De manera didáctica, el arqueólogo Carlos León Amores, detalló anoche, en el Museo Monográfico del Puig des Molins, el contenido del libro 'Investigaciones arqueológicas subacuáticas en el barco romano de es Grum de Sal', yacimiento situado frente al islote de sa Conillera. Presentó el acto Marcus Heinrich Hermanns, un arqueólogo submarino pitiuso que conoce a la perfección ese lecho, donde trabajó en octubre del año 2013 para investigar el pecio romano del siglo I que ayer protagonizó la charla de León. Durante la conferencia, el autor del libro proyectó una serie de imágenes que resumen cómo fue la intervención arqueológica en la que, entre 1991 y 1992, participó para desentrañar la historia de los restos de la embarcación romana que allí yace desde hace 20 siglos: «Es un pecio „contaba ayer„ no demasiado conocido en el que hicimos mucho trabajo de documentación, planimetría, dibujo, interpretación de cómo podía ser el casco y de cuáles podían haber sido las causas de su hundimiento, así como intentamos averiguar de dónde venía, hacia dónde iba y por qué se hundió».

-Usted participó en las investigaciones de los años 90. ¿En qué consistieron?

-Éramos un equipo muy grande, dividido en dos. Una parte trabajaba en la zona del fondeadero, en el que hay restos desde la época púnica hasta la época medieval. Los del otro equipo documentábamos los restos del barco del Grum de Sal, del que ya sabíamos que era romano, sobre todo por las ánforas (las 14 tipo B). Trabajamos allí dos años en dos campañas seguidas. Luego hubo mucho trabajo de interpretación y estudio. Recogemos mucha información, pero luego tardamos mucho en analizarla...

-Veinte años, lo que ha tardado en publicar este libro.

-Lo he hecho ahora, pero podría haberlo hecho hace 10 años. Lo que pasa es que yo pertenecía a un equipo que tenía que elaborar otras partes, pero al final no se completaron, por lo que decidí, tras hablar con Marcus Heinrich Hermanns, publicarlo. Tenía mucha información que pensaba que sería útil en Ibiza y que serviría de punto de partida para las investigaciones. Lo cierto es que fue Marcus quien me animó. Me decía que estaban muy interesados en la isla en tener más datos de ese barco, en tener publicada la información de lo que se hizo entre 1991 y 1992.

-¿Qué información nueva aporta que puede ser útil?

Lo más útil para los investigadores son los dibujos. Dibujamos el barco centímetro a centímetro. Cada clavo, cada clavija, cada madera. Dibujamos perfectamente los 13 metros [de longitud] de zona que limpiamos para estudiarlo. Lo hicimos a escala muy grande, de 1:20, y con mucho detalle.

-El arqueólogo submarino Marcus Heinrich Hermanns hizo varias inmersiones en el Grum de Sal. Tras investigarlo, seguía teniendo muchas dudas. Y pocas certezas. Entre estas últimas, que el casco era de madera de pino. Una de sus dudas era la longitud. ¿Tenía 25 metros de eslora o más?

-No lo tenemos claro. Ojalá lo supiéramos. Por el tamaño de las cuadrillas, encaja, más o menos, con una nave de entre 20 y 25 metros de eslora. Pero no lo sabemos, igual que desconocemos otra cosa: dónde está la proa. Intentamos encontrar, sin éxito, la carlinga del mástil para saber dónde estaba la proa y la popa. En los barcos romanos eran muy parecidas y lo que da la pista exacta es la carlinga del mástil.

-Encontraron una piña entre dos cuadernas. ¿Qué hacía allí?

-Aparecen en muchos barcos romanos. Se podían usar para dos cosas. Cuando se colocaban las ánforas se preparaba una especie de colchón de piñas, pues así era más blandito el suelo y se evitaba que se rozaran unas con otras. Es decir, tenían una utilidad como separadores. Pero también se encajaban algunas en la boca de las ánforas para perfumar. Eso lo hemos visto en otros barcos romanos estudiados en el Mediterráneo. La que se encontró en el Grum de Sal podía haber sido usada para ambas cosas.

-¿Se sabe algo más de esa piña?

