En la edición de enero de National Geographic, Miquel Molist, catedrático de Prehistoria de la Universidad Autònoma de Barcelona, advertía en un artículo titulado ´SOS Palmira´ de que su yacimiento corría un serio peligro de desaparecer. Si Daesh seguía dinamitando los restos del imperio levantado por Zenobia en medio del desierto, pronto «solo existirá en la memoria». Miquel Molist, una eminencia mundial en su especialidad, ha impartido esta semana un seminario en el Museo de la Necrópolis de es Puig des Molins titulado ´Arqueología y patrimonio de Siria en la actualidad´. La primera jornada, celebrada el miércoles, se tituló ´De Jericó a Babilonia, o del poblado a la ciudad en el Próximo Oriente a partir de las novedades de la búsqueda arqueológica´. Ayer explicó ´El proyecto arqueológico de Tell Halula y el origen y la consolidación de las prácticas agrícolas y ganaderas en el Próximo Oriente´. Y esta tarde concluye el seminario con el mismo tema que, con el dolor del recuerdo de su amigo Khaled al Asad, asesinado por Daesh, expuso en National Geographic: ´Guerra y patrimonio cultural: el conflicto sirio y la ciudad de Palmira como paradigma´.

-Ha excavado en Siria, tanto en Palmira como en el valle del Éufrates, desde 1978 y hasta el año 2011. ¿Por qué decidió irse de allí?

-Nuestro equipo, de la Universitat Autònoma de Barcelona, fue el último procedente de España y de los dos últimos internacionales que cuando empezó la revolución aún trabajaba en el campo. Nosotros solíamos ir en septiembre y octubre, pero aquel año habían quedado unos fondos de la campaña anterior, de 2010, y decidimos ir en primavera. Hicimos una intervención normal en marzo y abril. Cuando llegamos empezamos a ver los primeros signos, manifestaciones y cosas raras. Pedimos a la embajada mantener el contacto y nos dijeron que en principio la primavera árabe no afectaría a Siria. Nadie preveía lo que se avecinaba. Al cabo de quince días, desde Barcelona nuestros familiares nos advertían de lo que estaba pasando. Volvimos a llamar a la embajada y nos dijeron que tranquilos, que era algo que solo ocurría los viernes, tras el rezo de las mezquitas y que no tendría que ir a más. Finalmente la situación fue insostenible y decidimos marcharnos 15 días antes de lo que habíamos previsto.

-¿Pudieron recuperar su material o huyeron con lo puesto?

-Dejamos todo el material arqueológico y nuestros ordenadores portátiles en la casa que habíamos alquilado. Desde entonces seguimos pagando el alquiler, pues es la mejor manera de que el propietario la cuide. Sabemos que, de momento, nuestro laboratorio está en buenas condiciones. Trabajábamos cerca de la ciudad de Membij, en la línea del valle del Éufrates. En Palmira trabajé, con un proyecto internacional, desde el año 1978 hasta 1986. Era muy joven. En 1989 se tenía que construir un pantano en el valle del Éufrates y la Unesco, con el gobierno sirio, hizo una oferta a los arqueólogos que quisieran investigar en esa zona. Allí encontramos un yacimiento muy bueno para nuestros intereses científicos que hemos mantenido desde 1991 hasta 2011.

-Membij es una zona tomada por Daesh donde ha habido varias ejecuciones públicas.

-Daesh, desde el verano del 2014, se expandió muy rápido por esa zona. Raqqa, la capital tomada por Daesh, la teníamos a 130 kilómetros. Allí íbamos los fines de semana para traernos las provisiones.

-¿Qué ha hecho más daño a Palmira, la ciudad de Zenobia, Daesh o el emperador romano Aureliano?

-Es verdad que todos los monumentos han tenido una vida intensa y las destrucciones han abundado durante todas las épocas de la historia. Pero lo que ocurre es que Daesh utiliza el patrimonio cultural como un arma de guerra. Todos los arqueólogos creemos que el patrimonio debería ser independiente de las tendencias políticas o religiosas porque es un legado universal que forma parte de la memoria histórica. La Unesco se unió tarde a esta lucha de concienciación, pero desde 2014 también aboga por la protección del patrimonio.

