El director madrileño Arturo Ruiz Serrano veranea en Santa Eulària desde que era un niño, así que cuando asistió a la renovación y posterior apertura del Teatro España pensó que quería estrenar allí alguno de sus trabajos. Lo hace hoy con su primer largometraje, ´El destierro´, después de triunfar con sus cortometrajes anteriores, en especial con ´Paseo´, que estuvo nominado a un Goya. Le preocupa un poco el que el mal tiempo reste público: «¡pero qué mejor plan que ir al cine un día que llueve!», anima.

-Todo hacía pensar que había sido Eric Francés [protagonista del filme], que ha rodado en Ibiza con David Marqués varias veces, quien le había convencido de mostrar su película en la isla pero ya veo que no...

-No, el vínculo es mucho más personal. Voy a Ibiza desde pequeñito, mi familia tiene casa en Santa Eulària. No hemos faltado casi ningún verano y ahora incluso vamos fuera de temporada. Cuando restauraron el Teatro España fuimos a ver películas. Nos parece casi un milagro cuando recuperan un cine, así que pensé que me gustaría estrenar algo allí y, además, lo hago con la primera película que ruedo.

-Es guionista de la cinta además de director. ¿Qué le inspiró esta historia?

-Hace unos años, en 2006 o 2007, hice un corto que se llamaba ´Paseo´, que tocaba la temática de la Guerra Civil como trasfondo, aunque me centraba en unos ´paseados´, los últimos momentos antes de morir. El protagonista era José Sacristán con Paco Tous y Carlos Santos y realmente era el encuentro de tres hombres viviendo los últimos días de su vida. Cómo se relacionaban y se apoyaban los unos a los otros... El corto quedó muy bien y fue nominado a un Goya. Funcionó muy bien fuera de España, cosa que me sorprendió, porque pensaba que era un tema muy localista, pero todo lo contrario. Eso me animó, después de escribir guiones para otros directores, a que mi primera película retomara esa fórmula.

-Vuelve a la Guerra Civil pero ahora cuenta la historia de dos hombres destinados a un pequeño fuerte de vigilancia.

-A mí me interesa mucho el tema de la Guerra Civil, pero entiendo que la mayoría del público español (o eso dicen) piensa que se hace mucho de este tema y no es cierto. Hay un poquito de prejuicio, cosa que no pasa fuera. Cerca de Madrid existen estos fortines de vigilancia, que me dieron la idea de cómo sería la vida, el día a día de dos jóvenes conviviendo allí en un espacio tan reducido y donde el clima fuera es tan hostil, en pleno invierno. Que no les quedaría más remedio que pasar mucho tiempo dentro. Planteo una convivencia forzada entre dos personajes antagonistas que no tienen nada que ver y que no se toleran, pero no les queda otro remedio que aguantarse. La llegada de otro personaje, una brigadista internacional polaca y encima del otro bando, va a unirles, les hace crecer y cambiar a la vez que va cambiando el tiempo: Llega la primavera. La película está rodada a lo largo de un año y hemos tocado todas las estaciones.

-¿Qué representan los protagonistas, Teo y Silverio?

-Silverio lo interpreta Eric Francés. Yo no sabía que ese personaje casi representaba por completo a su propio abuelo, un hombre de campo de Alicante que fue llamado a filas, fue apartado de su familia y obligado a luchar por una guerra con la que él no tenía nada que ver porque no defendía ningún ideal político. Teo, Joan Carles Suau, es un seminarista convencido de que ha sido llamado por un mandato divino. Quiere sentirse un mártir porque piensa que si le han puesto ahí es por algo. Y luego llega la chica, la más idealista de todos, la única que está ahí porque quiere, Monika Kowalska, que es Zoska. La convivencia está por encima de los ideales y cuando se trata de sobrevivir todos encajan.

-Es su primera película como director...

-Antes he dirigido cortos y he sido guionista de ´Un perfecto desconocido´ de Toni Bestard, que contó con Colm Meaney, que es un actor muy conocido, y de ´La carga´, una película mexicana que está a punto de estrenarse.

-¿Tiene pensado continuar como director o se siente más cómodo como guionista?

-He terminado muy satisfecho de mi experiencia como director, cosa que en principio dudaba. No me gustan mucho los rodajes porque son muy estresantes, sobre todo cuando se rueda en estas condiciones. Me gusta más escribir. Pero tenía una deuda como guionista. Lo que se había rodado sobre mis guiones no era lo que yo había escrito, porque evidentemente el director y el montador hacen su propia película, así que tenía ganas de ser un poco fiel al guión. ¡Y quién mejor que yo porque lo iba a respetar más que nadie! (ríe). Es una película pequeñita, por eso nos han superado todas las expectativas. Ha funcionado muy bien en el tema internacional, hemos viajado mucho, hemos ganado premios, se ha estado exhibiendo en lugares que no esperas como China o Finlandia. Han sido todo satisfacciones. Al ser un rodaje espaciado nos ha dado tiempo a recuperarnos, ha sido como rodar cuatro cortos, con lo que no ha resultado tan duro. La consecuencia es que estoy animado para hacer otra, ¡me he venido arriba! Con un proyecto más grande y con un productor más importante.

-Dice que rodaron de manera espaciada pero he leído que en conjunto fue un rodaje muy corto.

-Sí, la rodamos en solo tres semanas espaciadas por todo el año. Es casi el tiempo mínimo para un largometraje. Rodamos los exteriores del fortín en Ávila en enero, con unas tormentas de nieve tremendas. Tuvimos mucha suerte con el tiempo porque nos acompañó según lo que necesitábamos en cada parte. Luego regresamos en abril al mismo lugar para rodar la primavera e hicimos los interiores en un plató en Madrid en julio, donde pasamos el calor más terrible. Y acabamos rodando en Mallorca en otoño.

-¿En Mallorca?

-Sí, por un tema de producción, nos hacía falta financiación para acabarla y, a través de unos socios y de mi amigo, el director de cine mallorquín Toni Bestard, conseguimos el interés de IB3, Palma Pictures y del Institut d´Estudis Baleàrics.

-Es licenciado en Derecho pero ahora trabaja como cineasta. ¿Hubo un día en el que dio el golpe en la mesa y dijo: ¡voy a seguir mi vocación!?

-[Ríe] Estudié Derecho porque estaba en una etapa en la que no sabía muy bien qué hacer. Cuando salí seguía sin saber muy bien qué hacer. Mi afición siempre había sido el cine y empecé a hacer cortos muy pequeñitos, luego un poco más grandes y la progresión fue muy natural. El Derecho quedó aparcado prácticamente desde el principio. Me costó creer que me pudiese dedicar a esto porque no estoy titulado, he sido más autodidacta que otra cosa en este campo.