Feminista. Es la primera palabra con la que se define Irantzu Varela, periodista que el sábado impartió el taller 'El cuento del amor, deconstrucción del amor romántico'. Ayer por la tarde, presentó el corto 'Él nunca me pegó', sobre violencia machista, también dentro de los actos de la colectiva feminista Figa de Pic que hoy (Cas Serres, 17 horas) organiza un curso de autodefensa impartido por Maitena Monroy.

¿Por qué hay que deconstruir el amor romántico?

Porque aún hoy el amor romántico es un espacio de desigualdad para las mujeres. A la mitad de las mujeres asesinadas en el mundo las mata su pareja o expareja hombre. Lo que debería ser un espacio de cuidado y respeto se convierte en un espacio de control y violencia. Tenemos que aprender a querernos de forma igualitaria.

¿Es posible darle la vuelta?

Sí, está clarísimo que vamos avanzando. No creo que ahora haya más violencia, hay más conciencia, se denuncia más y se tolera mucho menos. Antes teníamos una cultura que legitimaba aún más la violencia contra las mujeres, eran los trapos sucios que se lavaban en casa. Ahora hay más conciencia en la sociedad, las mujeres ni aguantamos ni toleramos lo que no se debe y cada vez hay una comunidad mayor de mujeres que luchan por derechos de todas.

¿No se le ponen los pelos de punta al ver que los adolescentes reproducen los mismos roles?

Sí. Que la desigualdad y el machismo están relacionados con la edad y generaciones pasadas es un falso mito. El machismo es una forma de pensar que se adapta a los tiempos. Por eso tratamos el tema del amor, porque ahora es el gran espacio de desigualdad de las mujeres. Hemos conquistado cierta igualdad legal y formal, pero en la vida privada sigue habiendo mecanismos para mantenernos en segundo plano, sumisas. Me llama la atención que gente muy joven piense que el control o los celos son amor. Pero también encuentro gente muy joven con pensamientos avanzados. Son muestra de que se están consiguiendo muchas cosas.

Es usted optimista, veo.

Si no, no sería feminista. Tiene que haber una transformación social y la va a liderar el feminismo.

¿Por qué nos aferramos a esa idea del amor romántico?

Se nos impone constantemente que el amor sea nuestro proyecto vital fundamental. Hay que estudiar y trabajar, pero lo que de verdad se espera es que encontremos un marido, un hombre más alto, que gane más dinero que nosotras, con el que tengamos criaturas y nos hagamos fotos en Navidad. Eso está mucho más inoculado en nuestro interior de lo que pensamos. Se nos ha enseñado a querernos en función de lo que nos quieran. Y para que nos quieran tenemos que ganárnoslo: cuidar gratis, ser monas y agradables, estar calladitas... Dichas así, esas ideas suenan fatal, producen rechazo, pero las tenemos muy interiorizadas. Ser mujer es la búsqueda constante de la aprobación ajena. Y el amor es la gran búsqueda de aprobación. El gran trabajo es buscar el amor propio, que es la historia de amor más bonita y gratificante que puedes tener. Pero eso no se nos enseña a las mujeres.

La sociedad es más cruel con nosotras que con ellos. Con las exigencias del físico, por ejemplo.

Sí. Se convence a los hombres de que vienen al mundo a satisfacer sus deseos y necesidades y a nosotras de que venimos a satisfacer los ajenos. Nosotras tenemos que gustar por nuestro aspecto, por cuánto nos adaptemos a lo que se espera de nosotras y por cuántas expectativas ajenas cumplamos. De los hombres se espera que tengan sus propias expectativas y que las consigan. Por eso aún funciona una sociedad que mantiene a la mitad de la población en desigualdad: cobramos menos por el mismo trabajo, empleo más precarizado, no estamos en espacios de decisión, pasamos miedo cuando volvemos solas a casa... Y esto se vive con normalidad porque nos han hecho creer que la desigualdad es el estado natural.

