Actividad física, ejercicio físico, deporte… A simple vista podrían parecer lo mismo, pero no lo son.

Si nos ceñimos a las definiciones, actividad física es todo aquel acto en el que se implica la musculatura y emplea calorías, por encima de las consumidas por el metabolismo basal (las calorías mínimas necesarias para cubrir las funciones vitales como respirar, hacer la digestión, bombear el corazón…). Por lo tanto, se considerarían actividades físicas, el caminar, el subir unas escaleras, el hacer la compra, el bailar al salir una noche…

Si hablamos de ejercicio físico, debemos decir que es una actividad física pero planificada, estructurada, repetitiva y con objetivos de conservación o mejora de alguna aptitud física (como la resistencia, la fuerza, la velocidad o la flexibilidad). Por ejemplo, la práctica del yoga sería un ejercicio físico, o montar a caballo de manera lúdica. El ejercicio físico es planificado porque debemos alcanzar unos objetivos, y para ello, deben elegirse cuidadosamente. Es estructurado porque la planificación es clave para que sea exitoso, tanto en volumen como en intensidad. Es repetitivo porque se practica con regularidad para conseguir esos objetivos y poder mejorar ya sea un gesto o la misma práctica. El ejercicio físico tiene como objetivo principal la mejora de la salud y la forma física.

El deporte, sin embargo, puede tener objetivos diferentes, como la competición y no todos los deportes requieren de una gran actividad física, por ejemplo, el ajedrez o los juegos electrónicos. Para que una actividad o ejercicio físico institucionalmente se considere deporte debe reunir unas características: tener normas y reglas y practicarse con finalidad recreativa, profesional o de mejora de la salud. La principal diferencia con el ejercicio físico es que el deporte implica una competición donde se arroja un resultado. Por ello, la actividad física y el ejercicio físico son saludables pero no todos los deportes lo son. Esto no es un juicio, es una realidad que debemos conocer para luego decidir si practicarlo de una manera u otra.

Por ejemplo, el tan de moda running. Correr es una actividad física, puesto que consume calorías. Por ejemplo, correr hacia la parada del autobús, es una actividad física. Pero si esta actividad la planificamos y vamos a correr tres veces por semana, con el fin de mejorar la forma física, estaríamos practicando un ejercicio físico. Si vamos más allá y nos planteamos correr una maratón, entonces estaríamos entrenando, es decir, practicando un deporte, ya que tendría un fin competitivo y con un resultado. «Entrenamiento» se asocia a la palabra deporte, por lo tanto, acudir a tu clase de pilates (que no se considera un deporte ya que ni está sometido a normas ni se compite) no sería ir a entrenar, sino a practicar un ejercicio físico.

Pongamos otro ejemplo. Una niña que practica gimnasia rítmica cuatro veces por semana y compite a nivel internacional. Esta niña estaría entrenando, pero ¿sería saludable? Probablemente no, pero nos ajustamos al estricto uso de la palabra, y no a un juicio de valores. Probablemente sus articulaciones estarían soportando una carga mayor de lo recomendado. Otro deporte que llevado a la competición no sería saludable sería el fisicoculturismo, ya que el consumo de sustancias anabolizantes no se considera saludable. Miremos fotos del padre del fisicoculturista Eugen Sandow, nada que ver con el culturismo actual. Entonces ya era un deporte, con sus reglas y competiciones, pero con fines saludables. Por lo tanto, el mismo deporte puede ser saludable o no dependiendo del contexto y la manera de llevarlo a cabo.

En definitiva, no todo el deporte es saludable, pero la satisfacción de practicarlo nos lleva a sobrepasar esos límites, como es el caso del jugador de pádel aficionado con tendinitis crónica de codo que sigue jugando sus torneos y partidos un par de veces a la semana, o esa chica con hernia lumbar que sigue corriendo las carreras populares…Y es que la salud mental muchas veces supera a la física… ¡Malditas endorfinas!