—¿Cómo surgió presentar ´De Miguel a Miguel´ en el Palacio de Congresos de Ibiza?

—Estamos ensayando y preparando desde hace cinco meses en el Teatro Español el montaje ´De Miguel a Miguel´, que traeremos a Ibiza. Es un homenaje a la obra de Miguel Hernández a través de un recorrido poético y musical. Estando de vacaciones surgió la idea de hacer algo en Santa Eulària y, dado que el pianista y compositor de la obra, Luis de Arquer, y la chelista Gabrielle Kaufman están aquí, decidimos hacer algo en Ibiza.

—Y de paso rinde un homenaje a su pueblo.

—Llevo en Santa Eulària 40 años, he ido al colegio y he crecido aquí, así que pensé que sería también un homenaje a la gente con la que me he criado, a mi pueblo y a Ibiza. Me apetece mucho darles un reconocimiento.

—¿Por qué esta obra, ´De Miguel a Miguel´?

—El día 30 de octubre es el aniversario del nacimiento de Miguel Hernández y ese día arrancamos la obra, que irá de gira por España y Sudamérica. Así que será como un preestreno para que disfruten los isleños. Es un adelanto de la función completa, un recital de 70 minutos.

—¿Le fascina Miguel Hernández?

—Fue un personaje impresionante, un poeta de poetas que tuvo una vida terrorífica. Lo hizo todo por el amor que sentía por la poesía y por su oficio, pero fue maltratado injustamente. Le encerraron después de la Guerra Civil y murió diez años después. Le llamaban el ´turista de las cárceles´ porque fue el preso de guerra que más cárceles visitó en España.

—¿Y la música acompaña?

—La música de Luis de Arquer es fantástica y le va como un guante a la poesía de Miguel Hernández. El montaje con los versos es muy impactante porque Miguel Hernández era un hombre muy directo que hablaba de las cosas de la vida sin tapujos.

—¿Cómo ve Ibiza desde la óptica del paso del tiempo?

—Soy hijo adoptivo de esta tierra. Es el sitio donde más he vivido, tengo los mejores recuerdos y las amistades más íntimas, con las que me he criado de pequeño, que son las que quedan. Ibiza está muy cambiada en algunas cosas. En otras no. Sigue teniendo ese encanto popular y rural de la gente de la isla, que son los que la aman y la respetan. Tengo mucha relación con los vecinos del valle de Morna con los que iba al colegio y que ahora son empresarios o tienen una tienda de comestibles. Son mis amigos de verdad y me siento muy unido a ellos. Me aporta mucha tranquilidad la zona norte de la isla, porque cada cosa tiene su tiempo.

—¿Estos cambios conllevan una pérdida de la esencia y la idiosincrasia de la isla?

—Quizá se está confundiendo libertad con libertinaje y hay que tener mucho cuidado porque la línea es muy fina y, si te pasas, se convierte todo en un merder.

—Hablemos de cine y teatro, que es lo suyo. ¿El cine español está en el paro?

—Está en un momento de cambios importantes. Hay nuevas generaciones de actores muy potentes con ideas muy claras que están intentando asentar sus bases, unos más rápidos que otros. El cine español de autor, que es el que cuesta llevar adelante, es bueno. Somos punteros porque hay buenos guiones, buenos actores y buenos directores.

—¿Qué le falta para ser competitivo?

—Falta una buena producción, algo muy difícil, que pueda competir con las multinacionales que tienen todas las salas del país para exponer sus productos. Quizá tenemos que dar entrada a ese cine más pequeño en lo comercial pero más revolucionario que las películas sobre Spiderman o la guerra de Irak. Tienen mi respeto, pero pienso que hay historias más importantes, nuevas y viejas, de este país que contar. Historias de la gente que he hecho grande el cine español, como Antonio Isasi, otro ibicenco de adopción.

—¿Y qué nos diferencia del cine americano o de otros cines europeos?

—Lo que diferencia al cine español es la autenticidad. No solo con inventiva sino también porque hay una gran parte de verdad a la hora de hacer cine. Eso nos diferencia, el ser honestos con nuestras vivencias y sacar esas historias tan maravillosas que existen.

—Parece que los actores están obligados a rodar más series de televisión que películas.

—No nos queda más remedio que refugiarnos en la televisión porque tampoco hay otra producción que no sean las series. Incluso el cine se hace, en gran medida, con el dinero de la televisión. Las cadenas deberían apoyar iniciativas como las de TVE, que está empezando a producir más tvmovies para rellenar su parrilla. Ése es un género de televisión en el que podemos ejercer nuestro oficio.

—Está en el paro cinematográfico desde 2005. ¿Tiene algún proyecto en marcha o en mente?

—Estoy trabajando en varias cosas, pero como hace tiempo que no salgo en la caja tonta y en los programas rosas, cosa que me he prohibido porque me quita más vida de la que me da, parece que no trabajo, pero no es así. Me he prohibido hablar si no es de cosas serias. El proyecto más importante ahora mismo es ´De Miguel a Miguel´, llevamos cinco meses con los ensayos de la música y el ensamblaje de la obra, que nos tendrá más de un año de gira, y acabo de terminar una película en Bélgica que se llama ´Cannibal´, dirigida por Benjamin Vire, que llegará este año a España.

—¿No ha tenido la tentación de embarcarse en una aventura detrás de las cámaras?

—Estoy trabajando con un proyecto de película que quiero dirigir y rodar aquí en Ibiza. Sería mi primera obra como director y trata de algo tan sencillo como contar las historias que viví durante los años setenta, que para mí fueron maravillosos, con una serie de familias que me rodeaban a mí y a mi familia. La forma en que vivíamos era de película. Era algo muy limpio para el alma. Quiero trasladar esas vivencias de mi niñez entorno al colegio del valle de Morna, que fundó la madre de mi mujer, hablar de las familias y las historias de amor y desencanto vistas desde un punto de vista muy naif, por decirlo de alguna manera.

—Un regreso a la infancia.

—Algo así, estamos con los guiones y a finales del próximo año tendremos fecha de inicio del rodaje.

—¿Tiene ya nombre para esta película?

—No, pero habrá que ir pensándolo o hacer un concurso para buscarle uno.

—¿La saga de los Molina sigue siendo un filón para el arte?

—Sí, no para. Cada vez somos más. Ahora triunfa Olivia, que es número uno en Turquía, y detrás viene una generación más joven en la que está mi hijo pequeño, que con solo diez años ya ha hecho su primer corto. Vamos uno detrás de otro, abriendo nuevos caminos y viendo cómo hacemos feliz a la gente, que es lo importante.

—¿Es cuestión de genética o de oficio?

—La genética tira, pero también lo que vives. Cuando me despertaba para ir al colegio mi padre ensayaba canciones al piano. Era mi despertador. Lo que ves y te rodea te va dejando huella. Es lo que uno mama.

—¿Ha encontrado ya su equilibrio personal?

—Definitivamente, sí. Hace ocho años que encontré al amor de mi vida, mi mujer, Sandra Blackstad, que también procede de familia de artistas. Ella se encarga del vestuario de la obra, de la que también es regidora. Con ella comparto todo y sobre todo el amor. He tenido un buen final, me ha costado encontrar lo que le hacía falta a mi alma pero me da mucha paz y muchas ganas de seguir luchando por lo que creo. He encontrado mi paz definitiva.