Clasificado para los octavos de final de la Copa del Rey y decimotercero en la Liga, a siete puntos del play-off de ascenso a Segunda División, a falta de dos jornadas para que acabe la primera vuelta del campeonato de Segunda B, en la que es debutante. Esta esa la actual y puntual situación deportiva de la SD Formentera en estos momentos. Impresionante. Pero además de lograr una racha de buenos resultados ha conseguido algo todavía más difícil: el respeto de los equipos rivales.

Ayer se pudo comprobar al remontar y ganar el partido ante el Badalona (2-1), un rival que se vio desbordado por la ilusión, la fe, la seriedad y el trabajo de un conjunto pitiuso que nunca se rinde y que vive los mejores momentos de su historia.

El partido de ayer era peligroso por el cansancio físico y mental de la plantilla y por las ausencias por lesiones y sanciones de jugadores importantes, e inclusive del técnico local. Era un choque ciertamente delicado, pero el Formentera volvió a dar una lección de pundonor y amor propio e hizo un planteamiento de partido con lo que había y sin florituras.

El Badalona, por su parte, pensaba que tenía una buena oportunidad para lograr su primera victoria como equipo visitante y a decir verdad fue mejor en la primera mitad, en la que gozó de tres claras ocasiones en los minutos 12, 30 y 32 para adelantarse en el marcador; pero no las aprovechó, también gracias al buen hacer del meta local y capitán Marcos Contreras, y al final lo pagó muy caro.

Los formenterenses sufrieron, especialmente en el último cuarto de hora, pero el equipo nunca se descompuso a pesar de que la alineación era un galimatías, con Javi Rosa de lateral, Liñán de central o Álvaro junto a Garmendia.

Al descanso se llegó sin goles y con la sensación de que el Badalona podía dar un disgusto. Como así fue. Pero el que tuvo la primera ocasión para marcar fue el delantero centro local Juan Antonio, que estuvo a punto de abrir el marcador en el minuto 51. La réplica la puso el visitante Kilian cuatro minutos más tarde al enviar el balón al larguero.

Fue un amago. El susto llegó en el minuto 78, cuando el goleador catalán Serramitja, que había entrado hacía solo siete minutos, adelantaba a su equipo aprovechando su velocidad y un despiste de la defensa rival.

Este tanto pudo arruinar y hundir al equipo del Formentera, pero hace falta algo más que un gol para doblegar a este equipo tan competitivo: cuatro minutos más tarde Quico consiguió el empate al rematar de cabeza un centro lateral. Golazo y nada de besos, abrazos y dedicatorias. Todos corriendo hacia su campo para que se reanudara un partido que nunca dieron por perdido.

Todo lo contrario que el Badalona, que con un hombre menos por lesión de Aly cuando ya había hecho sus tres cambios, se vio claramente superado y desbordado futbolística y mentalmente.

Al Badalona le valía la igualada. Al Formentera, no. Los catalanes firmaban llevarse un punto; los formenterenses querían lo tres. Las dudas las disipó rápidamente, seis minutos después del empate exactamente, Liñán, que metió un auténtico golazo de falta directa al borde del área. El balón quitó las telarañas de la escuadra e hizo entrar en calor a los aficionados locales, que estaban pasando frío y cierto desasosiego hasta que su equipo sacó la caja de los truenos y conseguía vencer y mantenerse invicto en los últimos seis partidos que ha jugado, de los que ha ganado cuatro y ha empatado dos.

En resumen, gran triunfo de una plantilla que desprende optimismo y cotiza al alza. Es posible que a este Formentera no lo quiera nadie en el sorteo de mañana. Se ha ganado el respeto de todos sus posibles rivales.