Son las 11.30 horas de la mañana del sábado. Desde la carretera de Cala Llonga, la que da acceso a las instalaciones del Golf de Ibiza, se puede ver a varios niños jugando al golf. Son uno de los grupos de la escuela formativa que dirige el ibicenco Marcos Juan junto con David Álvarez. El centro cuenta con alrededor de 60 chavales de entre 4 y 19 años.

«Hacía muchos años que no había tantos niños jugando al golf», comenta Juan, que en su momento fue jugador profesional y ahora está más centrado en sus labores de entrenador. Con él también están el citado Álvarez, además de Diego Dupin (jugador profesional) y Germán Castillo.

El crecimiento de esta escuela ha sido «importante» en los últimos tiempos. «Empezamos con 25 niños en 2013 y el año pasado terminamos con 40. Este 2015 se nos disparó, ya que llegamos a tener 65. Ahora contamos con alrededor de 60», comenta Juan, quien apunta que tampoco pueden dar cabida a más inscritos porque quieren ofrecer «clases de calidad» y no pueden tener los grupos masificados.

Los primeros en llegar al campo de golf los sábados son los jugadores de edad intermedia (de entre 6 y 13 años). Al mediodía les toca a los más pequeños, que empiezan a descubrir el golf «como un juego». Sorprende ver la técnica que demuestran con el swing algunos de estos golfistas en miniatura. Marcan los tiempos de golpeo como si de profesionales se tratara. Otra cosa es luego donde vaya la bola. Lo principal es la diversión.

Por la tarde es el turno de los más mayores, los que tienen un nivel más avanzado y que incluso ya «empiezan a competir en torneos», destaca Juan. Algunos apuntan buenas maneras, como Maxwell Iveson y Adrià Máñez, pero sus profesores quieren ir con cautela porque «todavía son muy pequeños», recalca Juan.

Pero por encima de todo, el golf es una disciplina en la que la educación es fundamental. Su componente pedagógico es clave, según explica el profesor: «El golf te da unos valores de respeto hacia los demás y hacia ti mismo. En teoría no hay árbitros y es el jugador mismo el que sabe si lo ha hecho bien o no. Los otros jugadores también miran que tú estés haciendo las cosas correctamente. También te enseña a concentrarte bastante bien», dice Marcos Juan.

Además, es una modalidad deportiva que también tiene un componente medioambiental, ya que «te enseña a respetar la naturaleza». «En definitiva, te enseña valores que al fin y al cabo te pueden servir para la vida cotidiana», recalca Juan.

Uno de los chicos que disfruta cada fin de semana con el golf es Daniel Prades, que tiene 9 años. Lleva cuatro meses practicándolo y está encantado: «Era un deporte que me gustaba, lo probé, me gustó y seguí adelante». También juega al tenis y hace kárate, pero el golf está entre sus prioridades. Ya ha jugado un torneo y consiguió su primera medalla, que guarda con cariño.

Izan Márquez, de 10 años, también se ha vuelto un apasionado del golf. «Vine un día a probar con mi padre y me gustó. Me encantó la experiencia de jugar en un campo con tanto verde», dice el joven golfista, que sueña con ser profesional.

Prades y Márquez son solo dos de los nuevos valores del golf ibicenco, en cuya cantera asoman brotes verdes después de unas dos décadas de cierto ostracismo. El empeño de Marcos Juan y David Álvarez, junto con sus colaboradores, está dando sus frutos: «En su momento llegamos a ser varias veces campeones de Balears por clubes», recuerda Juan. Van por el buen camino para volver a conseguirlo algún día.