­­Para Saúl Martínez, el arbitraje es una manera de ganar «un dinero extra que viene muy bien a final de mes». A sus 16 años ya tiene claro que no llegará «lejos en el mundo del fútbol». «Por esa razón, me gustaría seguir dentro de este deporte en el futuro. El arbitraje me lo permite», admite Martínez, que el sábado impartió justicia en un Atlético Isleño-Portmany benjamín.

Su fin de semana lo completa vistiéndose de corto, pero no de negro, sino con la equipación del Sant Rafel. Él es el capitán de la escuadra juvenil del club rafeler y vivió muy de cerca la agresión de unos aficionados a Mustapha Benayat, padre de Mohamed Benayat, el colegiado que dirigía el encuentro que disputaron el 29 de septiembre los equipos de la Peña y el Sant Rafel juveniles. «El árbitro hizo bien su trabajo y sacó las tarjetas que tenía que sacar. No se puede justificar la reacción de las personas que pegaron a su padre. Varios aficionados estuvieron insultándole durante todo el partido y así es muy difícil pitar», argumenta Saúl, que, aunque está acostumbrado a que le falten el respeto desde la grada -«sobre todo, haciendo de linier en partidos amateurs»- no concibe que aficionados, entrenadores o futbolistas tengan que recurrir a las injurias para mostrar su disconformidad con sus posibles fallos: «Es normal que me protesten, todos cometemos errores, pero no que lleguen al insulto».