A Rafa Carvajal le gusta definirse como un optimista perpetuo. De un rato de tertulia futbolera con él, también se palpa que es leal. El delantero extremeño de la Peña Deportiva no quiere marcharse de Santa Eulària. Ha disfrutado a tope «a nivel personal» una temporada para olvidar si nos ceñimos a lo que ha podido aportar al conjunto de Mario Ormaechea en el terreno de juego. Porque por mucho alirón que se ponga por delante, el ariete de Almendralejo solamente ha podido contribuir con cuatro goles en todo el curso. «Yo estaba acostumbrado a meter 20 por temporada. Mi trayectoria en Tercera División así lo demuestra. La única diferencia es que hasta ahora nunca me había lesionado de gravedad».

Explica a modo de ilustrativa anécdota, intercalando el acho (muchacho) tan típico en su Extremadura natal en medio de frases llenas de haches aspiradas, que hasta la campaña pasada, cuando metió 17 chicharros con el Díter Zafra, histórico club pacense, nunca había «sangrado» en un campo de fútbol. «Entonces me hice una brecha pequeñina», comenta y se señala una zona detrás de su flequillo moreno.

No le ha traído buena suerte en lo que a los problemas físicos se refiere el «salir por primera vez de casa». El pasado julio embarcó su coche en Dénia para poner rumbo a Ibiza y dar un giro a su carrera, siempre ligada a las diferentes versiones de aquel Extremadura que estuvo en Primera División a finales de los 90. A mediados de agosto, su menisco derecho crujió en un amistoso contra el Sant Rafel.

«Joder, empieza bien esto: se nos ha lesionado nuestro Messi», explicaba por aquel entonces Mario Ormaechea, que ya comenzaba a moldear «ese bloque tan compacto», como lo define el propio Carvajal, que ha conseguido ganar la tercera Liga de Tercera de la historia peñista pese a tener a las lesiones como incómodas compañeras de viaje. El punta se ríe con la comparación del míster -se ve «importante, pero no estrella» dentro del vestuario blanco-, aunque afirma sentirse en deuda con un club «que le ha tratado a las mil maravillas».

Cabezonería en la recuperación

«Hasta el 11 de noviembre [el día de su 27º cumpleaños] no pude debutar. Pensábamos que sería incluso peor, que la rodilla estaría rota y me perdería toda la campaña. Hasta el Extremadura me ofreció la oportunidad de regresar, pero no quise. Fue ´solo´ una distensión y a base de echarle ganas y de trabajar mucho en el gimnasio conseguí recuperarme en tres meses». Tirando de cabezonería, el extremeño goleó en las jornadas 14, 17, 19 y 22, pero unas dolencias en el isquiotibial volvieron a dejarle en el dique seco.

A partir de ahí, se acabaron los chispazos del atacante castúo. En el play-off tampoco ha marcado. Y es que mucho ha llovido desde el 20 de enero, cuando celebró en el Municipal uno de los tres tantos que los blancos le endosaron al Manacor de Jaume Mut. Casi seis meses de sequía que Carvajal quiere cerrar de un plumazo el próximo domingo, demostrando su gratitud con la Peña y su afición. «Le podremos utilizar porque hemos recurrido su segunda tarjeta [contra la Arandina, fruto de un salto con un rival en el que el delantero peñista pudo cometer falta, pero donde no fue agresivo] y el Comité de Competición nos ha hecho caso. Ahora es un regalo del cielo en nuestras circunstancias», comentó ayer Ormaechea.

Durante la mañana, en las horas previas a conocer el futuro del recurso que le afectaba directamente, Carvajal se sentía nervioso, pero tenía una corazonada: «He renunciado a ir a la boda de unos amigos. Creo que voy a acabar jugando. ¿Marcar un gol? No deseo otra cosa más en el mundo, el fútbol me debe una». En su casa, de pequeño, le enseñaron a que las deudas han de pagarse sin tacañería. Lo recuerda mientras se cura la morriña con el jamón que le mandan de la dehesa y que «nunca falta» en su cocina.