Tal día como hoy hace 40 años, el famoso falsificador Elmyr de Hory, uno de los personajes más fascinantes que han pisado Ibiza, moría tras ingerir coñac y una sobredosis de barbitúricos. Su cercana extradición a Francia, donde podría ser asesinado por algún sicario de Legros, el malvado marchante de su obra, fue demasiada carga para este personaje extremadamente sensible, a pesar de la imagen de bon vivant que quedó de cara a la galería.

Elmyr de Hory murió en los brazos de Mark Forgy, un joven de Minnesota que se convirtió por pura casualidad «en su amigo, su compañero y en el hijo que nunca tuvo», según sus propias palabras.

Forgy, que ahora reside de nuevo en Estados Unidos, recuerda en esta entrevista cómo se conocieron y cómo era de puertas para adentro el artista húngaro. Los que se queden con ganas de más no pueden perderse el documental ´Elmyr de Hory en el acantilado´, que se mostrará al público con entrada gratuita el 22 de diciembre en el Club Diario de Ibiza, donde además se exhibe estos días la exposición de originales de Elmyr de la colección de José Luis Branger.

-¿Por qué Elmyr de Hory sigue siendo una figura tan fascinante 40 años después de su muerte?

-A Elmyr le gustaba decir que la falsificación de obras de arte «es la segunda profesión más antigua del mundo», lo que significa que su crimen no era especialmente original y que ese engaño tiene una larga tradición en la historia del arte. Él remarcaba constantemente que el arte es un proceso evolutivo, aprendido y construido de generación en generación por artistas influenciados por sus predecesores. Que Elmyr y su propio estilo de vanguardia reflejase esas influencias no es sorprendente. Fue su educación tradicional en el arte figurativo, que no ha cambiado mucho en los últimos 500 años, lo que le dio su fundamento y afinidad con sus contemporáneos, o contemporáneos cercanos, y le permitió emular los estilos de muchos de los maestros modernos.

-¿Es entonces casi imposible que vuelva a haber un falsificador como él?

-Es muy poco probable que se pueda repetir de nuevo la producción o la carrera ilícita de Elmyr. Supuestamente produjo más de mil obras de arte falsas, aunque no hay pruebas sólidas que apoyen esa afirmación. Sin embargo, en los casi ocho años que pasé en su compañía, fui testigo de su facilidad para producir trabajos a una velocidad asombrosa, lo que me lleva a creer que es totalmente plausible que su producción haya sido tan prolífica. Al mismo tiempo, hay que considerar que la trayectoria de la farsa de Elmyr coincidió de pleno con el aumento vertiginoso del mercado del arte a mediados del siglo XX. Era una época en la que el arte se vendía con un apretón de manos, sin las exigencias del análisis forense actual, y lo más habitual es que se basase en la ´opinión´ de los expertos. Como Elmyr demostró, la gente y los expertos son propensos a equivocarse.

-¿Por eso el engaño de Elmyr provocó tal conmoción?

- La reacción del mundo del arte fue comprensible. Elmyr hizo que los expertos pareciesen estúpidos; sus egos recibieron un buen golpe y sus reputaciones resultaron dañadas. Por eso lo trataron como un paria. Sin embargo, para aquellos sin intereses profundamente arraigados en el mercado del arte la reacción fue otra: fascinación y adulación de la prensa y el público en general, una reacción que a Elmyr le sorprendió.

-¿Y usted cómo lo analiza?

-A menudo me preguntan si me siento de algún modo indignado por sus delitos, fraudes y engaños. Y siempre digo que no. Mis razones se entienden mucho mejor en el contexto de los tiempos. Aquellos que llegamos a la mayoría de edad en los años 60 sabemos que fue la década socialmente más turbulenta del siglo XX. Vivimos a través del movimiento de los derechos civiles, protestando por la desigualdad racial y económica y por la guerra inmoral en Vietnam. Nosotros defendíamos a los rebeldes. Elmyr reveló los defectos, la codicia y la incompetencia que existe a menudo en el mundo del arte. Elmyr interpretó ese sentimiento contra el ´establishment´ de la historia contemporánea como la aprobación tácita de sus crímenes. Esa interpretación aliviaba cualquier sentimiento de culpa que estuviese conectado con sus fechorías.

-¿Cómo era Elmyr de Hory?

