Antonio Luna Do-Carmo (Ibiza, 24 de junio de 2000) lleva poco tiempo como árbitro pero, a sus 16 años, ha demostrado tener una madurez y una valentía fuera de lo normal. No le tembló el pulso a la hora de suspender el partido de benjamines de primer año entre el Rápid Atlético y Sa Pedrera Blava B del pasado sábado por las lágrimas de uno de los niños, que se echó a llorar por los gritos que le profería su padre. «Si volviese a pasar algo así, no dudaría en suspender el partido», asegura el precoz colegiado.

¿Por qué siendo tan joven se ha decidido por ser árbitro?

Siempre me ha interesado el mundo del arbitraje, desde que jugaba al fútbol. El año pasado me decidí a estudiar y ésta es mi primera temporada como árbitro. Está claro que es una profesión que te tiene que gustar mucho para seguir en ella. Yo reconozco que lo hago porque me agrada, aunque también tiene cosas malas, como son los insultos, que se han normalizado y no se deberían permitir este tipo de conductas en un deporte que se supone limpio.

¿Cómo se lleva dirigir un partido con chicos que, a veces, son mayores que usted?

Los jugadores, cuando me ven casi de su misma edad, al principio se creen un poco superiores, pero al ver mi carácter arbitrando se tranquilizan bastante. No me gusta que vayan de subidos, porque no son ni mejores ni peores. Somos todos iguales en el campo.

¿Qué característica debe tener un buen colegiado?

La mejor virtud de un árbitro es que se le note poco en el campo. Yo intento pasar inadvertido (risas) pero cuando hay que actuar, hay que actuar. A mí, personalmente, me gusta mucho Mateu Lahoz por su forma de arbitrar.

¿Qué ocurrió el sábado para verse obligado a suspender el partido de benjamines?

Fue en una ocasión de ataque de Sa Pedrera Blava y, al girarme para esperar el contrataque, vi que había un niño llorando. Paré el partido en ese momento y me acerqué a él, porque pensé que se había hecho daño. Es normal en partidos de estas categorías, en la que son muy pequeños, que cualquier raspón o golpe sea muy aparatoso. Le pregunté qué le pasaba y me contestó que su padre no le dejaba jugar tranquilo y que le estaba gritando. Avisé al delegado del Rápid para que tomara medidas. Sin embargo, habló con el padre y se negó a marcharse, por lo que decidí suspender el partido.

¿Fue una decisión difícil?

No, porque si se tiene que hacer, se tiene que hacer. No puedo permitir que ese padre se salga con la suya y que se llegue al punto de hacer llorar a un jugador, que además era un niño de 8 años, y menos en un sitio público. Si pasase otra vez. lo volvería a hacer sin dudarlo.

También recibió insultos por parte del mismo padre...

No escucho prácticamente lo que se dice en la grada, pero el hombre me estaba recriminando todo el rato. Decía que iba en contra de su equipo y no paraba de hacérmelo saber y, además, de forma muy enérgica. Al ver cómo se estaba comportando en la grada, no dudé de la palabra del chaval, que no tiene maldad alguna con ocho años.

¿Le han felicitado estos días por su comportamiento en ese partido?

El delegado del Rápid me dijo que lo había hecho muy bien y me felicitó por mi actuación y por mi valentía. También lo hicieron el entrenador y el delegado de sa Pedrera Blava. Algunos compañeros de arbitraje también me dieron la enhorabuena por teléfono.

La actitud de muchos padres deja mucho que desear...

Hay un cartel en la entrada del terreno de juego del Bahía que me parece muy bueno. Dice algo así como que si quieres un deportista de élite en tu familia, ponte un chándal, sal a correr y deja a tu hijo tranquilo. Creo que se debería hacer más caso a esa frase y dejar de atosigar a los niños.

¿Los árbitros tienen la consigna de atajar las conductas antideportivas?

Sí. La Federación ha recomendado tener un poco de mano dura en estos casos y me parece algo muy positivo. Se estaba permitiendo demasiado el que se pueda decir lo que se quiera a los árbitros. Lo malo es que en el fútbol, que es un deporte tan globalizado, todo el mundo piensa que se sabe las normas y no es verdad. Un árbitro no puede expulsar del campo a un espectador, pero si puede avisar al delegado y que éste tome medidas. Desde que pasa esto he notado una mejoría y el público parece que se ha tranquilizado algo. Poco a poco se irá consiguiendo erradicar este tipo de conductas.