Don Xesús Abelardo Rábade Villar, más conocido como Abe Rábade, mucho más corto y simple, es uno de esos tipos dicharacheros y simpáticos que a todos nos gustaría llevarnos de tapeo al bar de la esquina. Afición a la gastronomía en miniatura ya se le supone, dada su condición de gallego (nació en 1977 en Santiago de Compostela). Encima, sabe un montón de música, especialmente de jazz, hasta el punto de que, a estas alturas del partido, se ha convertido en uno de los mejores pianistas del país, con permiso de Chano Domínguez, por ejemplo. Este señor, que además se dedica a la composición y la docencia, es, desde ayer, uno de los encargados de impartir las clases teóricas y prácticas del primer taller de interpretación e improvisación de jazz que se lleva a cabo como actividad pararela al Eivissa Jazz, cuya edición número 23 arrancó anoche con un concierto ofrecido por la Eivissa Jazz Big Band y el grupo de flamenco de fusión Nuevos Caminos. Junto a Abe, otro ilustre jazzman, el saxofonista Jesús Santandreu (Carcaixent, 1970).

Se trata, evidentemente, de dos pesos pesados. Uno, Abe, es locuaz. El otro, Jesús, lacónico. En cualquier caso, ambos dominan la materia. Este seminario, que concluirá hoy mismo, está dirigido a instrumentistas y estudiantes con nivel medio en conocimientos de jazz, que, al finalizar el cursillo, habrán asistido a seis horas lectivas, previo pago de 30 euros. A las explicaciones de ayer por la tarde, sobre el escenario de Can Ventosa, acudieron 21 personas de edades diversas, desde jovencitos hasta intérpretes ya experimentados como Adolfo Villalonga y Joaquín Luzón. Gracias al taller (workshop, según el programa), estos afortunados discípulos ampliarán el vocabulario jazzístico en sus dimensiones rítmica, armónica y melódica.

Al maestro Abe se le ve el plumero. Se nota que, antes, supo aprender y que, ahora, sabe enseñar. Ambas facetas no resultan nada sencillas. Las clases, amén de su carácter pedagógico, contribuyen a crear ambientillo de cara a las tres veladas del baluarte de Santa Llúcia: «Refuerza el festival, lo hace más ibicenco», señala Rábade aludiendo a esta «buenísima idea». El pianista tilda de «muy receptivos» a los alumnos. «Nosotros aportamos nuestra experiencia, se la transmitimos a ellos», subraya. Su compañero Jesús también se muestra satisfecho: «Los veo a todos con los ojos abiertos como platos». Desde luego, hay mimbres para elaborar un bonito cesto. Si tuviese que calificarlos, Abe les pondría a sus chicos «un bien».

Uno de los inscritos, el clarinetista Santi Moreno, manifiesta su entusiasmo sin cortarse un pelo: «Poder disfrutar de sus conocimientos representa un privilegio». A su lado, el trombonista Vicent Tur tampoco oculta su enorme satisfacción. «Vale la pena solo decirles hola», afirma. Definitivamente, nos iríamos sin dudar de tapeo con el amigable Abe. Pero si le damos cuerda seguro que correremos el riesgo de que el camarero acabe echándonos del bar.