-Por mi parte, Elmyr sigue siendo la persona más extraordinaria que he conocido. Puedo decir siendo honesto que no fue su fama o notoriedad lo que mantuvo a la gente en su órbita: era su carisma, su humanidad, su generosidad, su inteligencia... y también su talento lo que atraía a los demás de Elmyr. Y estos rasgos de su personalidad eran auténticos. Por eso es fácil entender que la mayoría de personas que entraron en contacto con él fuesen seducidos por su encanto. Fui testigo de muchas circunstancias en las que se mostró dispuesto a ayudar a otras personas sin pensar en ganancias personales. Estas cualidades entrañables le proporcionaron amigos para toda la vida. Y esa es la razón por la que todos los que le conocieron entendieron que estaban ante un hombre que ´realzaba´ la vida.

-¿Cómo conoció a Elmyr?

-Conocí a Elmyr en una hermosa mañana de domingo, el 1 de noviembre de 1969 en el puerto de Ibiza. Yo acababa de llegar en el barco desde Barcelona. Elmyr estaba esperando por alguien. Me acerqué a él y le pregunté si hablaba inglés. Él sonrió y dijo: «Como lo hacen en Kansas City», aunque yo sabía que su acento (húngaro) no era del medio oeste americano. Entonces le pregunté si podía recomendarme algunos hoteles baratos y lo hizo. Le di las gracias y se fue, pero no encontré habitaciones disponibles. Más tarde, esa noche, lo vi de nuevo cerca de un bar del puerto. Me preguntó si había tenido suerte en mi búsqueda de alojamiento. Le dije que no. Me respondió que tenía una habitación en su casa y que sería bienvenido si quería alojarme allí si me parecía bien. No pude rechazar su oferta, tan espontánea. No tenía ni la más remota idea de que mi vida estaba a punto de cambiar por completo, directa hacia un mundo desconocido. Esa primera noche se convirtió en una estancia de siete años. Después de unos días en su casa, Elmyr me preguntó si estaría interesado en trabajar en casa, ayudándolo, limpiando la piscina, cultivando un huerto y llevando algunas tareas de secretaría. Lo que no preveía era cómo todo eso cambiaría completamente mi vida. Casi de inmediato me dijo: «Mark, si quieres vivir en Europa, necesitas hablar dos o tres lenguas». Me hizo inscribirme en la Alliance Française para tomar clases de francés. Elmyr se convirtió en mi mejor amigo y en mi mentor, enseñándome arte, literatura, cultura y vida.

-¿Cuál fue el motivo de su suicidio o la razón por la que usted cree que lo hizo?

-Elmyr se suicidó porque se enfrentaba a la extradición de España para ser juzgado en Francia por varios presuntos delitos. Sin embargo, creo que la iniciativa del gobierno francés fue en gran parte instigada por el exsocio y marchante de Elmyr, Fernand Legros, quien, en mi opinión, era un absoluto sociópata, obsesionado con destruir a Elmyr. Estaba con Elmyr un día cuando un hombre se presentó en su casa. Este hombre le dijo a Elmyr que Legros tenía un contrato con él y que si alguna vez terminaba en una cárcel francesa, sería asesinado. Así, cuando el tribunal español cumplió con la solicitud de extradición, Elmyr decidió quitarse la vida en lugar de ir a Francia. No tenía ninguna duda de que Legros cumpliría la amenaza. Entonces, Elmyr se tomó una sobredosis de coñac y barbitúricos. Murió en mis brazos.

Fue el momento más difícil de mi vida y continúa atormentándome. La sensación de impotencia ante una tragedia así provoca un shock emocional.

[El principal escándalo fue el famoso ´caso Meadows´. Algur Meadows (1899-1978) fue un millonario de Texas que le compró a Legros unos 44 óleos supuestamente pintados por Elmyr que obviamente eran falsificaciones. Según apunta el coleccionista José Luis Branger los cuadros están en París, en los sótanos del Palais de Justice. «Esos cuadros jamás han visto la luz y nunca han sido publicados en ningún medio», añade el coleccionista].

-Se ha hablado mucho sobre de qué tipo era su relación con Elmyr, así que sería imperdonable que no le preguntase al respecto...

-Elmyr era homosexual y no tengo ninguna duda de que yo le atraía físicamente cuando nos conocidos, cuando yo tenía veinte años. Sin embargo, hubo otros factores que nos unieron. Una de las contradicciones en la vida de Elmyr era que, a pesar del caudal de vida social que lo rodeaba, era una persona solitaria y a la vez temerosa de la soledad.

Además, necesitaba compartir su conocimiento y su vida con alguien. Tuve la suerte de ser su amigo, su compañía y el hijo que nunca tuvo. En muchos sentidos él fue más padre para mí que mi propio padre, alguien que quiso dar forma a mi vida, a mi futuro, a mi carácter, a mi humanidad... y lo consiguió.