Escribo porque me he sentido aludido en el artículo del martes 3 de abril en el que hablan sobre la venta ambulante en ses Salines. Aseguran que los bañistas, entre los que me encuentro y de ahí la alusión a la que me refería, «sufren el acoso» de los vendedores y no pueden descansar. Como no he encontrado el testimonio de ninguno de esos acosados, ni por supuesto de los supuestos acosadores (que dicho sea de paso no tienen ni el derecho a que se les pixele el rostro para no ser reconocidos, como lo hacen con los demás menores, policías e incluso supuestos asesinos), me he animado a dar el mío propio. Señores empresarios de ses Salines: no hablen en mi nombre porque estas personas que se han jugado la vida para llegar a nuestro país y se han visto obligadas a vender baratijas para alimentar a los suyos no me molestan en absoluto, lo que me molesta son los abusivos precios de sus establecimientos y la ocupación del espacio público por sus hamacas. Lo que no me permite descansar en esta bonita playa, que me veo obligado a evitar en plena temporada, es la atronadora música que escupen sus chiringuitos y que me impide disfrutar de lo que supuestamente es un espacio natural protegido. En el artículo señalan a un colectivo indefenso al que acusan de destrozar el entorno, «dar mala imagen» y molestar a los turistas y no se han molestado ni siquiera en darles voz. Se llega a insinuar que las sanciones que se les aplican son demasiado laxas, solo les ha faltado abogar porque se aplique de nuevo la ´ley de vagos y maleantes´ y así poder mandarlos al calabozo para que no molesten.