Apenas se ve. Es prácticamente invisible a no ser que alguien desvele dónde se oculta en el inmenso despacho presidencial del Consell de Ibiza, de 18 metros de largo por 5,7 de ancho. El actual presidente, Vicent Torres, lo sabe. De hecho, está ahí por él. Conocía su historia y quería tenerlo cerca por lo que representa. «Aquí hay un cheque de 300.000 pesetas [unos 1.800 euros] sin cobrar», desvela Torres mientras señala el mayor cuadro de su estancia, de 2,10 metros de ancho por 1,62 de alto y situado junto a una cómoda en la que reposa un busto negro de Tanit.

Las manos del presidente se agitan como las de un crítico de arte mientras describe ‘Agosto en Ivisa’, un lienzo donde decenas de manchas representan a personas que montan en bici, pasean o hacen el amor entre posavasos, paquetes de tabaco y el cheque mimetizado entre las pinceladas, sobre el que en su parte inferior cruza, qué atrevimiento, un hombre empalmado. En él solo se aprecian algunos números y que es de La Caixa.

El cuadro, propiedad del Consell (recibió el accésit del Premio de Pintura Joven Sant Miquel de Balansat del año 2001, organizado por la conselleria de Cultura), estaba colgado originalmente en el despacho del conseller de Hacienda, Gonzalo Juan Ferragut, pero Torres deseaba tanto tenerlo en el suyo que le rogó que se lo cediera. Le convenció tras contarle la intrahistoria de ese collage, aunque prefiere que sea su autor, Patricio Hidalgo (Ibiza, 1979), quien la desvele. «Tan joven y ya le eché huevos», comenta con un acento puramente andaluz en el que ni por asomo se adivina que Patricio nació en Ibiza hace 37 años y que se crió y educó aquí hasta que al comenzar el segundo milenio decidió vivir entre Sevilla y La Puebla de Cazalla, el pueblo donde nació Juan, su padre, que ejerció de barbero en Puig d’en Valls durante lustros. Con solo 20 años renunció a cobrar aquel cheque de 300.000 pesetas y, en un acto de reivindicación de su dignidad como artista, lo pegó a una de sus obras. Con un par.

50.000 pesetas más por chulería

La historia de aquel talón comienza cuando un industrial al que Juan Hidalgo cortaba el pelo encargó a Patricio una pintura que representara el campo de Ibiza, sus muros, sus almendros, la tierra roja. El joven trabajó durante dos meses en esa pieza. «A la hora de cobrar le pedí 250.000 pesetas, pero le molestó ese precio, le pareció excesivo, aunque su tamaño fuera de 1,5 por un metros. Ahí aprendí que los encargos hay que cerrarlos previamente. Era joven, y no me gustó su gesto, la prepotencia. Uno tiene el dinero y otro trabaja por el dinero. Le dije que no trabajaba por eso, sino para mí. El cuadro es, primero, para mí, y luego si alguien lo quiere, lo compra, aunque sea un encargo». En un arranque de chulería y de que la pasta era para él lo de menos, el industrial sumó otras 50.000 pesetas al precio: «Me tiró el cheque y me dijo que lo que estaba ocurriendo era una aberración».

Al llegar a su casa entregó el cheque a su padre: «Papi, guárdalo, ni lo quiero cobrar», recuerda Juan que le dijo su hijo. Pasado un tiempo, quien encargó la obra pasó por la barbería con la intención de limar asperezas, pero Juan fue firme: el cheque no había sido cobrado y quería que le devolviera el cuadro de su hijo. Cuando Patricio volvió poco después a la isla se lo encontró colgado en la barbería. Ahora está en el salón de la casa de Juan en Jesús: «Me dolió aquel gesto. Sigo teniendo esa parte idealizada del arte. Me gusta mucho lo que hago y siento lo que pinto. Si no lo siento me cuesta una barbaridad hacerlo», explica Patricio.

El cheque seguía intacto en la jarrita donde lo había guardado su padre: «Pasó el tiempo y tenía ganas de pintar un cuadro en un formato grande. Creé entonces ‘Agosto en Ivisa’, ya sabes, por la tarjeta de crédito. En él se refleja la multitud que en verano viene a la isla. Ibiza a veces se prostituye con el turismo masivo. Y ese cheque pegaba al pelo. Hay valores que hay que conservar. En el cuadro se retrata la masificación, la fiesta local, el sexo, el dinero...», comenta Patricio, para quien «es muy simbólico que ese cuadro esté ahora en el despacho del presidente del Consell», circunstancia de la que se enteró por este diario.

Jondo

El acento de Hidalgo es tan jondo como la razón por la que decidió volver a sus raíces: «Volví a Sevilla y a La Puebla de Cazalla, donde nació mi padre, por el flamenco». Es el arte que impregna casi toda su obra. Y buena parte de la culpa de ese regreso la tuvo Francisco Moreno Galván, un pintor flamenco de La Puebla de Cazalla: «Ese personaje es para mí de los más importantes en mi trabajo, en mi concepto de la pintura y el cante. Fue pintor y productor, e incluso puso letra a temas de José Menese», recientemente fallecido. Su abuelo lo conoció personalmente: «Cuando yo era pequeño me hablaba de él. Era el gran artista. Para mí era como un gigante, el prototipo, el ejemplo que debía seguir. Cuando de chico iba a La Puebla de Cazalla, era como si viajara a La Meca de Francisco Moreno Galván». La cartelería flamenca de Francisco estaba siempre presente en todo el pueblo y algunas de sus obras colgaban de las paredes de la casa de su abuelo. Patricio conoció personalmente a Moreno, pero tarde, «cuando ya era muy mayor y sufría Alzheimer».

