Apenas unos días después de acabar las clases en sus institutos en Ibiza, cuatro adolescentes de la Asociación de Altas Capacidades y Talentos de Eivissa y Formentera (Actef) estaban de nuevo en clase de matemáticas, de lengua y de ciencias. A miles de kilómetros de casa, eso sí, y sin la presión de las notas. El grupo, formado por chicos de entre 14 y 18 años, regresó la noche del miércoles a la isla, emocionados después de una semana conviviendo con familias alemanas, a las que han invitado a pasar unos días en Ibiza. Aseguran que pasar las 24 horas del día con otros chicos de su edad les ha ayudado muchísimo a mejorar su alemán.

«El primer día ya nos estaban esperando. Las familias casi nos raptaron a los chicos para llevárselos a hacer actividades», explica Marcela Friedrichs, profesora de alemán de los ibicencos, que les acompañó en el intercambio con la escuela secundaria Georg-Schulhoff. «Desde el primer momento comenzaron a hacer planes. Enseguida estaban organizando barbacoas, paseos y excursiones», comenta la profesora, que señala que los chicos alemanes estaban encantados con la visita, ya que con la excusa de enseñarles la vida nocturna de Düsseldorf, los padres les dejaban volver a casa a las once de la noche. «Eso es muy tarde en una ciudad alemana», indica.

Uno de los momentos más divertidos del intercambio fue el encuentro gastronómico, en el que los ibicencos invitaron a los alemanes a degustar algunos productos típicos de la isla: botifarró blanco y negro, sobrasada, queso, olives trencades, orelletes y flaó. «Llevábamos una maleta solo para toda la comida», recuerdan los adolescentes. Lo que más gustó fueron las orelletes y los embutidos, además de las tortillas de patatas que prepararon ese mismo día. Lo que menos, las aceitunas, que algunos encontraron demasiado amargas. «También llevamos un buen vino de aquí que bebimos solo los profesores», matiza Friedrichs. El flaó despertó pasiones. «En los dos sentidos. A unos les encantó y a otros, en cambio, no les gustó nada», añade.

Los ibicencos han regresado impactados por la libertad de desplazamiento que tienen los adolescentes con los que han compartido una semana. «Tienen un transporte que les permite ir a cualquier sitio sin depender de nadie», alaban. También se han sorprendido de ver que allí las vacaciones de verano no empiezan hasta finales de julio. «Estaban a punto de comenzar la época de exámenes», explican recién llegados de sus vacaciones alemanas, que ya disfrutaron el verano pasado y que esperan poder repetir para celebrar el final del próximo curso de idiomas.