y yo llevamos tanto tiempo juntos que tenemos una simbiosis. Nos necesitamos el uno al otro, supongo. Se supone que es solo un metal, cuando muera será una pieza de metal y quizás otra persona lo toque. No lo sé.

—¿Qué le diría a un músico que empieza en el mundo del jazz?

—Que encuentre su propio sonido, algo que diga cosas de él, que escriba sus propias canciones, con sus propias experiencias, que haga sus propios arreglos para big band o lo que sea. Que haga su propio proceso en la música, que sea individual, original. Puede aprender de otra gente, pero si busca en él mismo seguro que encuentra algo interesante.

—¿Componer marca la diferencia entre un músico y un intérprete?

—Sí, cuando escribes tu propia música otra gente puede desarrollarla. Tu también la desarrollas, tienes que encontrar tu estilo. Si quieres ecribir un libro no puedes escribir una hora y media al día no funciona así. Tienes que meterte de lleno. Ir al fondo para encontrar la esencia de ti mismo, tienes que entrar en ti mismo, buscar y encontrarte entre la maleza. Hacer tu propia música te obliga a buscar dentro de lo más profundo de ti.