Así que el poder de cambiar lo tenemos nosotras.

Sí. La buena noticia es que cada una de nosotras tiene la oportunidad de desobedecer el mandato de gustar a todos, de cubrir las expectativas de los demás, de preocuparnos por la aprobación ajena... Cuestionarnos qué queremos y cuidarnos a nosotras las primeras. Ahí comienzan muchos cambios. Es fundamental la organización colectiva. Hay una movilización feminista sin precedentes en la calle. Las mujeres nos hemos dado cuenta de que no queremos seguir viviendo así. Cada una en su casa y en su vida tiene que hacer cambios, pero la lucha es colectiva.

Desobedecer... Las niñas debíamos ser obedientes, la rebeldía sólo se les permitía a ellos.

Sí, claro. Una mujer desobediente descoloca y genera un precedente peligroso. Imagina que nos ponemos todas a desobedecer, a despreocuparnos de nuestro aspecto y ocuparnos de nuestra vida interior, a preocuparnos menos de lo que esperan los demás y más lo que esperamos nosotras... El día que hagamos eso las cosas van a cambiar, el sistema lo sabe, por eso nos quiere obedientes y nos necesita sumisas.

¿Por qué feminista se usa como insulto?

La palabra feminista no es un insulto, el insulto es decir 'yo no soy feminista'. El feminismo es la idea radical de que las mujeres somos personas y lo único que buscamos es tener los mismos derechos y oportunidades que los hombres. Quien no es feminista está a favor de la desigualdad, del machismo y de la violencia contra las mujeres. La propaganda machista se ha preocupado de que suene a insulto, pero no lo es. Estás a favor de los derechos de las mujeres o en contra. No hay otra.

Muchas famosas, cuando se les pregunta abiertamente si son feministas responden que ni feministas ni machistas. ¿Qué les diría?

Decir eso es un error enorme, decir que el feminismo es como el machismo pero al revés es tan de cuñado, tan antiguo... No es que no hayan leído a Simone de Beauvoir, es que no se han molestado en hablar con una feminista dos minutos. El machismo, y lo dice hasta la RAE, es la idea de que los hombres son superiores y por tanto deben tener más derechos que las mujeres. Feminismo es la lucha por la igualdad de las mujeres. Ese paralelismo es absurdo y deja en evidencia a quien lo hace, es como cuestionar que la Tierra es redonda.

Pero lo hacen..

Si eres una mujer con proyección pública decir que eres feminista te significa mucho, te vuelves incómoda. Dejas claro que eres consciente de tus derechos y de que vas a pelear por conseguirlos. Los tuyos y los de todas.

¿Para ser feminista también hay que salir del armario?

Sí, llevamos tiempo saliendo del armario. Hace unos años Beyoncé o Lady Gaga no querían ni hablar del tema y ahora lo ponen con luces de neón en sus conciertos. Han entendido que estaban haciendo el tonto, que hay millones de mujeres, y de hombres, que entienden que la única manera de estar en el mundo es estando a favor de la igualdad. Feminista se puede acabar convirtiendo en un piropo en breve.

¿De verdad lo cree?

Para mí ya lo es y creo que sí, que esta batalla la estamos ganando.

No cobramos lo mismo, no estamos representadas como toca en política ni ocupamos altos cargos en empresas en la misma proporción que los hombres. ¿En esta situación no es peligroso hablar de que existe una igualdad formal?

Sí, hay mucha gente, sobre todo jóvenes, que han crecido en una sociedad sin diferenciaciones muy obvias, que creen que viven en lo que llamamos el espejismo de igualdad. Podemos estudiar, conducir, tener pasaporte y cuenta corriente. Eso hace que mucha gente crea que la desigualdad es algo del pasado. Hasta que no tienen una experiencia de violencia contra las mujeres, entran en el mercado laboral, entablan una pareja heterosexual o se quedan embarazas no ven que no es así. El feminismo es una cuestión de tiempo, las que no se hacen feministas por decisión propia al final la vida las hace feministas. Hay un momento en que te das cuenta de que ahí fuera no somos iguales, por mucho que lo diga la ley.

