Tras casi 20 años de relación con Formentera, Christina Rosenvinge (Madrid, 1964) prefiere visitarla en otoño o primavera, cuando el ajetreo turístico es solo un recuerdo y las tardes sosegadas le ofrecen tranquilidad e inspiración. Pero en esta ocasión ha afrontado con mucha ilusión su visita veraniega. ¿El motivo? La cantante realizará su primer concierto en la Pitiüsa menor para presentar ´La Joven Dolores´, un trabajo con claras resonancias isleñas. Dice que Formentera ocupa un lugar especial en su vida porque conserva el encanto natural, por eso anima a las administraciones locales a mantener la guardia bien alta.

—¿Cómo surgió su último disco?

—Después de haber publicado ´Tu labio superior´ entré en crisis con los temas que escribía y vine aquí para relajarme. Escribí el primer tema del disco, ´Canción del eco´, bajo una higuera. En realidad, todo en este trabajo está basado en lecturas e historias muy personales que relaciono con Formentera. De una manera natural se metieron en los temas muchos elementos de la isla: el mar, el verano, los poderes naturales…

—Ponga un ejemplo de esa conexión.

—La relación es muy personal, no hablo en concreto de ningún sitio. Por ejemplo, el tema ´Jorge y yo´ hace referencia a los veranos que pasaba con mi hermano durante la infancia y he escogido una cueva de Formentera para localizar la historia. Lo que he hecho ha sido un trabajo de imaginación, he elegido escenarios naturales para situar en ellos lo que quería contar. Se trata de un trabajo de ficción que empezó aquí, se pulió en Madrid y grabé en Nueva York.

—Un triángulo muy singular…

—¡Este disco ha viajado mucho! Era muy gracioso estar en un sótano de Brooklyn grabando canciones que hablan del mar y del viento. El contraste era tremendo.

—¿Ha empezado a pensar en su próximo disco?

—Ahora estoy trabajando en un disco nuevo y una recopilación de mis 30 años de carrera musical que me ha pedido Warner. Está siendo muy divertido explorar desde los principios, cuando tenía 16 años y participaba en el grupo ´Ella y los neumáticos´, hasta la actualidad.

—Dice que la isla le ha inspirado mucho, se merecía un concierto suyo.

­—Me parece hermoso que a mí, que al fin y al cabo soy una extraña, se me permita formar parte de las fiestas locales. Este concierto tiene otro elemento especial: me acompaña Raül Fernández Refree, un músico de Barcelona con el que estoy tocando y componiendo últimamente.

—¿Había navegado en ´La Joven Dolores´?

—Nunca, cuando llegué invitada por mi amigo el fotógrafo Alberto García-Alix, ya no hacía el trayecto entre Ibiza y Formentera, pero para mí este barco es una metáfora de supervivencia. La gente que conocí cuando llegué en 1992 me decía que la isla había cambiado mucho, que se había vendido al turismo. Y yo no entendía nada, me parecía que estaba vacía y bien conservada. Muchas de estas personas habían llegado a bordo de ´La Joven Dolores´ durante la década de los setenta y ochenta.

—¿Formentera sigue siendo para usted un lugar especial 20 años después?

—Para mí toda la isla está cargada de momentos. Me gusta pasear por los acantilados de la Mola, recorrer toda la playa de Migjorn o perderme por los bosques de es Cap. Ahora se está promoviendo el turismo sostenible y aplaudo que sea así, porque esta isla es muy pequeñita y puede arruinarse muy fácilmente.

—¿Qué opina del tráfico veraniego?

—Creo que Formentera es ideal para recorrerla en bicicleta y habría que hacer un esfuerzo para reducir los coches y motorinos. El verdadero tesoro de la isla es el aire un poco salvaje que tiene.

—¿Cómo se desplaza por la isla?

—Me encanta la bicicleta por varias razones: me pone de buen humor, me mantiene en forma y es un transporte que ni hace ruido ni contamina. La subida de la Mola es el único punto de Formentera solo apto para corazones fuertes.

—¿Se ha atrevido con la Mola?

—Sí… Pero acabé andando con la bicicleta a cuestas.