El corazón es el músculo más protegido del hombre: a su alrededor, costillas y tejidos varios lo aíslan de casi cualquier peligro exterior. El órgano está situado prácticamente en el centro del pecho y desde él circula la sangre hacia todas las partes del cuerpo humano. Si hubiera que situar un corazón en la isla de Ibiza, no cabría duda: sería Santa Gertrudis de Fruitera.

El pueblo actúa como un mágico punto de encuentro social del resto de residentes de la mayor de las Pitiusas. Muy cerca de Santa Gertrudis se encuentra el Pou d´en Gatzara, en la vénda [antigua división territorial en la isla] de Cas Serres El pozo está considerado como el centro geográfico de Ibiza y está envuelto de un halo de misterio por su céntrica situación.

«Desde hace un siglo, la gente de la isla se reúne en Santa Gertrudis», explica Raquel, que lleva 19 años trabajando en una pequeña tienda de la plaza por la cual, durante el día, transitan desde despistados turistas que manipulan el mapa de la isla como si fueran en busca de un tesoro, hasta herméticos habitantes de la zona que conocen hasta el milímetro todos los rincones de la villa. A Santa Gertrudis acude gente de toda clase social, desde sencillos trabajadores hasta personas con un altísimo poder adquisitivo. «Nunca se sabe con quién puedes estar hablando», reconoce Raquel mientras ordena algunas de las prendas que vende.

Otro de los aspectos curiosos es la cantidad de vehículos de época anterior a la televisión en color que están aparcados en sus calles.«He encontrado el pueblo de Santa Gertrudis en un libro de viajes», admite el alemán Herbert Hubber, que visita la isla junto a su mujer Cristina. Explica que ha «perdido la cuenta» de las veces que ha visitado la isla. Sin embargo, ésta es su primera vez en el pueblo: «Nosotros no vamos a las discotecas –asevera el germano–, buscamos sitios donde podamos estar tranquilos, tomar café y disfrutar del entorno», explica Herbert.

Un sitio ideal para los niños

El turismo español también se deja ver en las calles de Santa Gertrudis. Núria y su marido Salva, naturales de Castelldefells (Barcelona), comentan que conocieron la localidad gracias a un punto de información. «Nos han dicho que el pueblo es frecuentado por mucha gente de la isla», declara la pareja, que aprovechaba su primer día en Ibiza para visitar la céntrica villa.

A la ocho de la tarde, suenan las campanas de la iglesia y Santa Gertrudis cobra más vida. La gente se acomoda en los distintos restaurantes de la localidad. «El pueblo tiene el ambiente adecuado para que las familias puedan sentarse a comer tranquilas», explica Cristina Pulido, camarera de un restaurante, que añade que los niños «pueden estar jugando por la plaza sin riesgo de que ningún coche les atropelle», finaliza.

La francesa Gina Le Page, que prepara crepes bretones con una receta única en la isla, comenta que en Santa Gertrudis encuentras restaurantes «de todos los tipos y todos los precios». Le Page, además, explica que en el pueblo siempre puedes encontrar «algo abierto», independientemente de si es «invierno o verano».

Sin embargo, lo más demandado en cualquier época del año son los famosos bocadillos que se preparan en los bares de la plaza y que son degustados tanto por los residentes como por los visitantes.

En Santa Gertrudis también hay tiempo para la nostalgia. En una de las mesas de un histórico local se sienta gente del pueblo de toda la vida como Antònia y su marido Amat. Este último comenta que «lo que más ha cambiado este lugar es la peatonalización de las calles que dan a la plaza». Su mujer, Antònia, le da la razón: «La zona peatonal era todo tierra», declara la ibicenca aunque admite que no es el único cambio. «La gente antes era muy de pueblo, y en los últimos años es mucho más cosmopolita», explica Antònia, «Hay muchas nacionalidades que conviven pacificamente en la localidad». Todos siguen buscando el secreto de Santa Gertrudis.