-Escribió un artículo en la edición de enero de la revista National Geographic, titulado ´SOS Palmira´, en el que comienza diciendo que «en un futuro no muy lejano, la histórica encrucijada de culturas del desierto de Siria podría existir solo en la memoria». El Ejército sirio ha recuperado la ciudad, ¿pero se ha llegado a tiempo para que Palmira no solo sea un recuerdo?

-Yo creo que sí. La dirección general de Antigüedades de Museos de Damasco ha podido visitar ya el yacimiento después de la marcha de Daesh y ha redactado, hace dos días, un primer informe. Es muy interesante porque contiene dos elementos que desconocíamos hasta ahora. En primer lugar, a pesar de que el Arco de Triunfo de Palmira fue destruido, sus bloques se han conservado bastante enteros. Podrá ser reconstruido. En cambio, en la parte central, la del templo de Bel y del templo de Baalshamin, la destrucción ha sido mayor y se han producido pérdidas significativas. Utilizaron explosivos que han reducido a escombros los elementos.

-¿Y las tres tumbas-torres, como la de Elahbel?

-Igual. También han sido severamente destruidas. La gran vía, la gran columnata sigue intacta. El Arco del Triunfo posiblemente se podrá restaurar, el teatro también (al parecer no ha sufrido pérdidas) y el castillo árabe, en la parte alta, tampoco ha sufrido desperfectos. De las tumbas, algunas se han salvado. Ahora, lo primero que tenemos que hacer es estudiar qué se ha destruido y cuáles son las posibilidades reales de reconstitución. Y luego, iniciar una campaña internacional para ayudar a esa reconstrucción.

-¿Cree que la comunidad internacional debe intervenir en la recuperación de Palmira?

-El presidente de Rusia, Vladimir Putin, ya ha hecho un llamamiento al respecto. La directora general de la Unesco, Irina Bokova, también hizo, al poco de la liberación, unas manifestaciones sobre la necesidad de iniciar en seguida la reconstrucción. Pero el director general de Antigüedades de Museo de Siria, Maamun Abdulkarim, amigo mío, sugiere que primero hay que recabar información del estado en que se encuentra.

-Muchos responsables del patrimonio sirio han tenido un comportamiento ejemplar en este conflicto, algunos han sido verdaderos héroes.

-Maamun Abdulkarim se podría haber ido a Francia cuando comenzó la guerra. Yo le propuse que viniera a Barcelona, donde le habríamos acogido como profesor visitante. Pero se negó. Decía que su lugar era Siria, que debía intentar proteger el patrimonio. Me dijo: ´Yo me quedaré porque, desde mi concepción, el patrimonio no tiene color político y como profesional tengo que salvarlo´. Ha hecho un gran trabajo y no se quedó solo. Una parte del personal del Museo Arqueológico de Damasco, gente joven, se quedó a su lado. Con ellos hizo una importante labor de salvamento preventivo.

-Otro de esos héroes fue Khaled Al Asad, al que usted conocía, arqueólogo de Palmira que, tras ser torturado durante varias semanas, fue decapitado el 18 de agosto de 2015 por Daesh porque se negó a desvelar dónde ocultaba los principales tesoros del yacimiento.

-Khaled Al Asad era un señor encantador, de la vieja escuela árabe, uno de esos caballeros amables y muy hospitalarios. Le conocí en 1978, cuando yo era un universitario de 23 años. Él era quien recibía a los equipos internacionales que excavaban allí. Él sentía que Palmira era su ciudad, su patrimonio. Cada año nos mostraba las nuevas excavaciones y mejoras. No hay que olvidar que Palmira ha tenido muchas vidas. Sus ruinas estaban ocupadas por poblaciones beduinas, que se habían sedentarizado aprovechando ese yacimiento. Khaled Al Asad y sus predecesores hicieron el progresivo traslado de esa población a la ciudad nueva de Palmira, al tiempo que adecuaron las ruinas al turismo cultural.

-¿Qué piezas protegió Khaled Al Asad con su silencio?

-Antes de que llegaran el Daesh u otras fuerzas que pelean en ese conflicto, en varios museos de Siria se tomaron medidas preventivas. Todo el material de las vitrinas y el patrimonio mueble fue embalado y ocultado en lugares secretos. En los museos solo quedaron piezas grandes, estatuas. Al Asad se negó a decir dónde se habían enviado.