El presidente del Consell señala el cheque sin cobrar que el artista Patricio Hidalgo incluyó en ‘Agosto en Ivisa’. Foto: Lorena Portero

Pero mamó el cante desde pequeño y, por difícil que parezca, en Ibiza, sobre todo en las reuniones que la Peña Flamenca Sant Antoni celebraba en la casa de Paco Portas, en Can Toni d’en Pere (Sant Josep), así como en las charlas que solía haber en el bar Can Frígoles, según detalla Juan Hidalgo: «En Can Toni d’en Pere llevaban guitarras y se escuchaban muchos discos, desde Bob Dylan a José Menese y La Cañeta. Mi padre tocaba la guitarra. Eran andaluces que se reencontraban en esa casa. Se charlaba mucho, había muchos debates sobre política. El arte estaba muy presente. Había gente que escribía teatro, artículos... Yo respiraba aquello. Era un espíritu muy creador, revulsivo y entusiasta. Me fascinaba, lo recuerdo como algo idílico». Una reproducción enorme del ‘Guernica’ de Pablo Picasso ambientaba aquellos encuentros.

Del flamenco, Patricio se ha centrado en una de sus facetas esenciales: «El grito. En cómo un grito, que en el flamenco es algo tan abstracto, puede decir y conmover tanto. Esa parte abstracta del arte es el nexo de las disciplinas. Me interesa mucho ese grito como mancha. En la pintura lo transformo en mancha. Es una emoción. La emoción es abstracta. Cuando un grito es de verdad, te conmueve y te dice muchas cosas». Tras la mancha llega la figuración: «Porque nunca soy abstracto del todo. Parto mucho de la mancha, de los trazos con energía, y lo llevo a la figuración».

Entre los músicos que le inspiran figura Rafael Riqueni, guitarrista excepcional, uno de los grandes maestros. En septiembre, presentará un trabajo conjunto con él en la gala inaugural de la Bienal de Sevilla, que se celebrará en la Maestranza. Del canto, levita con José Menese, Camarón, Fernanda de Utrera... «Y de los nuevos, con Ana Ramírez, con La Yiya. Del baile me encantan Israel Galván, Mario Maya...».

Entre su obra más conocida figura la cartelería sobre Paco de Lucía para el Festival Flamenco de Lisboa del año 2015, cuando se rindió tributo al fallecido guitarrista de Algeciras: «Fue un encargo de un cartel. Y al final hice cinco. Salió una serie bastante bonita de la cual no quedó ninguno. Volaron».

Su temática principal es el flamenco, por sus raíces, como él admite, aunque también aborda todo tipo de proyectos y obras: «Me gustan mucho los retratos, los bodegones, obras llevadas hacia ámbitos más conceptuales, como la videocreación, combino la pintura con la poesía, un núcleo de fuerza».

Concibe algunas de sus obras en teatros, en vivo: «Hay espectáculos en los que improviso, pero hay otros más ensayados. Hay trabajos con poesía, otros con poesía y flamenco, y otros solo con flamenco». El primero que hizo se titula ‘La herida abierta’, que englobaba baile (con Leonor Leal), guitarras, cante y pintura viva, la disciplina que desarrolla en directo: «A veces dibujo en pequeño, pero una cámara lo graba y se proyecta en grande. Y suelo acabar un lienzo grande en directo, el mismo que uso de pantalla. Son espectáculos multidisciplinares en los que intento encontrar nexos entre disciplinas. Suelo buscar el ritmo de lo que se canta o baila en la pintura y la temática. A veces es abstracto».

Medusas flamencas

Proyecta sus trazos sobre la bailaora o el bailaor: «Recientemente lo he hecho con Belén Maya en Londres. Experimentamos para un nuevo espectáculo que se llama ‘Medusa’». Utiliza tinta china para los espectáculos en vivo: «Y para los cuadros, acrílico, espráis, pinturas sintéticas y pigmentos. Para dibujo, tinta china, gouache y ceras. Pero en realidad, de todo. Si un día me encuentro una caja de pasteles, me lío», explica Hidalgo.

De sus paisanos pitiusos le gusta Pomar y Antoni Marí Ribas, Portmany: «Portmany tenía un dibujo que se acercaba al mío. Hacía un dibujo suelto que para aquella época era innovador. Lo que dejó es impresionante. Y también Vicent Calbet, en el color y en el trazo tan atrevido». Y de los extranjeros, Frank El Punto, también por sus trazos.

Sus manchas, a medio camino entre las de Portmany y las de Frank El Punto, acompañarán al presidente insular al menos hasta 2019, cuando él mismo (si se presenta de nuevo a las elecciones y sale elegido) u otro vuelvan a decorar las paredes de su inmenso despacho con obras de la institución. Eso sí, ninguna contendrá un cheque sin fondos de dignidad.