Cuando Al Anderson aterrizó por primera vez en Ibiza como miembro de la banda de Bob Marley, en junio de 1978, tenía solo 24 años. Esta madrugada, con 68 y con la guitarra aún colgada del hombro al frente de The Original Wailers, ha cerrado la cuarta edición de Sueños de Libertad, atando el cabo suelto de la nostalgia por el león jamaicano 40 años después de su concierto en la plaza de toros de Vila. Una noche en la que Sueños de Libertad viajó al Sur, bailó hasta el final y convirtió el muelle comercial del puerto, por un momento, en el malecón de La Habana, con Dalt Vila de fondo.

La música empezó a sonar pronto, los grupos locales Quin Delibat!, Morning Drivers, Ryser, Dr. Trapero y Billy Flamingos, sirvieron el aperitivo al mediodía en el paseo de Vara de Rey, entre los supervivientes del festival de la noche anterior y los curiosos.

Ya por la tarde, a Sweet Barrio le tocó la china de encender motores a esa hora en que la explanada parece el Sahara. Y lo hicieron con una música apta para escuchar con chándal y tacones y que daba pistas de que esperaba mucho baile.

Aunque Carmen Boza se lo tomó con más calma y ofreció un concierto para escuchar. El mismo Baron Wolman, mítico fotógrafo de Woodstock, lo atestiguaba observando plácidamente desde una silla junto al escenario. La gaditana se atrevió con una versión de PJ Harvey, aunque no tenía muy claro si es inglesa o americana, y presentó los temas de su nuevo disco.

Y aquí se abrió la pista de baile. Fantastic Negrito es un puto crack (no sé si me expreso con la suficiente claridad). El impronunciable Xavier Dphrepaulezz es un tipo elástico, con una voz elástica, que comanda una apisonadora, que puede ser Marvin Gaye o Led Zeppelin (o Prince, apuntaba el cineasta David Marqués sin quitarle ojo) sin salirse de la misma canción. Estaban los que le vieron el año pasado, los que no pudieron verle el año pasado y se morían de envidia y los que no sabían nada de él y no le olvidarán nunca. Hay que hacerle un abono para todas las próximas ediciones del festival.

Comentarios oídos a los espectadores sobre Vurro: 1: "Es el más auténtico". 2: "Esto es un chiste". No hay un término medio entre autenticidad y burla, pero si se pasa por encima que Vurro es un fideo que toca los teclados y la batería a la vez y que se cubre con una cabeza de vaca con la que va corneando los platillos... y se cierran los ojos, ahí hay rock and roll del bueno, eso sí, entre los clásicos y canciones que hablan sobre vacas.

Orishas salieron en tromba con 'Represent, Cuba' y ya estaba el lío montado. Con el tiempo, ya casi dos décadas de carrera, han ido limando el rollo de hip hop urbano y sabrosón para decantarse por lo segundo y, por momentos, ofrecen toneladas de azúcar. Pero cuando las venas estaban a punto de colapsar se marcaron un rumbeo loco al son de 'Seven Nation Army' y otra vez a saltar. Lo curioso es que es posible criticarles sin dejar de mover la cadera y es que los cubanos habían venido a "dejarse el corazón en la tarima" y a disfrutar de esta isla "gourmet". Tremenda banda.

Todo el mundo sabe que para viajar de Cuba a Jamaica hay que pasar por manglares. Y allí se refugiaron Guadalupe Plata entre caribeño y caribeño. Rock fronterizo y distorsionado envuelto en humo para seguir bailando pero ahora al ritmo de la tribu, casi como en un lugar secreto. Eso sí, como la niebla seca sea tóxica van a petar las urgencias de Can Misses.

Para la clausura todos los fotógrafos se apelotonaban en un punto del escenario principal. Por allí salió Al Anderson, cuatro décadas después, al frente de unos Wailers con un solo jamaicano. Tocaron lo más granado del legado Marley, alargando las canciones para dejar cantar al público. El portorriqueño Chet Samuel es un cantante reggae y los músicos son más que competentes, y todo el mundo coreaba hasta desgañitarse 'No Woman No Cry' o 'Could You Be Loved'... pero faltaba algo. Ah sí, faltaba Marley.