Bárbara Elorrieta, actriz, estaba un día en un restaurante cuando vio una tarta blanca, pequeña, delicada y perfecta que le llamó la atención. Estaba buscando alguna actividad que le gustara con la que complementar su carrera y en ese momento supo que lo había encontrado. Quería ser pastelera. «Me apetecía aprender cómo se hacía, pero en España no hay ningún lugar en el que aprender, así que compré libros y me puse a ello», recuerda Bárbara, que ha participado en series como ´Diez en Ibiza´ o ´Negocis de família´ y en películas como ´Rojo Intenso´.

Aún recuerda la primera tarta que elaboró después de leer aquellos libros. «Era muy básica, redonda, recubierta de crema de mantequilla y con la cara de Hello Kitty. Yo misma me sorprendí de lo bien que había quedado porque antes no había preparado ni un simple bizcocho», explica.

Bárbara regaló aquella primera tarta a una niña, que lloraba porque no quería destrozar la tarta para comérsela, rememora entre risas.

La actriz señala la dificultad de elaborar este tipo de tartas. «Es una técnica muy diferente, se necesitan materiales de calidad, prácticamente tienes que esculpir la tarta y saber cómo cubrir el bizcocho con la pasta de azúcar, que se cuartea fácilmente», detalla. Bárbara, que explica que su aprendizaje para elaborar este tipo de pasteles ha sido «progresivo». «Cada nueva creación es un logro, vas sumando estructuras, es un juego», comenta contenta. De hecho, asegura que la elaboración de estas tartas tiene que preverse con antelación, ya que hay elementos que necesitan tiempo para secarse: «La correa de un bolso, por ejemplo, necesita más de una semana», ilustra Bárbara Elorrieta, que invierte un mínimo de entre seis y ocho horas en los pasteles más sencillos y una media de tres a cuatro días en cada una de sus creaciones. «Hay gente que te llama pidiendo algo para esta noche. No puede ser. Necesita tiempo», insiste.

En vista de que crear estas originales tartas se le daba bien, después de vender todas las que hizo en sus inicios, decidió crear su propia empresa, Cake Me Home. «Entonces los vendía muy baratos porque se puede decir que los hacía como práctica, pero cada vez me iban pidiendo más», recuerda. Ahora, se plantea la posibilidad de ir a Estados Unidos o Gran Bretaña para aprender más. «Tengo los cursos requetemiradísimos y lo haré», asegura. Lo que aún no ha decidido es el lugar. «En Inglaterra son más del detalle, mientras que en Estados Unidos prefieren las grandes creaciones, como dinosaurios de un metro de alto», explica.

Cuando decidió cambiar los escenarios y las cámaras por la repostería, en casa, aunque sorprendidos, se lo tomaron bien. «Sabían que estaba en un periodo de búsqueda, vieron los resultados, que se me daba bien y me animaron a seguir adelante», indica Bárbara, que en estos momentos está centrada de lleno en su nuevo trabajo. Aunque no abandona la televisión ni el cine, sí deja a un lado el estrés por conseguir un papel. «Si hay algo que me interesa y me ofrecen, si fluye, lo haré, pero se ha acabado estar encima de todo el mundo para conseguir un trabajo», declara convencida.

Aunque tiene la sede de su empresa en Mallorca, en verano trabaja en Ibiza. Ha sido aquí donde ha elaborado una de las tartas de la que está más orgullosa: «Era una tabla de sushi. Fue muy sorprendente conseguir el efecto de la madera», indica Bárbara, en cuya cocina apenas tiene sitio para guardar los más de 50 moldes diferentes de bizcocho que utiliza para su trabajo, en el que, a pesar de lo que se pueda creer, asegura que no hay nada imposible. Solo hay que mirar su catálogo para comprobarlo: camisas, gorras, bolsos, zapatos de Prada, princesas, castillos con todas sus torres, coches, guitarras, corsés, iPhones, campos de fútbol y hasta un dios Ganesha sentado sobre un cojín. Algunos parecen tan reales que a la gente le cuesta creer que se puedan comer. «Hace unos días llevé una tarta a un restaurante y el personal pensaba que era de mentira. ¡Me preguntaron si era de plástico!», recuerda entre carcajadas. Eso sí, por muchas horas de trabajo que le cuesten sus pasteles no siente ninguna pena cuando ve cómo los devoran. «Que se los coman, que para eso he pasado tantas horas en la cocina», anima.