­Comienzan los 90 y en España desaparecen las siestas veraniegas por culpa de un navarro gigantón. Es julio, el Tour lo corre Indurain y hay que animar a Miguelón. Las pupilas de los españolitos se pegan a los televisores cuando la serpiente multicolor se desgaja en plena ascensión al Tourmalet o a Alpe d´Huez. Un rosario de corredores deja tras la ancha espalda y superlativa cadencia -todo desarrollo y golpe de riñón- del maillot amarillo. Pegado a su tubular como una lapa y con el cuchillo entre los dientes, un diablillo vestido de lunares rojos (los que le acreditan como rey de la montaña) blasfema en italiano a la espera de dar un hachazo al de Villava. Se llama Claudio Chiappucci y su rostro moreno todavía pervive en la memoria de la afición española. Tanto que, tres lustros después de abandonar el pelotón, no deja de fotografiarse con todo el mundo al acabar la Vuelta a Ibiza, ronda que ha apadrinado estos últimos días.

„¿Cómo ve la vida con cincuenta años?

„Puedo seguir pedaleando y eso me hace sentir muy bien. Sigo saliendo con la bicicleta de carretera y la mountain bike la cojo solamente cuando me invitan a una carrera de BTT. Para la Vuelta a Ibiza me he preparado específicamente durante estas últimas semanas. Sabía que iba a ser muy dura y muy competitiva.

„¿No le tienta volver a la primera fila? Quizás estamos perdiéndonos a un buen director.

„No, ahora vivo muy tranquilo. Soy una especie de embajador del ciclismo. Apadrino carreras y cultivo las relaciones públicas entre organizadores, patrocinadores y ciclistas en activo. No me atrae dirigir una escuadra. Es muy sacrificado. Tienes que estar toda la temporada encima de tus corredores. Ahora intento recuperar todo el tiempo que tuve que invertir en la bici cuando era profesional. Estaba todo el día entrenando y corriendo. Mi cabeza solamente pensaba en conseguir buenos resultados en Giro, Tour y clásicas.

„Han pasado quince años desde su retirada, pero sigue siendo un rostro popular entre los aficionados. ¿Qué le daba ´El Diablo´ a la hinchada?

„La gente me quiere mucho y eso me hace pensar que los aficionados disfrutaban con mi manera de correr. Lo daba todo en la carretera, el ciclismo era mi vida. Cuando me hice profesional, pasaron unos cuantos años hasta que me di cuenta de que mi físico se adaptaba mejor a las carreras por etapas [tras seis cursos como gregario, fue segundo de manera sorprendente en el Tour de 1990, ronda que marca el inicio de su auge]. Desde entonces me dediqué en cuerpo y alma a prepararme al máximo para rendir bien en ellas. Mi único problema fue coincidir con un tal Miguel Indurain. Por su ´culpa´ no pude ganar una gran vuelta.

„Además de Indurain se enfrentó a rivales como Bugno, Breukink, Ugrumov, Rominger...

„Fuimos una generación que se caracterizó por su carisma. Hacíamos un ciclismo más divertido que el actual. Desde que nos retiramos todo cambió. Ahora domina el pinganillo. No me gusta nada ese aparato tecnológico, ha perjudicado al espectáculo. Los ciclistas de hoy en día son como autómatas, hacen solo lo que les dice el director, que son los que realmente deciden cómo va a ser la carrera. Todos los movimientos que se dan en el pelotón son mecánicos porque se ha perdido el instinto.

„Una escapada para la posteridad como la que protagonizó aquel 18 de julio de 1992 camino de Sestriere, en el ciclismo de hoy es un imposible.

„Totalmente. Los profesionales ahora ruedan para no perder. No buscan la victoria. Aquel día estuve en fuga durante 200 kilómetros porque sabía que era la única oportunidad que tenía para derrotar a Indurain. Había motivación extra: la etapa acababa en Italia. No lo conseguí [le metió 3 minutos y 33 segundos al navarro, que se llevaría su segunda Grande Boucle con un margen de 4´35´´ sobre el pequeño escalador lombardo], pero la hazaña quedó ahí, forma parte de la historia del ciclismo. Nosotros competíamos para ganar pruebas en febrero y en octubre, ya fueran clásicas, vueltas cortas o de tres semanas. Ahora la planificación se centra en una sola competición. Lo llevan todo medido.

„La ciencia de la planificación anglosajona contra la tradición de los países latinos.

„Armstrong y el US Postal lo cambiaron todo. Eran estadounidenses, venían de un país sin cultura ciclista y se dedicaron solamente a vencer el Tour. El Sky de Wiggins y Froome hace un poco lo mismo: equipo potente que trabaja en bloque para un líder al que no le hace falta atacar a sus rivales.

„Pese a su espíritu ganador fue dos veces segundo en el Tour y otras dos en el Giro. Además, se colgó una plata mundialista en Sicilia´94. ¿Frustración?

„No, lo que pasa es que por mi manera de correr más de uno se aprovechó de mi trabajo. Además, no era nada fácil ganar en aquella época. Además de Indurain, la competencia que tuve con Gianni Bugno era muy fuerte. Italia estaba partida entre los dos, como en la época de Coppi [Il Campeonissimo también ganó en Sestriere tras una larga escapada en 1952] y Bartali. Echo de menos rivalidades así en el ciclismo italiano actual.

„¿Ve a Vincenzo Nibali capaz de romper la maldición italiana en el Tour, carrera que solo han ganado Gimondi y Pantani en las últimas cuatro décadas?

„Lo veo difícil, aunque dependerá de cómo se adapte al Astaná, su nuevo equipo. El Tour es muy difícil de conquistar porque todos los días se pelea al máximo, incluso en las etapas llanas, cosa que no ocurre en el Giro o la Vuelta. Hay que estar muy bien preparado.

El protagonista

DOPAJE

Armstrong acusó a los ciclistas de su generación de doparse. ¿Qué le responde?

En nuestra época el dopaje no estaba tan generalizado. Armstrong y su equipo lo cambiaron todo. A mí nunca me gustó él, tan distante, tan frío ya desde sus inicios. Después de su cáncer, cambió físicamente y no sé por qué.

SANCIÓN

¿Le pareció justo el castigo de la UCI a Alberto Contador?

No, pero en el ciclismo ocurren muchas cosas que no son justas. Contador me parece la única estrella de la actualidad capaz de ganar con regularidad.

Reformar la UCI. «Para cambiarla hace falta alguien respetado y con personalidad»

Claudio Chiappucci nació en Uboldo un 28 de febrero de 1963. Pese a venir al mundo al pie de los Alpes, en la fría llanura lombarda de la provincia de Varese, su discurso se calienta con facilidad al compás de los movimientos de su mano diestra -dos dedos extendidos, huyendo de la protección de un guante azul-, que subraya cada uno de sus anhelos. Sobre todo, si el sujeto de las preguntas son la política de su país natal o la Unión Ciclista Internacional. «Lo que está ocurriendo en Italia con las instituciones se explica muy rápidamente: es una pura hipocresía», afirma el transalpino, firme defensor de «un gran cambio en la UCI». ¿Capacitado para encabezarlo? «Tienen que cambiar muchas cosas, pero no es fácil hacerlo. Haría falta alguien respetado, que tenga carisma y personalidad para tomar decisiones muy importantes. Si me lo proponen y no tengo compromisos, me gustaría encabezarlo. La UCI la debe dirigir un exprofesional».