-El estado de madurez de los piñones, que nosotros estudiamos, nos dio la pista de que debió de ser cortada y embarcada a finales del verano. Se encontraban en un estado de madurez como los que hay en el mes de septiembre.

-Y para rizar el rizo, ¿saben de qué zona provenía?

-No. Eso no. Sí sabemos que el barco, seguramente, casi al 100%, proviene de la zona de la desembocadura de los ríos Sado y Tajo (sur de Portugal).

-¿Por qué saben que proceden de allí?

-Por el tipo de ánfora. Las del 14 tipo B se fabricaban en esa zona. Y también sabemos lo que llevaban en su interior.

-Garum, la salsa hecha con vísceras de pescado, tan apreciada en aquella época.

-Sí, pero con partes del pescado bastante grandes. Llevaba colas y cabezas. Fundamentalmente, las vértebras que encontramos eran de lubinas y merluzas. Y eran, además, merluzas de un tamaño muy grande, que solo se dan en la zona del Atlántico. Son datos que nos llevan a pensar que esa nave procedía del Sur de Portugal.

-¿Y qué hacía por estas costas?

-Entendemos que iba a proveer de garum a algún puerto romano. Pudiera ser que viniera a Sant Antoni, en el caso de que fuera un viaje más corto. Pero a eso no le veo mucho sentido. Y su destino podía ser Roma o algún puerto del golfo de León. Si iba a Roma, desde luego el camino pasaba por aquí. Se hacía escala en esta zona y se pasaba luego por el estrecho de Bonifacio [entre las islas de Córcega y Cerdeña], una ruta romana bastante habitual.

-El Teredo navalis, la carcoma marina (broma, de nombre vulgar), afecta mucho al pecio en la actualidad. ¿También cuando hicieron las prospecciones en los años 90?

-Uno de los problemas fundamentales que tiene este barco en cuanto a su conservación es que su madera aguanta poco al ser de pino, pues no es tan dura como la del roble o cedro (más resistentes). Y luego está el Teredo navalis, un gusanillo que horada la madera y le hace una especie de costrita calcárea, está en todos los mares y es lo que más perjudica las maderas. Cuando se hizo la primera excavación, en los años 60, por parte de Benito Vilar-Sancho Altet, fue retirada toda la capa de ánforas. Esa capa estaba encima de la madera, de manera que la protegía. Quitar las ánforas supuso que la madera quedara desnuda, a flor de piel, por lo que empezó a sufrir mucho. Se sacaron casi todas las que había. Suponemos que, por eso, desde entonces se produjo una gran pérdida de madera del pecio.

-¿Fue muy expoliado ese barco?

-Como muchos otros en los años 60, más aquí en las islas, fue expoliado. Venían muchos buceadores, sobre todo extranjeros, que eran los primeros que traían buenos equipos de submarinista. Había un comercio brutal. Eran los primeros momentos en que la gente se metía en el agua con ese tipo de equipos. Sacaban lo que podían. Los buceadores franceses eran muy habituales aquí?

-Todo francés que se precie lleva un pequeño Jacques Cousteau en su corazoncito (además de un pequeño Alain Prost y un pequeño Bernard Hinault).

-Claro, y llevaban buceando 20 años antes que nosotros. Estaba muy expoliado, pero la intervención de Vilar-Sancho recuperó muchas ánforas en perfecto estado que están en el Museo Arqueológico.

-Usted se dedica, esencialmente, a la arqueología submarina.

-Empecé en el Museo Nacional de Arqueología Submarina de Cartagena, perteneciente al Ministerio de Cultura y conocido como Arqua. Allí estuve seis años. Este trabajo del Grum de Sal lo comenzamos con ese museo. Al depender del Ministerio de Cultura contamos con ciertos medios para trabajar durante dos campañas seguidas y un equipo de gente suficiente para poder dibujar el barco, que fue nuestro objetivo principal. Al estar sumergido a más de 20 metros podíamos estar muy poco tiempo bajo el agua. Necesitábamos equipos muy grandes para turnarnos.

-¿Cómo trabajaban?

-Bajábamos de dos en dos al fondo. Éramos seis equipos. Cada uno permanecía bajo el agua un máximo de 40 minutos.