En arquitectura, un caballero es una torre sobre otra torre, sobre un baluarte o una muralla, una batería elevada desde la que dominar sobre aquello que ya está pensado para una defensa desde arriba. En 'El Señor de los Anillos. El retorno del rey', la enrevesada fortaleza de Minas Tirith muestra un sinfín de torreones elevados que podrían considerarse caballeros, sobresaliendo sobre los lienzos de las murallas. Menos aparentes y con menos sangre derramada a lo largo de su historia, la fortaleza abaluartada de Ibiza, considerablemente más compleja de lo que a simple vista parece, tiene, además de seis baluartes y dos semibaluartes, dos caballeros, aunque uno de los baluartes también podría ser considerado, técnicamente, un caballero. En palabras del arquitecto Fernando Cobos, responsable del Plan Director de las Murallas, «la fortificación de Ibiza es muy rara porque se adapta muy bien al terreno a costa de saltarse algunas reglas». Más allá de los baluartes, el fuerte posee una sorprendente variedad de elementos que, con las restauraciones llevadas a cabo en los últimos años, se ha intentado que recobren sino su protagonismo sí su interés histórico.

El caballero de Sant Lluc, en el que se puede observar una reproducción de un falconete (un pequeño cañón de retrocarga que podía disparar proyectiles hasta 500 metros), es uno de esos elementos que, hasta su restauración, pasaron desapercibidos. Es un caballero clásico, asentado sobre la gola de un baluarte, el de Sant Pere, al que sirve de refuerzo. Es la torre que se levanta justo encima de la entrada conocida como Portal Nou. Desde la plaza del Sol, se observa el ángulo del caballero detrás de los restos de una antigua torre, paradójicamente llamada Torre Nueva y que se conserva del recinto medieval que existía antes de que se encargara al ingeniero italiano Giovanni Battista Calvi la construcción de un fuerte más adecuado a la artillería del XVI. Pero Calvi ya había muerto cuando el gobernador Alonso Zanoguera consideró que Sant Pere necesitaba ser reforzado y, en 1596, solicitaba al rey la construcción de la torre elevada. Antes de que acabara el siglo, el ingeniero Antoni Saura la levantaba. A decir verdad, seis años antes, ya se habían iniciado obras para tal caballero, aunque parece ser que en esos momentos el gobernador no disponía de permiso para tal reajuste en las murallas y el asunto provocó cierta polémica, que se conserva en la documentación histórica.

Finalmente, Sant Lluc se finalizó y permitía optimizar el fuego de artillería, disparando por encima del baluarte de Sant Pere contra los enemigos que se acercaran. «Se construye porque el baluarte queda muy bajo y sometido, y para que no enfilen la ronda hasta los baluartes de Sant Joan y Sant Jaume los cañones enemigos», explica Fernando Cobos, quien destaca que, en la fortificación, todo es una cuestión de cómo se usa la artillería. La manera de entender la fortaleza es pensar como un artillero. Como si fueras a disparar o tuvieras que protegerte de los disparos. «El caballero de Sant Lluc sirve básicamente como espaldar que corta el tiro de enfilada (cuando por las cuestas interiores o por los altos exteriores, las balas enemigas corren paralelas, por dentro, a los parapetos y se llevan por delante todos los cañones y sus defensores)», añade Cobos.

En el libro 'Breve historia de las murallas de Ibiza', Eduardo J. Posadas describe así esta batería elevada: «su puerta, provista de una cancela, se abre en el inicio del adarve de la muralla conocido como ronda de Juan Bautista Calvi, y sobre ella campea un escudo que, por lo carcomido que está, no es posible identificar, aunque es más que probable sea el del gobernador Zanoguera. Por cierto, hijo del Zanoguera que figura en la cartela de la Puerta del Mar, y que sin duda heredó de su padre su afición a ir dejando su sello por todas las paredes de la fortaleza». En los años 30, se vació la plataforma del caballero para instalar un depósito de agua potable, pero hoy, además de la plataforma, Sant Lluc ha recuperado incluso la buhera, un agujero desde el que se podían lanzar piedras y toda clase de proyectiles sobre los enemigos que pretendieran acceder por el Portal Nou y una torreta para la guardia.

El segundo caballero que tuvo la fortificación renacentista es el de Santa Bárbara, en la Almudaina, donde se halla la Puerta de la Bomba, en la entrada del baluarte de Sant Jordi. Pero, además, el baluarte de Santa Tecla, al construirse el semibaluarte conocido como Revellín, queda en cierta medida anulado y transformado en un caballero; por encima del Revellín. Tal y como señala Fernando Cobos, la fortaleza es rara, pero única: «en general, la tendencia es levantar fortificaciones bajas y que ofrezcan poco blanco, y en Ibiza se empeñaban en todo lo contrario. Eso, sin embargo la hace más espectacular; menos práctica, pero más vistosa».