Loquillo se subió anoche al escenario principal del Festival Sueños de Libertad con ganas de despistar al público nostálgico, nacido en torno a la década de los 70, que acudió a verlo para rememorar sus viejas canciones.

Los diez primeros minutos de concierto estuvieron dedicados a las canciones más actuales (y menos conocidas) que fueron coreadas por sus fans más estables. Pero de repente, tras fumarse un pitillo, llegó el remember con la antropófaga Linda, 'Ritmo del Garaje' o 'Quiero un camión', 'El rompeolas'... entre otras.

Pese a no dar ni las buenas noches al pisar el escenario (y despedirse con un soso "Salut, Ibiza") el catalán consiguió conectar con el público a través de sus míticas canciones. Quizás se echó de menos un poco de empatía, pero quienes le siguen ya le conocen. No ha ganado nunca ningún premio a la simpatía.

A pesar de ello el público se entregó y cantó y saltó como si hubiese vuelto a los 80. La voz de José María Sanz, que ya cuenta con 58 años, sigue siendo prácticamente la misma que en sus inicios, aunque tras 40 minutos de actuación se notaba su cansancio.

El momento álgido del concierto es que el se repite en cada aparición del músico, cuando entonó el himno de una generación: 'Cadillac solitario'. Todos los móviles se encendieron para inmortalizar el momento y dio la sensación de que Loquillo sigue disfrutando cantándola.

El concierto comenzó con puntualidad británica (22:45) y finalizó igual. De repente desapareció del escenario y no volvió a pisarlo ni para acompañar a sus músicos (que por lo menos agradecieron al público) ni para un mísero bis, aclamado por los presentes.

Pero así es Loquillo, profesional y distante (como John Wayne, 'Feo, fuerte y formal'). Un gran concierto, magnífico sonido y grandes recuerdos. 'El Loco' no se preocupó en caer simpático, pero no fue a hacer amigos, sino a cantar, y eso lo hizo bien.