Cuando sobreprotegemos a nuestros hijos, los recriminamos o castigamos lo que ellos entienden no son las palabras sino los sentimientos. El tono de voz, la energía o las palabras malsonantes llegan directamente a su centro emocional, a su corazón. No hay filtros que razonen.

Muchos comportamientos infantiles no adecuados se explican por la comunicación poco adoptiva del hogar, tal y como aseguran los psicólogos infantiles de la web www.solohijos.com. No se trata de la falta de cariño o preocupación sino de una comunicación errónea, unilateral y poco comprensiva con sus necesidades emocionales.

Los padres son las personas que más influyen en la vida de sus hijos y lo que les transmiten en su casa es lo que se ve reflejado fuera de ella. Según se explica en esta web especializada cuando un padre subestima, grita o insulta a su hijo "el mensaje no atraviesa sus oídos, como ocurre en edad adulta. Hace un recorrido diferente y aterriza en su corazón".

La comunicación dentro de la familia si es de corazón a corazón hará que las cosas resulten más fáciles.