-El teatro de Palmira ha sido escenario de ejecuciones filmadas por el Daesh. Después de lo ocurrido, ¿puede seguir siendo un lugar abierto al público?

-Esos monumentos de los que los occidentales solo nos fijamos, fríamente, en su estética, han tenido una carga de sufrimiento durante esta guerra que será muy importante para la población local. Supongo que en unos años se podrá volver a abrir al turismo cultural, pero habrá que recordar allí de alguna manera la historia vivida recientemente. Esos monumentos deberían reflejar el mal uso que se hizo del patrimonio.

-¿Volverá a Siria?

-Ahora tenemos la prohibición explícita del Ministerio de Asuntos Exteriores. Y ni nos lo planteamos. Personalmente, eso sí, colaboro con las asociaciones y con la dirección general de Antigüedades de Damasco. He asistido a tres conferencias internacionales sobre la conservación de su patrimonio. Todos estamos en la misma posición: es el momento de recopilar información y documentación que nos permita que cuando empiece el periodo de paz, esperemos que muy pronto, el trabajo profesional de limpieza, valoración y restauración, si hace falta, se haga. El papel más importante lo tendrán que hacer los sirios. Pero los países occidentales que hemos ayudado a conocer la historia antigua de Siria debemos colaborar. Si eso pudiera hacerse dentro de dos meses, no le niego que iría allí, pero parece que irá para largo.

-Y mientras tanto...

-Ahora tengo la suerte, entre comillas, de que disponemos de suficiente información del proyecto arqueológico que desarrollábamos en Membij para seguir trabajando en el laboratorio. Hay una chica de Ibiza, Maria Bofill, que trabaja en mi equipo, de la que acabamos de leer su tesis doctoral sobre las prácticas de molienda de trigo a partir de los molinos de los yacimientos del valle del Éufrates. La investigación continúa, más en laboratorio que en trabajo de campo, pero seguimos contribuyendo al conocimiento del pasado de Siria.

-Daesh controla aún la totalidad del valle del Éufrates. Se habla de Palmira, pero no tanto de los destrozos que han podido cometer en el valle.

-El gran problema es que apenas nos llega información contrastada de las zonas controladas por Daesh. Ni la dirección general de Antigüedades de Damasco ni nadie tiene información clara y directa de lo que puede haber pasado allí. Por las familias próximas a mi yacimiento sabemos que no ha habido desperfectos, pero en Raqqa sí que hay constatación fotográfica de varios monumentos destruidos.

-¿Qué excava actualmente en el Kurdistán iraquí?

-Hace un año comenzamos en una zona nueva abierta a la investigación, el Kurdistán, al norte de Irak. Es la zona con más desarrollo económico y estabilidad y donde tienen una mayor autonomía política. Desde allí se ha hecho un llamamiento a los equipos arqueológicos internacionales para que cooperemos con las universidades locales. Nuestro equipo de la Universitat Autònoma de Barcelona tiene un proyecto en la ciudad de Erbil, en la capital. Es muy importante resaltar que lo hacemos en cooperación con los arqueólogos locales. Allí estudiamos la Prehistoria, el nacimiento de las sociedades agrícolas, cómo y por qué nació la agricultura. Hay que tener en cuenta que en Oriente es donde la agricultura nace y que desde allí se expande a Europa. Es el núcleo duro de la aparición de las sociedades agrícolas.

-Lo que ocurre en el Próximo Oriente confirma que, como se sugería en ´Indiana Jones´, el trabajo de arqueólogo es de alto riesgo.

-Soy un gran fan de Indiana Jones. Son trabajos de campo en los que a veces tienes situaciones un poco complicadas. Eres extranjero, son zonas conflictivas, tanto por Daesh como por los grupos tribales... Me interesa también mucho Sherlock Holmes, el personaje creado por Arthur Conan Doyle: la arqueología moderna tiene una dulce componenda con la aventura tipo Indiana Jones, pero también con el mundo de las hipótesis y del análisis tan bien retratada en el mundo de Sherlock Holmes.