Marina Fernández calienta antes de fotografiarse para este reportaje. Necesita estirar sus músculos para posar con alguna de las posturas que hacen de la gimnasia rítimica «un arte», según asegura ella misma. A su alrededor, en el tapiz, una decena de niñas de entre 7 y 15 años observan con mezcla de atención y admiración a la gimnasta internacional, profesora por un día en el cursillo organizado por el Club Deportivo Illes Pitiüses en el pabellón de Can Guerxo, en Sant Jordi. La invitada estelar tiene 21 años y desde los 17 es integrante de la selección española absoluta. Su nombre se ha visto últimamente en los medios de comunicación por culpa de una polémica con la Real Federación Española de Gimnasia (RFEG), a la que ha acusado de pedirle simular que estaba lesionada.

Se quedó fuera del equipo nacional que ha participado en el último Mundial en Kiev (Ucrania). Apartada por decisión técnica, la catalana denunció, la semana pasada, que la RFEG quería que simulara una lesión «para no salir a competir y que la Federación no sufriera una sanción», ya que la normativa obliga a que las gimnastas inscritas previamente en el campeonato deben participar en él, salvo que acrediten problemas físicos.

«Dije que podía competir y que si no iba era por una decisión técnica de la seleccionadora, pero que no estaba dispuesta a fingir una lesión para que allí me mirara un médico y hacerme la coja. El paripé no lo iba hacer. Y si no aceptaba, no viajaba. Entonces, me quedé en casa».

Su ausencia en la selección le ha privado de disfrutar del oro conseguido por España en mazas y el bronce en el ejercicio mixto, el pasado fin de semana. Lamenta no haber podido hacerlo porque asegura que ha estado «trabajando un montón para poder llegar a eso». «La realidad es que ellas han subido allí en el podio y yo he estado en casa», señala, para también recalcar que se siente «merecedora» de este éxito. Ella misma había sido parte activa de las últimas medallas conseguidas por España en las pruebas de la Copa del Mundo.

Encantada de enseñar lo que sabe

Su visita a Ibiza le ha permitido despejarse de tanto revuelo y no se lo pensó dos veces cuando el club ibicenco la invitó a la isla. Su amor por la gimnasia rítmica le hace sentirse obligada a «ayudar» a todas las chicas que empiezan e inculcar todo lo que sabe. «Puedo guiarlas, de algún modo, con los conocimientos que me han enseñado».

Con las jóvenes gimnastas ibicencas ha trabajado la corrección de dificultades en los ejercicios y la técnica de aparato, además del entrenamiento específico para la gimnasia rítimica. Mañana habrá una nueva sesión preparatoria, que culminará con la exhibición de la profesional en el mismo Can Guerxo (19 horas).

Advierte de que las niñas de base deben tener claro que en la gimnasia rítmica «es necesaria una planificación en los entrenamientos» porque este deporte es «cien por cien disciplina».

Además, si su objetivo es triunfar en la élite, tienen que «saber que es algo sacrificado y que esto no es un juego». «Es pasión, pero sin horas de trabajo no van a llegar a ninguna parte. Con el talento solo no vale», declara.

A pesar del sacrificio que implica dedicarse a esta disciplina -con jornadas dobles de entrenamientos de siete horas durante seis días a la semana, como las que afronta Fernández en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid-, la internacional asegura sentirse recompensada porque «la sensación que tienes al hacer gimnasia rítmica es única».

Sin embargo, su queja va para el tratamiento mediático que recibe su deporte en España, solo en el candelero cuando obtiene preseas internacionales. Considera que las gimnastas «curran tanto como otros deportistas» y se merecerían que los focos apuntasen más a menudo hacia ellas.

También subraya que por la crisis han sufrido, como en otros deportes, «muchos recortes» en servicios médicos, becas, personal y material que merman las posibilidades de las gimnastas. Confía en que si Madrid es elegida sede olímpica para 2020, algo que considera «posible», se produzca una inyección de recursos para todas las federaciones.