Enlazadas las manos del portero Gonzalo Monroy (el que detiene los goles ajenos) con las de Miguel López (el que marca los propios) en los extremos, el grueso de la infantería del Hàndbol Club Eivissa avanza apuntalado por sus dos referentes, camina firme por el desconocido campo de batalla de la Primera Estatal B, donde se baten doce ejércitos. Ayer, los jugadores de Félix Mojón, el mariscal de campo de la plantilla anaranjada, como Napoléon, bajito, pero astuto a la hora de guerrear, le enseñaron la lengua al Algemesí, que llegaba a la isla como tercer clasificado de la tabla.

Contra los valencianos, cincelados por la maestría del exinternacional español Salva Esquer, Es Pratet comprobó cómo se las gastan los suyos, que no jugaban en casa desde el pasado 14 de diciembre. El HC Eivissa guerreó a la contra, pero notablemente. Con corazón, paradas y suspensiones que acabaron por aburrir a los levantinos, sobre todo en la segunda parte, cuando se abrió la brecha que permitió a los locales ganar por 32 a 25. Porque si en el prólogo del campeonato, se hacían eternos los tramos finales de los encuentros, ahora que en el nudo de la película el bloque pitiuso ha cogido velocidad de crucero son los arranques los que se atragantan.

Ayer, las exclusiones perforaron la defensa de un HC Eivissa que se vio a pocos minutos del descanso 10-13 por debajo en el electrónico y 4-6 en el número de efectivos que pululaban por la cancha. Se defendía al límite para frenar a un contrincante con mucha pólvora en sus brazos.

Esos excesos se los cobraban los árbitros con excluidos, pero los de Mojón lo compensaban con casta. Desengancharse del encuentro en pleno intríngulis estaba prohibido, vetado y penado. Y así, las 200 almas que poblaban de pasión las modestas gradas del polideportivo de la entrada de Vila, acabaron aplaudiendo el empate a 14 que alumbró el minuto 30 del choque.

Gigante. Así se alzó en la reanudación la planta de Monroy, un muro que escupió lanzamientos -ocho en total- desde el extremo (el derecho del Algemesí flaqueó especialmente), pero también de los laterales y la zona central, en la que los pivotes naranjas se siguieron dejando la piel a conciencia.

Apretando atrás y amparados en la calidad de los rectificados y fintas de Miguel López delante, el electrónico fue despegando a dos adversarios que habían llegado como lapas a la pausa. Dos, tres, hasta cuatro tantos de renta para un HC Eivissa en el que Noel Cardona también tiró del carro goleador. Excluido, el lateral diestro de los pitiusos volvió a la cancha como una fiera, mordió en dos ocasiones más las redes del Algemesí y acabo lesionado. Su tobillo izquierdo crujió al aterrizar sobre el piso tras culminar una contra. Era el 28-23: en cuestión de media hora de balonmano, los vileros se habían marcado un parcial increíble de 18-10 que parecía darles el partido ganado.

«Aquí no hay más receta que pelear cada partido hasta el final y aprovechar el capital que nos dan una afición tan buena y los 300 chavales que tenemos en la cantera», explicó Mojón entre los abrazos de sus jugadores, que haciendo corrillo, rodearon a Cardona -doliente en el suelo- para levantar los brazos al cielo. La salvación está mucho más cerca. Pero aún hay que remar para llegar a buen puerto.