La princesa María Gabriela Giuseppa Aldegonda Adelaida Daisy Ludovica Felicita Gennara de Saboya es hija del Humberto II, último rey de Italia y de su esposa, la princesa María José de Bélgica. María Gabriela es una apasionada de Ibiza, donde veranea cada año y tiene grandes amigos. En esta entrevista exclusiva para Diario de Ibiza habla de su relación con la Familia Real, las monarquías europeas, el exilio vivido durante las Segunda Guerra Mundial, su afición por la lectura y su independencia.

—¿Que opinión tiene de Ibiza, lugar donde pasa sus vacaciones y reside con frecuencia?

—Es una isla que me gusta mucho. La conocí por primera vez en el año 1966 cuando vine en un barco con unos amigos. No existía prácticamente nada de lo que hay ahora. Era un paisaje salvaje, bonito y natural, como le gusta a la gente de la isla. Volví buscando el sol y encontré este lugar donde resido cuando estoy aquí.

—¿Se siente a gusto aquí?

—Mucho, tengo amigos, navego, hago lo que me apetece y, sobre todo, leo porque aquí tengo el tiempo para ello. Me olvido hasta del teléfono y estoy encantada. Te puedes bañar con treinta grados en el agua de Formentera, ésa es una gran ventaja de Balears. Son islas bonitas y agradables. Lo peor son los extranjeros que vienen, ya que no todos son simpáticos.

—¿Los cambios que ha sufrido la isla perjudican o benefician a su conjunto?

—Es muy difícil juzgar eso y, además, es ineludible porque hay una evolución, hay más gente que vive en la isla y eso implica más tráfico, calles y caminos para poder movernos. Es triste en el fondo porque todo lo auténtico, lo folclórico y lo payés, como se dice, está desapareciendo. Te puedes quejar y gritar, pero está sometida al progreso como en otros lugares de Italia y Europa. Afortunadamente, creo que ahora se está controlando más el tema urbanístico.

—Ha mantenido una gran relación con la Familia Real española desde su época en el exilio.¿Cómo se inició esa relación?

—Conocí a Don Juan y Doña Ana María en 1947 cuando llegamos también exiliados a Portugal. Tenía seis años entonces y guardo una anécdota simpática de ese momento. Cuando les fuimos a visitar le pregunté a mi hermana si tenían corona y me dijo enfadada: ´Tus padres tampoco van con corona´. Hicimos amistad con Doña Pilar y la Infanta Doña Margarita, que es un año mayor que yo. Nos veíamos a menudo con otras familias reales, como los condes de París, que tenían once hijos. Personalmente me gustaba más ir a la goleta ´Giralda´ porque era donde había más calma.

—¿Qué recuerdos guarda de esa época de su vida infantil en el exilio?

—Recuerdo a la familia de los Condes de París, que eran muy revoltosos y violentos. Estaban divididos en tres grupos: mayores, medianos y pequeños. Mi hermana mayor, María Pia, iba con los grandes; yo, con los medianos, y mi hermana María Beatriz, con los pequeños, los gemelos. Era como una marea de exiliados de la Segunda Guerra Mundial, el presidente Antonio de Oliveira Salazar los aceptó y Portugal se mantuvo neutral durante la guerra.

—¿Y cómo es su relación actual con la Familia Real Española ?

—Muy buena, ahora nos vemos menos ya que hace cuatro años que dejé de cazar, cosa que me gustaba mucho y donde más me veía con el Rey. Hay que dejar de hacer algunas cosas a cierta edad. Ahora no fumo, no cazo y, sin embargo, hago otras cosas que me compensan. Veo más a Doña Pilar y a la Infanta Margarita. Con la Familia Real coincidimos en bodas o funerales.

—Sea sincera. ¿Qué hay de cierto en lo que se ha especulado sobre su relación con el Rey Don Juan Carlos?

—De joven, en Portugal, yo ya era muy alta, medía un metro ochenta y siempre bailaba conmigo porque era igual de alto. [Ríe] Éramos novietes, como se suele decir. Nos escribíamos e íbamos juntos de cacería, navegábamos en barco, íbamos a la playa y hacíamos cosas muy sanas en Portugal. Juan Carlos era muy simpático y nos divertíamos. No existía la sociedad de consumo y era otra forma de vivir, era un lugar muy bonito, incluso se parecía un poco a Ibiza, pero el agua del Atlántico estaba helada.

—¿Qué opinión tiene de Doña Letizia?

—La conocí en su boda y la he visto un par de veces en La Zarzuela. Creo que es una mujer inteligente que está haciendo bien su papel. Ser princesa es un trabajo diario. Sabemos que la Reina hace su trabajo a la perfección porque ha nacido para ello, pero para Letizia es diferente.

—¿Cree que por su condición de plebeya está sometida a más presión mediática que el resto de los miembros de la Familia Real?

—Pienso que sí, quizá porque es guapa, joven y es la futura Reina de España.

—¿Cree que la monarquía tiene poco futuro en Europa?

—No soy la Sibila Cuma [una pitonisa antigua]. Las monarquías irán desapareciendo poco a poco, pero no hay que olvidar que la historia cambia de curso. Y hay curso y recurso. A lo mejor pueden volver o recuperarse, nunca se sabe, ya que hay diferentes maneras de ser monárquico y eso influye. En Polonia, a la muerte del rey se realizaba un cónclave para escoger entre las familias reales al sucesor, que no tenía que ser necesariamente su hijo sino cualquier otro miembro de las familias reales. Creo que en Malasia se elige actualmente de esta forma.