¿Los políticos son los primeros que deben ponerse serios?

No sé si los primeros. La situación está como está con la legitimidad de la sociedad y la complicidad de las instituciones. Tenemos al típico político que dice que la violencia contra las mujeres es una lacra, como si fuera una plaga enviada por dios sobre la que no hay nada que hacer. Estamos así porque hay una voluntad política de que estemos así. Si quisieran acabar con la violencia contra las mujeres y con al discriminación, se conseguiría. Tenemos unas leyes muy flojas y que, además, no se aplican. La participación de mujeres en la política es baja. Somos la mitad de la gente, deberíamos ser la mitad de los representantes políticos. Con la Administración actual hay una clara apuesta por que las cosas sigan igual o peor. Las instituciones no están haciendo nada, migajas, así no se cambia nada.

¿Cómo se cambia?

Con apuesta política, presupuesto, áreas de igualdad, institutos de la mujer, planes integrales, pero que sean integrales de verdad, contra la violencia machista... Las feministas tenemos un montón de propuestas, pero no las quieren escuchar.

Significativo, ¿no?

Es que al final, el feminista es un planteamiento antisistema en el sentido de que el sistema actual está basado en la explotación de las mujeres. En la idea de que trabajemos gratis en el ámbito doméstico, nos acostumbremos a ser un ingreso complementario en el hogar, normalicemos que haya una media de dos mujeres asesinadas a la semana y no pase absolutamente nada. No se trata sólo de que dejen de matarnos, se trata de que dejemos de vivir en un sistema que está fundado en la idea de explotarnos. Pero muchos no quieren, les gustan las cosas tal y como están.

Dos mujeres asesinadas por semana. ¿Cómo se puede parar esto?

¿Sabes cómo sería muy diferente? Si en vez de dos mujeres fueran dos hombres. Se solucionará el día que admitamos que las muertes son sólo la punta del iceberg, que detrás hay toda una cultura que legitima la violencia contra las mujeres. Empieza en la idea de que tenemos que cuidar gratis a todo el mundo y sigue en las ideas de que podemos cobrar menos por el mismo trabajo y que tenemos que aguantar que nos digan a gritos opiniones sobre nuestro cuerpo, eso que llaman piropos. Hay una frase feminista que dice que el machismo mata, empobrece y atonta. ¿Sabes qué digo yo?

¿Dígame?

Que el machismo puede matar y empobrecer porque atonta. Las mujeres asesinadas son la manifestación más brutal de una violencia que es estructural, que vivimos todas la mujeres todos los días y que empieza porque somos ciudadanas de segunda, tenemos responsabilidades de cuidado mayores que las de los hombres, en el ámbito profesional no valemos igual, no podemos ir tranquilamente por la calle sin miedo... No somos un colectivo, somos la mitad de la sociedad. ¡Los hombres sólo son la otra mitad! Si la mitad de la población está en una situación de desigualdad constante en todos los ámbitos y aún así todo marcha, lo que tenemos que mirar es el funcionamiento de la sociedad. Las situación es insostenible. Ninguna sociedad aguantaría que hubiera dos mujeres asesinadas a la semana sin que pase nada, ni siquiera una alarma.

Sí que pasa. Los políticos se hacen fotos en minutos de silencio...

Sí, claro, como con los refugiados. Se ahoga un niño y todo el mundo se echa las manos a la cabeza, como si viniera de otra galaxia. Es consecuencia de la política europea, los responsables tienen nombre. Esto es igual, no se puede hacer como si a las mujeres las asesinaran marcianos, las asesina el machismo y el machismo es una apuesta institucional y política y social.