Una mañanita de otoño, mi isla brilla como una joya. El rocío sobre los primeros brotes verdes transforma los campos en cristal precioso y las ramas torcidas de los algarrobos son esculturas de cobre. Las casitas en el valle y las colinas son perlas ensartadas en un tapiz de esmeraldas, y a lo lejos la mar resplandece tal plata pura. Los primeros rayos de ´Lorenzo´ lo pintan todo de pinceladas de oro.

Esto es lujo de verdad y no los rusos en hoteles de pacotilla.