Siento una gran pena y vergüenza al pertenecer a una isla y una ciudad tan abandonadas. Como dijo la pregonera de las fiestas: «El pueblo de Ibiza no se merece todo esto que está pasando».

Yo que siempre creí que las mujeres eran más listas que los hombres, me siento decepcionado: las tres últimas alcaldesas me han defraudado. La primera -que parecía más activa- sirvió para hacer desastres y las dos siguientes, inútiles totales. Icomos, debido a la larguísima enfermedad de su presidenta, tampoco actúa.

Además de la ineficacia de los políticos del Ayuntamiento (que sólo saben bailar), está la incompetencia de varios técnicos: el de los jardineros, que ni siquiera saben que las plantas si no se riegan se mueren -como está pasando actualmente- , que los árboles (más de 50 en la ciudad) algunos muy céntricos, están estrangulados por los aros de hierro que rodean el tronco. Esto lo ve todo el mundo menos los encargados de verlo.

Tenemos técnicos, consorcios y gerentes, que no se enteran de nada, vistos los abandonos y desaguisados escandalosos, por no decir desastres, sobre nuestro escasísimo Patrimonio.

¿No tiene vergüenza nuestra representante en una reunión de alcaldes de ciudades Patrimonio como Cáceres, Toledo, Ávila, Córdoba, Salamanca o Segovia? Somos la vergüenza de las ciudades Patrimonio, ya que nosotros lo poco que tenemos, en lugar de conservarlo, como hacen los demás, lo destrozamos. Y como dice un proverbio siamés: «Dos ojos que ven valen más que diez lenguas que afirman».

Yo estoy dispuesto a acompañar a quien quiera verlo sobre el terreno, sea periodista o particular, como lo hice en otras ocasiones.