No es una araña ni una mantis; el depredador más temible y más eficaz del jardín es un caracol que en Ibiza se conoce como bombet y al que en castellano se suele denominar caracol degollado o caracola (la forma en femenino con la que, habitualmente, se hace referencia solo a los moluscos marinos con concha). Su nombre científico es Rumina decollata, es originaria de la región mediterránea y es considerada una especie invasora en muchos lugares del mundo donde a menudo ha sido introducida, dada su extrema voracidad, como agente de control biológico.

En otras zonas se internó de manera accidental, pero lo cierto es que en la actualidad su distribución es muy extensa e incluye el norte de África y Oriente Medio, Inglaterra, Florida, Islas Bermudas y las Antillas Menores. En Islas Bermudas, por ejemplo, varias especies de gasterópodos autóctonos están amenazadas por la proliferación de caracoles invasores como Rumina decollata. Y el declive de diversos taxones en California también es atribuido por muchos expertos a la introducción deliberada de la voraz caracola, con la que se intentaba, por cierto, acabar con la plaga de otra especie mediterránea (Helix aspersa), corriente también en las Pitiusas.

«Esta especie tiene una amplia ecología y es extremadamente abundante. Es circunmediterránea y es muy abundante en todas nuestras islas. Está ausente solamente en la región del bosque. Bajo una sola piedra, en asociación con especímenes de tamaño normal, se encontraron ejemplares extraordinariamente grandes en Eivissa. Su crecimiento excesivo puede deberse a los efectos de una castración parasitaria». Es lo que puede leerse sobre Ruminia decollata en el libro 'Biogeography and ecology of the Pityusic islands´, que incluye un capítulo del malacólogo Luis Gasull en el que puede comprobarse la importante diversidad de gasterópodos terrestres y de agua dulce que existen en Ibiza y Formentera, ya que menciona hasta 46 especies (a las que habría que añadir un par de endemismos a los que se hace referencia en un capítulo aparte).

Los restos de este caracol, multitud de conchas vacías y decoloradas por el sol, son, por regla general, los indicios de la presencia de la especie en campos y jardines. Para poder observar los juveniles vivos hay que buscar en zonas más húmedas, bajo piedras o bajo las cazuelas de barro o recipientes en los que se almacene agua y que se asienten sobre tierra. Al levantarlas, es fácil encontrar numerosas caracolas de pequeño tamaño, de color oscuro y tono dorado, que conservan el cono de la concha entero; una de las características de esta especie es la forma de cono truncado de los adultos, que pierden las primeras vueltas de la espiral de su concha al alcanzar la madurez sexual. La primera vez que se observa una caracola, es fácil pensar que su concha, que puede llegar a medir 5 centímetros de largo, está rota. El nombre popular de caracol degollado está relacionado con esta característica.

Curiosamente, en esas zonas húmedas y sombrías del jardín o del campo, las pequeñas caracolas conviven con las que serán sus presas: babosas, lombrices y otros caracoles y sus huevos. El bombet, citado ya en Baleares en fósiles del Pleistoceno, también se alimenta de vegetales, si bien no provoca grandes daños a los cultivos y su presencia se considera beneficiosa porque compensa las plantas y frutos que pueda comerse con la depredación de otros gasterópodos más dañinos.