—¿Pese a la importancia y la riqueza de las monarquías como las de Inglaterra, Holanda o el Norte de Europa?

—Las monarquías inglesa y holandesa son muy poderosas y las del Norte de Europa están muy bien instaladas. Dependerá de la evolución de la sociedad y las gentes. Creo que es una buena institución para gobernar porque no hay partidos y cada vez más los presidentes de gobierno tienen las manos atadas y deben complacer a todos los que les han apoyado para llegar al poder. Esto es un gran handicap para un presidente de gobierno mientras que la monarquía está al margen de los partidos.

—Usted asiste a grandes bodas reales europeas y a eventos de la realeza. ¿No cree que los fastos de las celebraciones están mal vistos en tiempos de crisis como el actual?

—A la gente le gustan las bodas reales porque les encanta soñar. También hay hijas de presidentes de gobierno que han hecho bodas prácticamente reales en España.

—Volvamos a su vida personal. ¿Qué es lo peor que vivió en el ambiente en el que se crió?

—Lo peor ha sido el exilio. Cuando nos fuimos de Italia tenía solo cinco años y no me acuerdo mucho de esa época. Solo recuerdo bien la tensión que vivían mi padre, mi madre y toda la familia porque partimos en un barco de guerra y estaban muy preocupados por el referéndum y lo que estaba pasando. En la vida hay cosas buenas y malas. Entiendo que cuando hay cosas malas las buenas se pueden valorar más. Hay que ser optimistas en la vida. No hay que perder el tiempo siendo pesimista porque te vuelves insoportable.

—También habrá tenido momentos maravillosos.

—Uno de los momentos más bonitos que recuerdo fue cuando aprobé mis exámenes tras cuatro años de estudios en la École du Louvre. Empezamos 900 estudiantes y acabé tercera de mi promoción. El nacimiento de mi hija y de mis nietos también ha sido bonito. Cada momento de la vida tiene cosas buenas.

—¿Se siente todavía en el exilio?

—No, ya no. Mi padre se sintió exiliado porque se fue a los 42 años de Italia. Era un hombre adulto y estaba preparado para ser rey. Él sufrió mucho y echó de menos su país. El exilio es una posición muy dura para alguien que tiene raíces. Yo no tengo tantas, soy europea. No me gustaría vivir en Estados Unidos o en China, sí en España, Italia u otro sitio de Europa. Me siento muy europea.

—¿Le hubiese gustado ser reina?

—No, para nada. ¡Que horror! Hay gente a la que le gusta, que tiene vocación. Recuerdo que la reina Fabiola, cuando se casó, me dijo: ´Sé que tengo que hacer un trabajo y ésta es mi vocación´. Ser reina puede ser muy agobiante en algunos momentos. Cuando hay un accidente o una desgracia tienes que ver a las familias que han perdido a sus seres queridos. Yo no sabría hacer ese papel porque rompería a llorar con la familias. No tengo vocación de reina, creo que no compensa.

—¿Qué le gustaría ser?

—Me gusta ser libre, disponer de mi tiempo, de mi vida, poder viajar, estudiar y moverme. No me gusta la gente que me hace demasiadas preguntas. Quiero ser, ante todo, independiente.

—¿De no haber sido princesa, qué le hubiese gustado ser en la vida?

—He nacido princesa, es un estatus. Estoy contenta por ello porque mi padre me educó de la mejor manera posible y me empujó a estudiar. Mi mayor placer en la vida es la búsqueda de cosas, aprender, viajar y conocer.

—¿Que opinión tiene del presidente de Italia, el señor Berlusconi?

—Al parecer le quieren mucho, es muy popular en algunos sitios, en otros no tanto.

—Pero los periodistas no le quieren tanto…

—No, en eso recuerda mucho a la gente del pasado. Creo que el parlamento tiene que cambiar de vez en cuando al primer ministro. Tiene un escándalo tras otro con mujeres, pero es un personaje inteligente, que hace reír aunque no puede compatibilizar las responsabilidades de estado con los negocios.

—Hábleme de su Fundación Humberto II y María José de Saboya.

—Mi padre coleccionó durante treinta y siete años de exilio todos los cuadros, grabados, libros y hasta las cerillas en las que había imágenes de los Saboya. Quería hacer un museo de la dinastía pero no tuvo tiempo y yo he retomado la iniciativa y la he puesto en marcha. Hemos hecho exposiciones de mantos de corte de mi madre y mi abuela, trajes de los años treinta en París y Turín y me gustaría hacerlo también en España, porque a la gente le gusta ver este tipo de cosas, son lindas.

—¿Y el famoso secreto de las joyas de la familia Saboya?

—Las joyas están en un banco de Italia y, al parecer, hay miedo a mostrarlas. La mitad de ese tesoro es patrimonio de los Saboya porque las piedras eran de la familia y fueron mejoradas más tarde. Hay un acuerdo entre el Estado y los Saboya. No entiendo por qué no se muestran en público. El presidente del Banco de Italia siempre dice que las enseñará, pero no lo hace. No hemos visto ni siquiera una foto. Hice un libro sobre la casa Saboya y pedí permiso para hacer fotos pero no lo conseguí, así que puse la foto de 1947, momento en el que se depositaron las joyas ahí. Quizá dentro de 200 años se abra el cofre y resulta que no hay nada dentro.

—Usted es una mujer guapa, inteligente, simpática y habla cinco idiomas. ¿Cómo es que está soltera?

—Estuve casada, tengo una hija y nietos. Estoy muy bien así, tengo muchos amigos y me gusta salir. Mi vida está casi cumplida, no quiero casarme otra vez ni tener más hijos.