Una vez soñé con una escuela en la que los maestros acompañaban a mis hijas en su descubrir el mundo, optimizando sus talentos y capacidades al igual que se hace con una semilla. A una semilla tú la pones en las mejores condiciones posibles: agua, tierra, calor, sol y ella, siguiendo su plan interno, se despliega y brota, no le tienes que decir cómo, cada semilla lo hace a su manera.

Pues bien, he encontrado lo que soñaba en el colegio Sa Joveria, por eso me uno al boicot nacional a las pruebas de calidad Iaqse, porque la ley Wert y yo no entendemos lo mismo por calidad. Considero que estos exámenes se hacen a una edad precoz (8 años) y, de acuerdo con líneas pedagógicas conservadoras, sólo evalúan dos materias: matemáticas y lengua, y en los contenidos curriculares hay muchas más competencias, como el pensamiento propio, la iniciativa personal, el aprendizaje autónomo, la creatividad, la cooperación y el trabajo en equipo.

Creo que este tipo de pruebas pueden penalizar a estos centros que apuestan por proyectos educativos que respetan los diferentes ritmos de aprendizaje de los alumnos y que trabajan los currículos en función de las inteligencias múltiples y pueden convertirse en instrumentos para neutralizar estos modelos de escuela (los más parecidos a los finlandeses) y apostar por modelos involutivos cada vez más alejados de la pedagogía más innovadora, además de cuestionar la confianza en los centros y en los docentes para hacer su trabajo ya que se les hace a ellos (además de a los niños) responsables directos de los resultados obtenidos.

No creo que esto sea calidad, desconozco si en Finlandia hacen estos exámenes tan sólo un año después del inicio de la escolarización, pero mucho me temo que no, que en Finlandia los maestros son jardineros, como en Sa Joveria.