«Seamos quienes somos, sin más». Es el mensaje que lanzó ayer el organizador de la Ibiza Gay Pride, Antonio Balibrea, al finalizar la marcha reivindicativa por el puerto de Ibiza. «Hay que celebrar quiénes somos, quién es cada uno de nosotros, sin etiquetas, sin estereotipos», indicó emocionado desde el mismo escenario por el que habían desfilado músicos, discjockeys y drags. Balibrea recordó que hoy en día «ser homosexual es delito en 72 países» y que «en ocho de ellos se castiga con la pena de muerte». «Queda mucho camino por recorrer», indicó Balibrea antes de pasarle la palabra a Ian Pérez, quien, a sus 17 años, tiene muy claro quién es.

Hecho un manojo de nervios, el joven, que en breve comenzará la terapia hormonal para dejar atrás el cuerpo de chica con el que nació y que no siente como suyo, fue el encargado de leer el manifiesto de la edición de este año del Orgullo ibicenco. «A los siete u ocho años me di cuenta de que estaba en un cuerpo que no era el mío», explicó el joven, que no dudó en explicar los momentos duros por los que ha pasado hasta tomar la decisión de hacer el cambio: «Tenía que ser una mujer de provecho pero a los ojos de los demás era una marimacho». Ian habló de su dolor, de la incomprensión, de la depresión y del rechazo que ha sentido en los últimos años. Las dificultades para conseguir que le entendieran incluso quienes más le quieren. Para que aceptaran tratarle en masculino, para que le llamaran Ian y no Luna, el nombre que le pusieron sus padres al nacer. «Por fin conseguí que todo el mundo me llamase Ian, que es quien soy yo de verdad», exclamó durante el manifiesto del día grande de la Ibiza Gay Pride, que había comenzado horas antes, en la cofradía de pescadores.

De ese punto salió la marcha reivindicativa, que contó con decenas de participantes y que siguieron, desde las aceras, centenares de personas. 'Pels drets Lgtbiq en el món. Canviem el món', se leía en la pancarta que encabezaba la marcha. Bastante silenciosa, se detuvo al inicio de la avenida de Santa Eulària durante cerca de una hora. Tiempo más que suficiente para ver las acrobacias de los unicornios de la escuela municipal de acrobacias y para hacer volar un balón sobre una enorme bandera arcoíris desplegada en el asfalto.

En el desfile, además de políticos y drags, abundaban los turistas y trabajadores con ganas de divertirse. La mayoría de ellos con estilismos de lo más llamativos: arneses de piel, pelucas de todos los colores, pajaritas arcoíris, coronas de reinona, corsés, lentejuelas, bañadores metalizados, transparencias y plumas (y pluma) por doquier.