El dia 8 de agosto de 1936, fiesta de San Ciriaco, justo siete siglos y un año después de que una expedición catalano-aragonesa conquistara la isla y la ciudad de Ibiza a los musulmanes, otra expedición catalano-valenciana, ya en Formentera, se aprestaba a invadir la isla de Ibiza. Era la columna de Bayo-Uribarry, compuesta por unos 2.000 hombres que venían con dos destructores de la Armada republicana y un nuevo y enorme buque civil requisado, el Mar Cantábrico. La guarnición de Ibiza, que se había adherido al Movimiento militar, estaba compuesta por 123 hombres, 23 guardias civiles y 22 carabineros. La población civil, abrumadoramente conservadora como se demostró en las últimas elecciones y deseosa de paz y orden, no se opuso al Alzamiento militar, aceptándose incluso por casi todos, como un remedio temporal.

A lo que no estaba dispuesta, sin embargo, era a ningún heroísmo, quizás porque desconocía la patulea que se le venia encima. A ésta, que acababa de desembarcar en es Pou des Lleó, solo se opusieron en la carretera de Santa Eulalia a San Carlos una docena de militares y otra de civiles que fueron pronto rebasados. Aquí, la guerra durante el dominio militar había sido incruenta, no se había derramado sangre, Ni siquiera en la escasa oposición bélica, que se limitó a unos disparos de ametralladora, se produjeron bajas mortales. Pero la muerte ya acompañaba a la columna invasora. En Formentera hubo dos fusilamientos inmotivados, otros dos en San Carlos y tres en Santa Eulalia. Se empezaba a marcar la diferencia. Y aún no habían llegado a la ciudad de Ibiza.

Estos luctuosos hechos se conocieron el mismo día en toda la isla. Parece que funcionó el sistema ibicenco de trasmisión de noticias fúnebres: es missatge. También nos llegó a nosotros, refugiados en Cas Felius y nos sumió en la mayor desolación. La abuela, sospechando de la rapacidad y anticlericalismo de los vencedores, dispuso que se ocultaran todas las estampas religiosas que había en la casa y las pocas joyas que a ella se habían llevado. Los cuadros piadosos se metieron en la oquedad de un olivo milenario y en la cima de un pajar.

Con los cubiertos de plata y las pocas joyas se hizo un hatillo que se confió a Pep hijo para que lo escondiera, pese a conocerse su ideario izquierdista. Tía Cecilia, por su parte, cogió una azada y en un hoyo profundo que hizo en la viña enterró una olla de barro con duros de plata. Y así quedamos todos expectantes de una nueva realidad que augurábamos terrible y de unas noticias de las que estábamos ansiosos. Mi hermana Pili y yo, con nuestros 10 y 8 años, ya nos percatábamos de la gravedad de la situación y, contagiados por el terror de los mayores, nos hallábamos en permanente zozobra.

El día 9 llegó a Ibiza la columna invasora. Uribarry, natural de Burjassot, se empeñó en izar en el castillo, como fue izándola en la cima de dos o tres colinas vacías de enemigos que halló a su paso, la bandera valenciana, su senyera (la republicana ya estaba izada pues jamás la retiraron los militares sublevados) y designó como comandante militar de la plaza a un tal José Alonso Molina, un viajante de puntillas que se decía capitán de milicias. Bayo, por su parte -los dos capitanes andaban a la greña-, designó a Miguel de Labra gobernador general de la isla y dictó unas disposiciones, algunas totalmente anticonstitucionales.

Partió al día siguiente para Barcelona al objeto de proseguir con su intento de ocupar Mallorca. Nosotros, el primer aviso que recibimos, afortunadamente a distancia, de la invasión roja fue a media tarde del 9 cuando empezamos a oír un desordenado repicar de las campanas de la iglesia de San Rafael, viendo al poco tiempo una espesa humareda que emergía de dicho pueblo. Se estaba quemando, como era obligado para los nuevos visitantes e hicieron en todas las iglesias de las Pitiusas, el humilde templo de San Rafael. Nosotros, la familia, estábamos en el huerto con la abuela, que conseguimos que nos acompañara, viendo cómo Pep hijo estaba regando las verduras en el huerto. Éste, en cuanto se percató del horrible suceso interrumpió su faena, fue a su casa a cambiarse y se marchó. Supusimos que a ver lo que ocurría en el pueblo.

El Gran Hotel, requisado

El dia 10 vinieron a visitarnos Mariano y Alejandro Villangómez, que se habían instalado con su abuela paterna en Ca na Rafala, con doña Eudoxia. La visita satisfizo en especial a nuestra abuela que también lo era, abuela materna, de Mariano y Alejandro, pues estaba preocupada por saber lo que hubiera podido ocurrirle a Mariano, soldado de cuota con las fuerzas del comandante Mestre.

Nos trajeron tristes noticias, como la de que también se habían incendiado todas las iglesias de la ciudad; que los milicianos del Estat Català les habian requisado el Gran Hotel, propiedad de su padre, igual que los de la CNT-FAI lo habían hecho con el Hotel Isla Blanca y los del PSUC con el local de la sociedad Ebusus; que se había expoliado la casa de tía Vicenta y se había forzado la cerrada casa de mis padres.

Comprobaríamos mas tarde que se profanó el oratorio existente en casa de la tía, que había desaparecido todo lo de valor con muchos muebles y colchones, que el piano de mi madre había sido destrozado ¡a hachazos!

Se nos informó de que lo que había llegado no era una formación militar o un pequeño ejército, sino una horda de milicianos y alguna miliciana, donde la uniformidad en el atuendo brillaba por su ausencia; vestían de paisano o con restos de algún uniforme, prevaleciendo el mono, pero se veían camisolas de albañil o labrador y hasta guardapolvos. Pertenecían sobre todo a Estat Català y Anarquistas de la FAI, con unos pocos carabineros. Su aspecto era terrorífico, pues se habían pasado dos días y dos noches en el ´Mar Cantábrico´, barco más que sucio pues sirvió antes de prisión en Valencia y embarcaron sin lavarlo ni acondicionarlo previamente. Se nos informó también de que, a partir de ahora, la máxima autoridad sería la del Comité Antifascista, lo que ingenuamente nos hizo pensar que se impondría cierto orden.

Este estaba compuesto por las siguientes personas: Presidente, el comunista Antonio Martínez Juliana; vocales: Justo Tur Puget, Juan Gómez Ripoll Campos, Ramón Medina Tur, Jesús Rodriguez Echevarría, Carlos Bertazioli Riquer, Juan Morales Cirer, Juan Antonio Palerm Vich, Cirilo Badal Alonso, Francisco Escandell Serra, Eduardo Chorat Torres, Vicente Serra Ribas, Benjamín Costa Baillach Laieta, Ramón Gonell Massó, José Vich Tur, Bernardo Novella y Emilio García Rovira.